• El velo pintado, de Somerset Maugham. Buena novela, que leí de un tirón; la encontré robusta y honesta, impresión casi opuesta a la de la película reciente… Tal vez porque se me da mejor leer novelas que mirar películas, nomás.
• Una luz en la noche (Los 18 últimos meses de Teresa de Lisieux), de Jean-Francois Six. Sólo recordaba que alguien me había mencionado hace tiempo al autor, pero no recordaba si para recomendarlo o lo contrario. Tampoco lo sé ahora. Temperamento progre-iconoclasta, no escribe mal, y aprecia el genio -digamos- de Teresita; pero resulta algo testemplado y fatigoso su afán de afirmar su tesis: que la verdadera Teresa está en sus escritos de puño y letra, que las recopilaciones («Últimas conversaciones», por ej) de su hermana Paulina son muy sospechosas, que la espiritualidad de esta (y de toda la familia) va a contrapelo de la teresiana, y que la denostada priora María de Gonzaga en realidad la entendió y la apreció mejor que sus hermanas. Interesante, pero machacón y penoso: tras pocas páginas uno prevee que cada mención de Paulina será para denigrarla.
• Teología moral general (Exigencias y respuestas) Helmut Weber (1991). Tampoco conocía al autor, lo compré medio al azar en una mesa de saldos, sin muchas expectativas. Grata sorpresa, sobre todo considerando la temática: me resultó muy legible y didáctico. Cuestiones a la vez áridas y tormentosas; de un lado, supongo, le reprocharán que no ponga en primerísimo plano los esquemas tradicionales (ley natural, ética «normativa») y que no desdeñe cosas como «consecuencialismo», «proporcionalismo», «ética de situación»; del otro lado le reprocharán que si no las desdeña tampoco deja de criticar, y que al fin de cuentas es bastante tradicional en sus juicios globales. A mí no se me ocurriría tomar posiciones (es el primer libro de teología moral que leo), pero en general el libro me pareció equilibrado y me fue muy útil. (Anoto: según creo, el libro salió un par de años antes que la encíclica Veritatis Splendor, donde Juan Pablo II tira unos cuantos palos contra algunas de esas escuelas).
• De la piel del diablo, de Booth Tarkington. Autor prácticamente desconocido hoy, recomendado por un amigo con gustos comunes (Tolkien, Wodehouse, Jerome…); libro aún más desconocido, parece que es una refundición de una saga de Penrod… Cuentos infanto-juveniles, que algunos comparan con el ambiente de Tom Sawyer; pero aunque es lo más parecido que conozco, este es un humor nada corrosivo y un espíritu más genuinamente infantil. Muy lindo.
• The scarlet letter, Nathaniel Hawthorne. Un clásico, pongo el título en inglés porque así lo leí; y aunque el idioma es un poco arduo para un ingeniero argentino, y aunque el estilo resulta al principio algo suntuoso y sentencioso, el libro tiene una fuerza misteriosa pero evidente. Compruebo, una vez más, que los libros clásicos suelen merecer su fama.
• Hijas de Job, de Tatiana Goricheva. Todo un personaje, esta Tatiana, cuyo nombre me sonaba muy vagamente. Rusa conversa, en pleno comunismo, trata de mujeres de ese palo, con las que habían formado una especie de moviento feminista cristiano (no sin riesgos, en la URSS). La combinación del entusiasmo del converso y el espiritualismo ortodoxo, algo exaltado y nada moderno (aunque pasa alguna católica por sus páginas) otorga el atractivo previsible (para mí). Aunque también (para mí) explica sus sombras, el demasiado ardor por la ortodoxia como patrimonio del pueblo ruso, la acriticidad ante sus bemoles y el desprecio demasido fácil hacia el occidente moderno (pecados típicos de tradicionalistas, en distintos planos; de hecho, los tradicionalistas católicos suelen simpatizar demasiado, para mi gusto, con la ortodoxia rusa; pero eso es tema para otro lugar).
• La aventura de un pobre cristiano, de Ignazio Silone. Especie de obra teatral histórica, sobre el papado de Celestino V, el único papa que abdicó, a fines del apasionante siglo XIII. Trae una especie de ensayo a modo de prólogo, sin el cual su lectura me hubiera sido más grata. No me resultó ingrata, de todas maneras (y aprendí bastante), y aun a pesar de cierta tensión ideológica que percibo… el autor tiene demasiado claro (sin siquiera ser cristiano) quiénes son los buenos, pareciera.
• Hermano Francisco, Julien Green. Casualmente, la lectura anterior enganchó bien con esta biografía de San Francisco de Asís. Está muy bien. Me dejó picando un par de cuestiones, pero tampoco son para este lugar.
• Struts 2 in Action, de D. Brown et al. Ehhh… ¿y esto? Bueno, eso es lo mío, en realidad. No acostumbramos a explayarnos acá al respecto, pero hagamos constar que también está muy bien. Y en cierto sentido, el esfuerzo de los autores por escribir bien (en este plano) es de lo más admirable: estos libros de computación son de lo más efímero que hay, en tres o cuatro años este libro no lo leerá absolutamente nadie.
Además estamos leyendo:
•
Dios No Nos Debe Nada
de Leszek Kolakowski. Otro de los libros comprados al azar de la mesa de saldos, sin conocer al autor. También resultó bien.
Se trata de un ensayo histórico sobre el jansenismo, y sobre Pascal -en cuanto jansenista. El autor parece inteligente y erudito (anduve investigando, parece un filósofo reconocido, de formación marxista)
pero no estoy nada seguro de que sus interpretaciones teológicas sean confiables (no me extrañaría que el difunto cardenal Dulles tenga razón),
pareciera algo esquemático en los términos de la disputa: jansenistas vs jesuitas, con estos como vencedores y aquellos como seguidores consecuentes de San Agustín. Valioso, de todas maneras; y sobre todo me ha gustado conocer al autor, hay otras cosas suyas a mencionar otro día.
• Correspondencia de Gide y Claudel. Me gustan los diarios
y correspondencias; pero esto no ha logrado interesarme demasiado por ahora, tal vez porque ninguno de los personajes sea santo de mi devoción.
Algunas cositas instructivas o curiosas, de tanto en tanto; como cuando descrubren a Chesterton (Claudel, deslumbrado por Ortodoxia, comenta que, según cree, el tipo es anglicano; lo achaca a la incoherencia de estos ingleses… también, dudando sobre si publicar páginas en su revista, dice que le han comentado que Chesterton es un tipo de muy mal genio).
• Sunshine sketches of a little town, de Stephen Leacock, relatos humorísticos sobre un pueblito de Canadá; lo tenía hace rato en la biblioteca, lo voy leyendo de a poquito y con gusto.