Verbum Domini trae una cita de San Jerónimo:
Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando él dice: «Quien no come mi carne y bebe mi sangre…» (Jn 6,53), aunque estas palabras puedan entenderse como referidas también al Misterio [eucarístico], sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios.
Cuando acudimos al Misterio [eucarístico], si cae una partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando estamos escuchando la Palabra de Dios, y se nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangre de Cristo, mientras que nosotros estamos pensando en otra cosa, ¿cuántos graves peligros corremos?
Lo de «nos sentimos perdidos» quizás no sea buena traducción. Original: «si micula ceciderit, periclitamur». No sé latín*, pero me suena algo tremendista – aunque ahora no se me ocurren buenas alternativas. La versión inglesa parece un poco demasiado libre: «we are troubled». En ambos casos se pierde el paralelo (periclitamur – in quantum periculum?)
No importa. La analogía se entiende igual: así como al momento de comulgar uno está atento al peligro de que caiga la hostia o una partícula al suelo, no menos debería preocupar el peligro de que la Palabra entre por un oído y salga por el otro. Por distracción, o —digo yo— por indocilidad.
Es elemental, pero también inquietante.