Deshinchar a Castellani (3)

Castellani hacía vivir la lengua, bailaba las ideas, imitaba los acentos, actuaba los barbarismos y sacudía los espíritus con poesías y canciones en medio de eruditas disquisiciones y homilías sin par […] Abrió caminos en el abrumador mundo de la exégesis bíblica […] no le temía a nada, sea a la poesía de Heine, las complicadas elaboraciones de Kierkegaard o las horribles construcciones teológicas de un Robinson o un Evely […] rescataba las ideas valederas de Freud […] sabía decir a Kant en lenguaje llano […] (etc)

Esta ristra de encomios (opiniones parecidas son moneda corriente entre los castellanistas) la extraje de la biografía de Sebastián Randle. La ristra es más larga, en verdad (también es verdad que el libro tiene más que eso – aunque no mucho más sentido crítico)… pero de entre las muchas barbaridades, por ahora me importa lo destacado. O lo de esta «introducción» para los lectores de habla inglesa, donde lo califica de «such a good Bible scholar«.  Un scholar

Bueno. Yo no estoy muy seguro de casi nada, saben. Pero de esto estoy seguro, y quiero decirlo por si hiciera falta, por si alguno necesitaba leerlo para percatarse (no es que me haga muchas esperanzas, pero a veces pasa).

No.

Castellani no «abrió caminos en el abrumador mundo de la exégesis bíblica».

De ninguna manera. Ni de cerca.

Hay en el mundo «Bible scholars», ciertamente – es decir, hombres que dedican sus vidas a estudiar la Biblia, en serio, científicamente y profesionalmente, en los mejores sentidos de estas palabras. Algunos serán más geniales que otros, unos serán prominentes  y unos no; unos tal vez nos gusten especialmente; habrá mejores y peores, habrá progresistas, conservadores, católicos, protestantes, habrá de todo. Ahora bien, Castellani… cómo se lo digo… Castellani no es de los mejores ni de los peores: no es. No juega en ese torneo, no trabaja en esa empresa. No es lo suyo. Su obra, su genio no pasan por ahí. Y que estos clarividentes lo crean -que deseen creerlo y hacerlo creer- no es más que uno de sus tantos problemitas de visión panorámica (¿que Castellani también lo creía? si así fue, también es parte de sus problemas). ¿Quieren ejemplos, o argumentos? Hoy no, por ahí otro día (y más ejemplos que argumentos; y ninguno convincente). Pero… dicho queda. Conste en actas.

yotsuba_no

# | hernan | 30-junio-2014

Un comentario sobre “Deshinchar a Castellani (3)

  1. abeldellacosta

    Aunque tienes razón en el fondo, la forma parece de un post español, más que tuyo: es así por cojones..
    Es muy cierto lo que dices, y muy difícil de fundamentar, pero me parecería bueno si haces el esfuerzo.

    Por mi parte pienso que un aspecto central es su desprecio por el debate exegético de su época: él despacha con la categoría de «hereje» todo lo que podría modificar su aproximación (completamente fundamentalista) al texto bíblico.
    Es particularmente notable en «El Evangelio de Jesucristo». Cuando él escribe sus obras exegéticas ya había pasado la Divino Afflante Spiritu (1943), cuyo valor fundamental de hacer lugar a la crítica bíblica en la exégesis católica, ignora por completo.
    Incluso muchos años antes se estaba trabajando en crítica bíblica católica con provecho, y evitando colisiones con el Magisterio. La muy famosa Catholic Encyclopedia, por ej., cuatro décadas antes que Castellani, conseguía incorporar cuestiones críticas, sin hacerse acreedora de ninguna censura magisterial: poder se podía. A este respecto es muy ilustrativo el artículo de F. Gigot, de 1912 (¡un año después de los decretos de la PCB que parecían no dejar margen para plantear una cuestión sinóptica!), s.v. «synoptic»: http://www.newadvent.org/cathen/14389b.htm

    Si me dicen que es un divulgador exegético de mucha profundidad en sus elaboraciones, hasta allí podría aceptarlo, con ciertas reservas, porque un divulgador también tiene que ayudar a percibir las razones de las vías divergentes, como el mismo Pío XII pide, que se juzguen con caridad los resultados de los estudios bíblicos contemporáneos. Castellani no hace ningún esfuerzo por comprender él, ni hacer comprender a su público, las razones que llevan a los que no piensan como él a pensar lo que piensan, y en ese sentido no es un divulgador católico (lo es a la usanza del catolicismo-web actual, pero eso es otro tema), con lo cual lo que forma es ideología, no pensamiento.
    Claro que una ideología que en él tiene ribetes penetrantes y «detalles de fina terminación», pero ya vemos lo que generó (¿se aplica aquí lo de los frutos y el árbol?): un conjunto de repetidores incapaces de ir un paso más allá de lo afirmado por Castellani en la década del 50 acerca del Apocalipsis y los Evangelios.
    Lo que para Castellani eran «notas sencillas sobre las domínicas» (no es literal, pero algo así dice en el prólogo de «El Evangelio…»), se convirtió en sus seguidores en el non-plus-ultra del saber exegético sobre los evangelios. No estoy seguro de que todo pueda achacarse a él, pero sí una buena parte.

    Ni hablemos de «El Apokalipsis de San Juan», un libro-ensalada: alegorismo de punta a punta, con pretensión de no serlo. Puedo fundamentar esto si quieres, pero el comentario se hace larguísimo. Creo que basta indicar que cuando le atribuimos al autor del texto estar hablando de cosas que su texto no dice explícita ni implícitamente (y que ni siquiera era posible que mencionara), estamos alegorizando. Si el autor dice «tres ranas» y yo digo que las tres ranas son el liberalismo, el comunismo, y el modernismo porque croan (o porque se me da la gana, o porque lo soñé), estoy ale-gorizando, es decir, haciendo decir al texto otra cosa (alos) que la que dice, en vez de asumir que soy yo el que lo digo, tomando ocasión de un detalle secundario del texto: las ranas croan, el habla de los liberales es vacío como el croar de las ranas, entonces las ranas son los liberales… ¿qué clase de lógica tiene eso?
    La alegoría se cultivó en la exégesis bíblica desde el siglo II en adelante, y tiene su limitadísimo valor, junto con sus grandes peligros. Muchos aspectos de la exégesis de los Padres serían impensables sin el alegorismo. Si Castellani quiere alegorizar, no necesita pedirme permiso; lo grave es que él prentende que lo que hace no es alegoría (así no cae bajo las críticas -incluso del magisterio- al alegorismo, que como hombre culto conoce), cuando lo es al 100%. Pienso que en ese libro no hay ni una sola afirmación que no sea exégesis alegórica, a pesar de los protestos del autor.