-¿Qué piensa del argumento invocado por Mitterrand para afimar que el Estado francés no tenía por qué pedir perdón por los crímenes cometidos por el gobierno de Vichy?
Soy muy escéptico en cuanto a la consistencia del argumento que invoca una ruptura institucional. No tanto a causa de la elección legal de Pétain como por el hecho de la continuidad de la comunidad histórica. No porque se produjera algún tipo de ruptura institucional dejó de haber continuidad de la nación, en tanto precisamente que comunidad histórica encarnada en la vasta red de instituciones de la sociedad civil, a las que el Estado sirve de marco. Es por ello que tengo la impresión de que existe una especie de obligación por parte del Estado de responsabilizarse de la totalidad de nuestra historia. Es lo mismo que sucede en el caso de la Revolución, según Clemenceau: debe aceptarse en bloque. Es preciso aceptar en bloque toda nuestra historia; y esta incluye el tramo de Vichy. Podríamos tenernos no sólo por más honestos sino también por más libres, si fuéramos capaces de juzgarnos a nosotros mismos. A nadie se le ocurriría decir en relación con su historia personal lo que algunos piden que hagamos con nuestra historia nacional: nadie diría «Yo no era el mismo, yo era otro en aquel entonces». La continuidad es un hecho incontrovertible…
Paul Ricoeur, en un libro-entrevista (Crítica y convicción, 1995). Creo que no conecta mal con aquello de los golpes en pecho ajeno.