Rised up this morning,
Smiled with the rising sun,
Three little birds
Pitch by my doorstep
Singing sweet songs
Of melodies pure and true,
Saying:
This is my message to you-u-u:
Dont worry
about a thing,
cause every little thing
gonna be all right.
«Three little birds», Bob Marley
Y aunque distintos niños tienen distintos despertares, y aunque aquí también pueden interferir los recuerdos falsos de una infancia más soñada que vivida, y aunque el tesoro perdido no sea patrimonio exclusivo de ciertos despertares o de ciertas edades… yo siento la pérdida.
Tengo poca memoria de mi primera década, creo que fue una infancia no muy intensa, sin grandes alegrías ni grandes tristezas. Pero recuerdo -entre otros menos nítidos- un despertar, mi madre abriendo la ventana de mi pieza (que, privilegio de primogénito, daba al patio) y comentando algo sobre el clima, y yo (sin ningún otro motivo especial, sin ningún acontecimiento feliz en el pasado o futuro próximo) sintiendo aquel estremecimientos de felicidad. «Qué linda es la vida», era la expresión natural (aunque para adentro, claro).
Poco queda hoy de aquello.
¿Mal de muchos (adultos)?… Parece (o será que uno es algo tonto). Vaya a saber.
Y vaya a saber también si, en este como en tantos otros aspectos, será lícito hacer la analogía historicista, trasponiendo la polaridad infancia-adultez de la vida personal a la historia del mundo. El mismo Castellani se sentía muy lejos de la alegría luminosa y potente de los santos antiguos: «…mi alegría de perro cansado no es el éxtasis de ellos. Ellos eran vigiles y madrugadores, y yo lo que quiero es dormir.» ….
Podrá decirse que eso es problema de Castellani; cosas de su carácter, su historia o su edad… Pareciera, sin embargo, qué se ve como representante de su tiempo, en algún sentido. Tal vez sea así nomás la cosa, tal vez a los de este siglo sólo nos quede aspirar a esas alegrías de perro cansado.