Cranks

The aunt inflated her lungs.

—These figure totals —she said— are always taken out in the Plain Cipher, A equalling one to Z equals twenty-four. The names are counted in the same way. A capital letter with the figure indicates an occasional variation in the Name Count. For instance, A equals twenty-seven, B twenty-eight, until K equals ten is reached, when K, instead of ten, becomes one, and T, instead of nineteen, is one, and R or Reverse, and so on, until A equals twenty-four is reached. The short or single Digit is not used here. Reading the Epitaph in the light of this Cipher, it becomes: «What need Verulam for Shakespeare? Francis Bacon England’s King be hid under a W. Shakespeare? William Shakespeare. Fame, what needst Francis Tudor, King of England? Francis. Francis W. Shakespeare. For Francis thy William Shakespeare hath England’s King took W. Shakespeare. Then thou our W. Shakespeare Francis Tudor bereaving Francis Bacon francis Tudor such a tomb William Shakespeare.»

The speech to which he had been listening was unusually lucid and simple for a Baconian, yet Archibald, his eye catching a battle-axe that hung on the wall, could not but stifle a wistful sigh. How simple it would have been, had he not been a Mulliner and a gentleman, to remove the weapon from its hook, spit on his hands, and haul off and dot this doddering old ruin one just above the imitation necklace.

(P. G. Wodehouse – Mr Mulliner Speaking)

No sé de una palabra equivalente en español – y es una pena. En primera aproximación, crank (o crackpot) es un término peyorativo para referirse a una persona que profesa con pasión una creencia excéntrica, no convencional, considerada palmariamente falsa por la mayoría de sus contemporáneos (traduzco-adapto de la Wikipedia). Un chiflado, pero de un tipo especial.

cranks

Entre los muchas especies de cranks, son ejemplares los cranks científicos; entre ellos, los matemáticos; y entre ellos, los trisectadores (o «trisecadores» o «trisectores»).

Son estos los matemáticos aficionados (a menudo ingenieros) que pretenden haber inventado un procedimiento para dividir un ángulo en tres partes iguales (trisectar) usando regla y compás – un antiguo y famoso problema geométrico. Para detalles, ver aquí (ir a «Trisección de ángulos», al final de la página) – o aquí (ya que todos copian y nadie dice el autor original, lo digo yo: es Martin Gardner). En realidad, desde 1837 los matemáticos saben que tal trisección es imposible. Pero los diletantes no se dan por enterados – entender la demostración es mucho más difícil que entender el problema – y los trisectadores se resisten a desaparecer. El artículo de Gardner cita algunos casos célebres, entre ellos el de un cura yanqui (1921), profesor de filosofía y teología, rector de Universidad católica (estudió en la Gregoriana también, veo ahora), quien no sólo anunció en los diarios su trisección del ángulo, sino su refutación de las geometrías no euclídeas (y, con ellas, de Einstein).

El «trisectador» típico sabe bastante geometría plana para idear un procedimiento, pero no la suficiente para comprender la prueba de imposibilidad, o detectar el error de su propio método. Su trisección es a menudo tan complicada y su demostración tiene tal cantidad de pasos, que incluso a un geómetra experto le resulta difícil encontrar el error que con toda seguridad contiene. Lo normal es que el autor envíe su pseudoprueba a un matemático profesional, quien por lo general la devuelve sin analizarla siquiera, porque buscar el error es un trabajo penoso y estéril. Esta actitud confirma invariablemente la sospecha del «trisectador» acerca de la existencia de una conspiración organizada entre los profesionales para impedir que llegue a conocerse su gran descubrimiento. Suele publicarlo entonces en un libro o panfleto pagado de su bolsillo, una vez que todas las revistas matemáticas a las que lo ha enviado han rechazado su publicación. En ocasiones describe el método en un anuncio del periódico local, en el que indica además que el manuscrito ha sido adecuadamente registrado ante notario.

What to do when the trisector comes [pdf] es un artículo de un profesor de matemáticas que supo sufrir y coleccionar especímenes de estos cranks (más de doscientos). Generalmente, describe, son gente de cierta edad, varones, con instrucción media; muy prolíficos para escribir cartas; terriblemente impenetrables a la objeción y la crítica – y la ironía; suspicaces – miedo a que les roben sus ideas; a veces condescendientes, a veces agresivos. Un ejemplar:

Yo encendí mi grabador… y él encendió el suyo, y empezó a hablar, en un monólogo continuo. Era profesor de química en la secundaria, dijo, cuando le tocó reemplazar a la profesora de matemáticas, y empezó a interesarse por el problema de la trisección. Al tiempo encontró su solución, y trató de convencer al mundo de que era correcta. Lo intentó con gente de su universidad, buscó contactos en congresos científicos, llegó a ganar un lugar en los proyectos de la academia estatal de ciencias. Escribía a todo aquel que le contestara; más de 250 personas, me dijo, habían estudiado su procedimiento de trisección y nadie había encontrado ningún error (no lo interrumpí para acotar que yo sí le había encontrado errores – no me habría escuchado). Traté de razonar con él, en vano. Ya habíamos intercambiado muchas cartas, y yo había notado que la mayoría decían esencialmente lo mismo. Y las cosas que me había dicho por carta, una y otra vez eran las mismas que me repetía, palabra por palabra, en persona. Estaban grabadas en su mente y no había cambio posible. Era una obsesión; su vida era su método de trisección, y su único propósito era alcanzar el reconocimiento. ¡Qué vida!… sin alegrías, decepciones sin fin y una frustración constante; una vida consumida por la trisección del ángulo.

¿Una patología rara? A este extremo, tal vez. Pero en grados más leves, y en otras formas, yo diría que es bastante común. Cualquiera que frecuenta foros matemáticos (como un servidor) se topa cada tanto movimientoperpetuo con algún chiflado que presume de haber encontrado su solución (o refutación) que los matemáticos profesionales -encerrados en los esquemas de su pensamiento convencional- no habían sabido ver; desafía a que encontremos el error, y cuando se le señala, o bien no entiende, o bien hace un remiendo e insiste una y otra vez… También los hay en ciencias físicas: por ejemplo, los inventores de máquinas de «movimiento continuo» (mi padre me contó alguna vez de un conocido suyo obsesionado con eso: ruedas de bicicleta, varillas giratorias, plomadas).

Y menos rara aún nos resultará la cosa si ampliamos el campo, por ejemplo, a teorías conspiranoicas (negar la llegada del hombre a la Luna) y algunas «leyendas urbanas» – las que funcionan como teorías desenmascaradoras-iniciáticas, (¡las niñas de Totoro en realidad… están muertas!), con su multitud de pequeños (falsos) datos confirmatorios y su chillona lógica interna («todo cierra»). Los iniciados disfrutan la satisfacción de sentirse superiores a la masa de ingenuos que compraron la «historia oficial». A diferencia de los cranks anteriores, estos tienden a formar sectas, aunque efímeras y débiles – sólo comparten ese saber y las sonrisas de complicidad – son los enterados, los del paloestá hablando del faaaaasooo!).

Pero, se me dirá, si metemos todo esto en la bolsa de los cranks, el concepto queda demasiado vago – estos no parecen tener demasiado en común con el trisectador. Bueno, pero es que justamente me interesa eso que tienen en común – o mejor, cierta raíz común. Pero está bien, volvamos al crank de tipo científico.

El tema de estos cranks tiene un lado práctico -y a veces urgente: ¿cuál será el criterio para distinguirlos? ¿Qué hace el pobre profesor que tiene que juzgar sobre el trabajo con resultados revolucionarios, difícil de entender, de un desconocido? (como cuando el gran matemático Hardy recibió la carta del desconocido Ramanujan…) ¿Acaso tendremos que suponer que todo el que afirma cosas contrarias el saber consensuado actual es un chiflado? Eso sería un conservadurismo fatal y una injusticia, y nos cerraríamos a las revoluciones científicas. Además ¿cómo determinar ese consenso? ¿por mayoría? ¿por votos calificados? ¿qué papel tiene la autoridad en la ciencia? Es un problema, y no fácil. A falta de criterios generales seguros, y para ayudar a la intuición y sentido común, existen varios listados de síntomas de la enfermedad, rasgos típicos que ayudan a reconocer un crank. (Incluso para reconocerse a uno mismo como tal). Incluyen señales tan heterogéneas -pero útiles- como:

  • compararse con Galileo
  • usar Word para escribir textos matemáticos, en lugar de LaTeX
  • tirar frases despectivas contra «los autoproclamados guardianes de la ortodoxia» o «los reaccionarios de siempre» que quieren silenciar su trabajo
  • apuntar que una teoría física establecida es «sólo una teoría» (como si todo científico no supiera que ese es el caso, siempre)
  • acumular frases alternativamente vacías, inconsistentes o (según el saber actual) erróneas
  • antes de describir su teoría, detallar cuánto tiempo y esfuerzo le llevó elaborarla
  • destacar que su trabajo lo hizo en soledad – como si eso fuera un mérito
  • enunciar resultados matemáticos que, de ser ciertos, tendrían consecuencias más importantes y fuertes que las que el autor menciona
  • su teoría contradice resultados (matemáticos o experimentales) anteriores, y el autor no parece advertirlo
  • a la hora de anunciar los resultados en concreto, surgen expresiones de relleno que denotan vaguedad («en cierta manera», «en ningún caso se encontró que», «todo indica que»)
  • el resultado es revolucionario, pero las técnicas y procedimientos parecen bastos y elementales
  • el trabajo no muestra conexión y familiaridad con el corpus científico pre-existente

Lo que a mí en este momento me interesa tiene que ver sobre todo con lo último. (De paso -el que avisa no es traidor: no he dejado de hablar de Castellani, por lo menos no totalmente).

(continuará)

# | hernan | 4-agosto-2014

Un comentario sobre “Cranks

  1. E Cazes

    :)
    Excelente, como siempre.
    ¿Desde cuando comentarios en Esperando Nacer?
    uno no se puede distraer…