De un comentario en un blog (católico), a propósito del hábito de una nueva congregación de religiosas:
Y va en serio.
Pensar que hace unos años, cuando los blogs estaban arrancando, yo estaba tan ilusionado con la «blogosfera católica», y hasta pretendí armar un directorio de blogs, como referencia, organizado por países… Hay que ser… Hoy trato de leer lo menos posible, para no hacerme mala sangre. Salvo algunos potables conocidos, mis espóradicas excursiones se deben a links y blogrolls ajenos. Y ya quisiera excursionar menos, le garanto.
Es verdad que los comentaristas toscos y las gansadas evidentes son relativamente inofensivas; aunque deprimentes por lo que tienen de abundantes y de sintomáticas — como sintomático es aquel jean proletario y aquella realeza, así entendida. También relativamente inofensivos (relativamente, dije) se me hacen los que la van de energúmenos o francotiradores.
Ay, el buen gusto católico… Yo me conformaría con buen gusto a secas, a estas alturas.
Pero lo peor de todo, para mí, viene por el lado de los sofisticados, los que están (y hablan para los que están) en el ajo.
Supongo que ahora debería explicar qué veo de malo en esto. Pero, vio, la abundancia tiene eso, uno no sabe por dónde empezar. Digamos por ahora nomás que lo veo (aislado y en su contexto – el contexto del post y el de blog) mal. Pero muy mal.