A ver si con un dibujito se entiende mejor.
El sentido literal de un texto (en términos técnicos) no es lo contrario al sentido metafórico. El sentido literal es simplemente «lo que el texto quiere decir». O -si no me aceptan que un texto pueda en sí querer algo- lo que su autor quiso decir al escribirlo o decirlo: la «intención del autor»… sólo que el autor puede ser un concepto complejo; cuando la hinchada argentina canta el cantito, lo que quiere decir esa frase corresponde a la intención de los que la cantan, no menos que a la del autor original (que no sabemos quién es, ni nos interesa conocerlo).
El sentido literal no es el sentido que surge «de las palabras solas», el que obtendríamos al aislar la frase del contexto, del autor y del género literario, buscar cada palabra en el diccionario y descartar significados metafóricos o simbólicos o impropios. Naturalmente, esto «da bien» muchas veces; pero no es -por definición- el sentido literal. En el caso de «Cani te vacunó», y supuesto que tenemos identificados los términos de la frase (sujeto=Claudio Caniggia; objeto directo=Brasil; vacunar=procedimiento médico), ese sentido (llamemóslo por ahora «literalista») correspondería a la imagen del futbolista aplicando una vacuna a un país. Sabemos que eso no es lo que quiere decir la frase (en realidad es una metáfora sexual -vía eufemismo- de dominación futbolística, con una referencia concreta), por lo tanto sabemos que ese no es el sentido literal.
¿Entonces sentido literal es lo mismo que sentido verdadero? Básicamente sí. Pero la verdad aquí no es una correspondencia con la realidad, es la verdad del texto; para determinar el sentido literal uno no debe compulsar lo que el texto dice con la realidad, eso es -en principio- indiferente, aunque a veces pueda ayudar. Además, puede haber varios «sentidos verdaderos», en otros niveles. Por ejemplo, una madre dice al hijo adolescente «Tu habitación es un chiquero»; el sentido («literal»!) no es que su habitación alberga cerdos, sino que está sucia; es una metáfora. Para decidir que este y no otro es el sentido literal no necesitamos examinar si la habitación está sucia. Y, por otro lado, alguien podría alegar que la madre en realidad está exhortando a su hijo a poner orden y limpieza. Esto también será un «sentido verdadero»; pero no será el sentidol literal, que es uno solo.
Claro que puede haber ambigüedades. Si escuchamos a un cardiólogo que en una conversación informal con su esposa dice que Fulano «tiene el corazón destrozado», podemos dudar si está hablando de su estado emocional o cardíaco. El emisor y el contexto no nos ayudan a determinar el «género literario», y dudamos entre los dos sentidos literales. Pero no dudamos de que uno de los dos es el correcto. Nos falta información.
Me dirán que, en el lenguaje común, «literalmente» se suele usar para lo que acá llamé sentido «literalista», el que queda después de eliminar metáforas. Así será, pero aquí estoy hablando en el sentido técnico -y actual.
¿Y qué cuernos nos importa este dichoso «sentido literal»?
Importa, por ejemplo, para leer la Biblia. Para entender las discusiones al respecto, y la enseñanza de la Iglesia.
Un escrito muy lindo sobre el tema general (hermenéutica bíblica) es este de Raymond Brown (lo subí estos días; si el menú de la derecha no les anda bien, avisen). Es legible y breve, sobre todo para lo que nos ocupa. Por ahora me interesa destacar eso de que el sentido literal del texto es uno y solo uno, que para decidir cuál es uno debe estudiar científicamente el texto en su contexto, su autor y -sobre todo- su género literario; y que a veces puede coincidir con el sentido metafórico. Todo esto también es relevante sobre la evaluación del «alegorismo» y otras maneras de leer. De otro libro recomendable, no muy reciente (G. Auzou; «La palabra de Dios», 1960, p 460) copio:
“…el alegorismo que se injerta más o menos arbitrariamente en los textos, ajeno al sentido obvio y fuera de las intenciones del autor. Puede suceder, considerando la significación global y dinámica de la Escritura, que uno vacile en decidir. Sobre todo cuando los textos son ya alegóricos o simbólicos en sí mismos…. Cuando la alegorización o, más ampliamente, la simbolización, está hecha por la Escritura misma, entonces ése es -evidendemente- su sentido literal.
En ETF hay varios escritos altamente recomendables de Abel. Y para que vean que esto no es muy técnico ni muy «avanzado» enlazo también un buen texto de Mark Shea (blogger católico yanqui, más bien conserva, y cuya teología es casi tan rudimentaria como la mía; pero con buen sentido común).
Como se ve, no es muy difícil de entender. Hasta un teólogo del IVE ingeniero electrónico lo entiende.
Muy bien… ¿De qué estábamos hablando? Ah, de Castellani («such a good Bible scholar») ¿no? Bueno, seguiremos hablando.
Tal vez te interese un ensayo a modo de epílogo para el evangelio abreviado de Tolstoi escrito por un autor que no conozco pero es interesante y tiene que ver con el intento de rescatar en el caso de Tolstoi un sentido más que literal al pasar por encima de los evangelistas y purgar el texto de lo que considera tergiversaciones del mensaje de Jesús. Pasa por Kierkegaard, Dostoievski y Wittgestein. Se lee aquí http://www.notesalves.com/literatura/autobiografia/El_Evangelio_Abreviado_de_Tolstoi/57
Hola Hernán, sobre el tema hermenéutico quería recomendarte algo «distinto» pero que abre la cabeza. Se trata del libro «Mito, plegaria y misterio» de Diego de Jesús, un monje del Monasterio del Cristo Orante de Mendoza. Veo que estás muy metido en temas de hermenéutica bíblica, citás a Raymond Brown etc. y por eso pensé que te interesaría. Por mi parte soy teóloga (ehem, título que me queda enooorme) formada en el método histórico crítico, formación que aprecio pero que reconozco cada vez más, tiene sus límites y limitaciones. En fin, sin ánimo de pontificar nada te recomiendo ese libro por si no lo conocés.
gracias por compartir tus pensamientos en este blog y siempre uso tu Suma Teológica, es excelente!
que el buen Dios te bendiga
Luisa