«Antes, en mi infancia, la fruta era más sabrosa. Recuerdo unos duraznos blancos, por ejemplo, ah, esos duraznos…»
Como tantos adultos, yo también suelo decir y sentir estas cosas. Y, como casi tantos, enseguida desconfío; escucho la voz interior del escéptico; no me cuesta nada ceder a la sospecha de que estos recuerdos de pasados placeres, plenitudes y felicidades, en contraste con el insípido presente, sean mayormente imaginarios.
Pero alguna vez ocurre el milagro (como esta semana pasada) y el verdulero de a la vuelta te vende unos duraznos de aquellos. Así que… así eran las cosas, nomás. No. De ilusión, nada.
Es bueno y necesario, desenmascarar imposturas y podar las ilusiones. Pero cuidado con no pasarse.