… [el demonio] da otra tentación (y todas van con un celo de virtud que es menester entenderse y andar con cuidado) de pena de los pecados y faltas que ven en los otros; pone el demonio que es sólo la pena de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra y luego querrían remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oración; y el mayor daño es pensar que es virtud y perfección y gran celo de Dios.
Santa Teresa de Jesús – Vida 13.10