… Francisco ha polemizado fuertemente contra lo que llama «la casuística«. Lo cual —en rigor lógico— es precisamente lo que recomienda la Amoris Laetitia cuando exhorta a «discernir» caso por caso a quién admitir y quién no a la comunión, entre los divorciados que se han vuelto a casar y que viven «more uxorio«…
Lo escribió Sandro Magister (uno de los muchos expertos católicos a los cuales este papado ha dejado cuatro o cinco metros en off-side…). Y yo no he leído, entre los muchos (también expertos, claro) que lo enlazan y citan, ninguna objeción o corrección. Según esto, casuística y discernimiento serían en esencia lo mismo, y sería inconsistente, si no hipócrita, decir no a lo primero y sí a lo segundo.
En realidad, a SM le fastidia la sola palabra «discernimiento», como le fastidia la Amoris Laetitia y el papa Francisco. Pero ese no es el tema.
Tampoco es el tema defender la Amoris Laetitia. Sin embargo… basta con hojear el índice para encontrar una sección «Normas y discernimiento«, y su párrafo 304 es bastante explícito:
…considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general […] no basta para discernir… Aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado
Cualquiera tiene derecho a objetar este razonamiento, claro. Lo raro es que SM parezca ni haberlo leído. De otra manera, no metería tan livianamente «discernimiento» y «casuística» en la misma bolsa, sugiriendo que la contraposición que hace el papa es pura retórica, sin base conceptual.
No me interesa mucho cuestionar el «rigor lógico» de Sandro Magister. Pero sí me interesa esa confusión.
Para decirlo, por ahora, brevemente: «discernimiento» y «casuística» no se diferencian en un mero matiz, ni son estaciones sucesivas de un mismo trayecto. Ambas se contraponen a las normas morales generales, sí, pero la oposición se da en planos distintos. La casuística se ocupa de lo abstracto. El discernimiento, de lo concreto. La casuística va del género a la especie. El discernimiento se aplica al individuo, al acto singular y concreto.
Pienso que sólo pueden confundirse quienes miran lo concreto como una especie de esfera inferior e impura, frente a la esfera inmutable, pura y plena de lo abstracto. O quienes (los mismos, sospecho) imaginan que el proceso de dividir y subdividir especies de actos (en abstracto – no hay otra), cada vez más cualificados y específicos, nos va acercando, progresivamente, hasta llegar a tocar al individuo (en este caso, el acto concreto). Sí así fuera, entonces sí, discernimiento equivaldría a casuística llevada a su término. Pero no es así, claro (¿claro?).
Es en este sentido que la cuestión me importa. Entre otras cosas, porque conecta con la desconfianza (o el miedo) que estos mismos católicos de manual experimentan cuando se postula la conciencia como árbitro moral.
Ampliaremos.