A los católicos de este mundo moderno (¡ay, cómo sufrimos los católicos, en este mundo moderno!) nos duele que los otros no vean. Que no vean tan claro como nosotros. En temas morales, sobre todo (ya se sabe: aborto, cercanías… y no mucho más). Y continuamente nos preguntamos -entre nosotros- qué podemos hacer para abrirles los ojos -a esos otros. Nos duele que no vean, y nos duele no saber muy bien qué hacer para que vean. Esperamos que, al menos, nuestro dolor (ay, cuánto dolor) y nuestro ardiente anhelo de abrirles los ojos nos valga…
Lo de «abrir los ojos» es una metáfora, claro. Eso cualquiera lo entiende. Es una metáfora parecida a la de «sacar la paja del ojo». Muy parecida. Pero cuando de ver ese parecido se trata, preferimos no abrir mucho los ojos.