The Jeeves Omnibus es una compilación de cuentos de la saga de Jeeves y Bertie Wooster, que conseguí hace un tiempo. Una compilación temprana (la primera), de 1931, antes de haber escrito las novelas cumbre de la serie.
Yo ya tenía todos los cuentos, en otros libros; pero los fans somos así…
Y sólo por el prólogo, ya valía la pena. Va el primer párrafo:
This trackless desert of print which we see before us, winding
on and on into the purple distance, represents my first Omnibus Book;
and I must confess that, as I contemplate it, I cannot overcome
a slight feeling of chestiness, just the faint beginning of that
offensive conceit against we authors have to guard so carefully.
I mean, it isn’t everyone… I mean to say, an Omnibus Book… Well, dash
it, you can’t say it doesn’t mark an epoch in fellow’s career and put him just
a bit above the common herd.
Y copio un párrafo de uno de los cuentos, una muestra de la irresistible prosa Wooster. Situación: Bertie Wooster, en New York, asiste al ensayo de «Pregúntaselo a papá», una obrita teatral en la que tiene su primer pequeño papel Cyril Bassington-Bassington. Este joven, inglés, le ha sido confiado a Wooster por su temible tía Agatha, amiga del padre, con la misión de preservarlo del ambiente teatral (misión en la que Bertie ya ha fracasado, claro).
No recuerdo bien el argumento de «Pregúntaselo a papá»,
pero sí sé que parecía desarrollarse muy bien sin mucha
ayuda por parte de Cyril. Me quedé sorprendido al principio.
Lo que quiero decir es que, a fuerza de haber rumiado sobre
Cyril y haberle oído su papel y escuchado sus opiniones
sobre lo que se debía y no se debía hacer, supongo que
se me había arraigado en la cabeza la idea de que él
era la espina dorsal del espectáculo, y que el resto de la compañía
no hacía mucho más que entrar y llenar el vacío en los momentos
en que no se hallara en escena. Lllevaba ya cerca de media hora
aguardando que hiciera su aparición, cuando súbitamente descubrí
que había estado actuando desde el principio. Era, en realidad,
el rufián de aspecto dudoso que estaba ahora apoyado contra
una palmera, situada a medio metro de la entrada izquierda,
intentando parecer inteligente mientras la protagonista
cantaba una canción acerca de que el Amor era algo que en
este momento escapa a mi memoria*.
Después del segundo estribillo, Cyrirl se puso a bailar en compañía de
una docena de otros pájaros igualmente extraños.
Un espectáculo penoso, especialmente para uno que imaginaba
la visión de tía Agata empuñando el hacha, y el Sr. Bassington-Bassington padre
calzando su más recio par de botines claveteados. ¡Palabra!
Y como dice Stephen Fry (quien, de paso, además de encarnar a Jeeves, ha estado estos
días haciendo propagada del software libre y ganándose la devoción de los chicos de Slashdot) : «Si ustedes son inmunes a este tipo de humor, entonces, para decirlo con una de las citas de Shakespeare preferidas por Wodehouse, es probable que sólo estén hechos para las traiciones, las estratagemas y las rapiñas».
* …trying to appear intelligent while the heroine sang a song about Love being like something which for the moment has slipped my memory. (original)
Y otro «by the way»: en Disputations pueden leer un nuevo episodio de «Monseñor Reeves» (1 – 2 ), en este caso un concurso para encontrar la iglesia más fea.