Cuando llegué a esta Salamanca en 1891, a mis veintisiete años de edad, ardían en toda España las disensiones en el seno de aquellas derechas antiliberales. El liberalismo, aquel liberalismo que el presbítero Sardá y Salvany, en un librito -el «áureo libro» lo llamaban- por entonces famosísimo, declaró que era pecado, y ser liberal, peor que ser ladrón, adúltero o asesino, aquel liberalismo debía de ser su enemigo común; pero nunca lograron cuajar bien un frente único en contra de él. De una parte, integristas; de otra, carlistas; por aquí los puros o netos; por allí, los «mestizos» […] y se discutía de «la tesis» y de «la hipótesis» y del «mal menor». Los genuinos tuvieron «La Fe» y luego «La Esperanza» -¡periódicos, claro!-, pero no llegaron a la caridad. Y «El Siglo Futuro», siempre futuro…
«El siglo futuro» (1875-1936) fue uno de los periódicos católicos tradicionalistas más difundidos de aquella España, de un integrismo crispado y bastante bruto (todo -incluido su director fundador, Cándido Nocedal– me recuerda a «Infocatólica»). Habría mucho que espigar, y creo que no sin provecho (se puede leer aquí). Pero para lo que me interesa, me limito a esto: entre 1883 y 1884 el diario publicó en entregas un folletín «El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos», traducción de un libro de Roger Gougenot des Mousseaux (Francia, 1869). Su antisemitismo -todo un precursor- es feroz (pueden bajarlo aquí), y abunda en aquella distinción y demonización de un judaísmo talmúdico.
Helos aquí transformados en ciudadanos franceses tanto como puede serlo un Montmorency; pero a la vez, y más que nunca, helos aquí reconocidos como ciudadanos judíos o miembros de una nación que de ninguna manera es la nuestra, que se ramifica y hunde raíces en el mundo entero, que se afirma por su ley talmúdica, enemiga mortal de la nuestra, y que sostiene, aunque sea a la fuerza, bajo el yugo de su ortodoxia religiosa, la necesidad de permanecer extranjera en cada nación cuyo gobierno la cobije y la aliente. Dejando de llevar vida de dispersados, he aquí los hijos de Jacob, hijos que por la ley misma busca de integrarlos, confirmados como pueblo distinto y reconocido como nación judaica. Gozan en paz de los beneficios de una asimilación que su creencia, su corazón, en sus repliegues talmúdicos, declara ser con carácter de provisorio y ficticio; y los vemos, en el momento en que la ley parece mezclar su sangre con la nuestra en las venas del cuerpo social, acercarlos, unirlos con fuertes lazos, preparados y disciplinados por la acción de esta nueva organización, hecha con política propia de ellos y cuyos acontecimientos les dictarán, día a día, las decisiones. No nos sorprendamos pues si esos fieles del judaísmo se disponen, en la activa paciencia de su espera, al acto supremo donde se resumen desde hace siglos las inmortales esperanzas del Judío farisaico guiadas por los rabinos del Talmud.
Si un diario como ESF era relativamente extremista (popular, no obstante, y mucho menos marginal que un «Cabildo» de aquí) el «Apostolado de la Prensa» era algo un poco más serio, y más «oficial». Fundado y dirigido por el jesuita Francisco de Paula Garzón, publicaba folletos apologéticos sobre temas varios. Tengo una compilación de 1892; aunque los artículos -anónimos- tienen un tono polémico y popular, no me parece que estén mal escritos, y sospecho que son más o menos reprentativos del talante mayoritario del catolicismo (y acaso del jesuitismo) español de entonces. Además, los artículos eran copiados en otras publicaciones católicas, como es habitual con este tipo de literatura.
-Y diga V., D. Vicente, los amos ricos y grandes industriales ¿se cruzan de brazos ante tanta miseria como nos agobia?
-Los industriales judíos y enemigos de Dios y de su Iglesia santa, no tienen más Dios ni Santa María que el millón, y en sus altares sacrifican diariamente numerosas cuadrillas de obreros; pero los amos e industriales católicos secundan la acción pontificia poniendo en práctica cuantos remedios religiosos y económicos les sugiere su inteligencia previsora y su corazón generoso.
«El apostolado de la Prensa«, (Madrid, 1892)
Vamos con otras fotos relacionadas, de aquellos tiempos y aquellos ambientes.
… que se enteren todos los hombres de buena voluntad de que la sociedad actual está movida por masones y judíos. Ellos son los que, valiéndose de estas dos grandes palancas que se llaman poder y dinero, tratan de acabar con el nombre de Crsto, para entregar al mundo al imperio de la impiedad y la anarquía.
«La ilustración católica«, (Madrid, 28-enero-1882)
Sobre el caso Bontoux (banquero católico bueno vs banqueros judíos malos) al que alude, se puede leer aquí o aquí.
…se afirma que todo español, sean cualesquiera sus opiniones, puede pertenecer á la Cruz Roja. Y ¿qué condiciones se exigen al que ha de ser admitido en esta Asociación? Dos nada más, á saber: amor á su patria y á la humanidad. Como se ve, ni se exige fe ni se rechaza la incredulidad. Bueno y muy bu^no es el amor á la patria y á la humanidad; pero, ¡es esto tan vago! ¿Qué demagogo hay que al propio tiempo que devasta los campos é incendia las ciudades no diga que procede inspirado por el más puro patriotismo? ¿Quién ha hablado más del amor á la humanidad que los filántropos ó terroristas franceses que erigieron la guillotina en institución permanente?
La palabra humanidad está siempre en los labios de la francmasonería, y nadie ignora lo quo entiende por humanidad esta tan execrable secta.
Cuando se trata de una asociación de caridad es preciso no olvidarse del peligro que llevan consigo las malas compañías y de que la caridad no es el amor al hombre por él hombre, sino el amor al hombre por Dios. Un judío, que se gloría de que sus mayores crucificasen á Jesucristo, no tiene caridad. El protestante, que hace sin cesar una terrible propaganda contra el Catolicismo, no tiene caridad. El francmasón, que encamina todos sus esfuerzos á la ruina de la fe y al triunfo del naturalismo, no tiene caridad. Un ateo que niega á Dios, Criador y Padre de todos los hombres, no tiene caridad. Un materialista, que niega el alma inmortal, que por sistema rechaza la vida futura, no tiene caridad. En fin, un solidario, que se ocupa en impedir que los hombres se salven ó en excitar á los enfermos á que mueran sin confesión ó sin pensar en Dios, no tiene ni puede tener caridad. Pues bien, la Cruz Roja, que admite y no puede menos de admitir al judío, al protestante, al francmasón, al ateo, al materialista y al solidario, se titula, no obstante, sociedad de caridad.
… La llamada exégesis racional que ahora constituye el encanto de los filósofos alemanes y de sus traductores franceses y españoles, es una doctrina cuya propiedad pertenece a los cabalistas judaicos de las academias de Córdoba y Toledo. Sería muy curiosa una obra histórico-crítica acerca de la filosofía moderna en sus relaciones con el espiritualismo de Avicebrón, Maimónides y Aben-Ezra.
Los judíos que hoy residen en Europa y participan del movimiento científico, se regocijan al ver el paso atrás que da la filosofía de los cristianos, y cooperan con todas sus fuerzas al triunfo de los sistemas racionalista y panteísta, que consideran como legítima herencia de sus antepasados. Quizá en esto no meditan, como fuera conveniente, los filósofos modernos; quizá cuando repiten las seductoras teorías del triunfo de la razón, y culto universal, y humanidad una y libre, no advierten que están hablando el lenguaje de los judíos dispersos por el mundo y condenados a perpetua expatriación.
Los judíos a su vez observan que la filosofía de los protestantes se acerca mucho a sus tradiciones filosóficas, y que las opiniones de gran número de católicos varían a merced de las novedades protestantes; es decir, los judíos ven imperar su filosofía en las escuelas que pretenden dar el impulso a la sociedad moderna: ¿contra quién, pues, habrán de reservar sus odios los judíos? Contra aquella porción sana y juiciosa del mundo católico que resiste a las impiedades de la evaporada ciencia cabalística, y lucha por los fueros de la fe sin menguar los legítimos fueros de la razón. Y como el Pontificado es hoy y ha sido siempre el centro, la representación genuina de esos principios que son los verdaderos en la ciencia y los salvadores en la sociedad, los judíos redoblan en esta época sus esfuerzos y sus ataques contra el Pontificado, ya sosteniendo las teorías más arriesgadas y disolventes, ya aprovechando en la vida práctica los hechos más sencillos, para convertirlos, como el suceso Mortara, en gran piedra de escándalo y en tema para una inmensa y aún no terminada gritería.
«La verdad del progreso«, (1862), Severo Catalina.
Me estoy ciñendo aquí al tema judío, a propósito de Castellani. Pero todo tiene que ver. En el libro «Prensa y propaganda católica (1832-1965)» se puede leer esta página del «Apostolado de la Prensa» (1895) sobre la libertad de la misma.
PS: Como acota Abel, el ensayo sobre «La prensa católica catalana de 1868 a 1900» es bueno, vale la pena leerlo entero: parte 1, parte 2, parte 3. Y de la misma autora: «Imágenes del judío y antisemitismo en la literatura y la prensa católicas del siglo XIX», un análisis de la influencia del periodismo ultramontano francés en España, y un estudio preliminar del libro «El liberalismo es pecado«.
Sería interesantísimo, para tener la «big picture» y situarnos en contexto, confrontar estos textos con las referencias a los católicos de la prensa protestante inglesa o norteamericana.
La verdad que es asombrosa e interesantísima la compilación; muchas gracias por la referencia al trabajo de «La prensa católica catalana de 1868 a 1900», muy ecuánimemente presentada, a pesar de que el tema no está -lamentablemente- ajeno a las pasiones posteriores y aun actuales, y por lo tanto sería más fácil y más falso contarlos tomando partido.
Me llama mucho la atención la agitación del fantasma de «los judíos» en España, donde no se ve un judío ni cerca (ni mucho menos en aquel momento). A día de hoy, los que hay en Valencia son argentinos, llegados más o menos cuando vine yo.
No justifico el antisemitismo (ni ninguna otra estigmatización colectiva) ni en Argentina, ni en España, ni en ningún sitio, pero agitarlo en un sitio donde ni siquiera hay, ni probablemente saben si el judaísmo es una religión, una raza, una cultura, o qué, me parece doblemente perverso.