Se dice que el cristianismo se caracteriza (se distingue) por ser “universalista” en cierto sentido. Pero ¿en qué sentido? Bien, no es un religión para un pueblo particular, afirma que todos los hombres somos hijos de Dios, hermanos… Sí, pero esto no termina de definir su universalismo; en particular -para lo que me ocupa- en relación con la cultura humana.
Dos teólogos católicos contemporános relevantes parecen ver la cuestión en distintos términos: veamos el discurso de Benedicto en Ratisbona, y la cita pasada de von Balthasar. Benedicto parece en este respecto más universalista, puesto que en su visión “helenista” del asunto hay una relación íntima entre el Logos y la razón; el Dios cristiano no está “más allá” de la racionalidad, y esto es lo que justifica el respeto del cristianismo por la libertad y el obrar racional de hombre “natural”, y la confianza en que todos tenemos un terreno común -la cultura- donde podemos vivir y dialogar;
… se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión. Partiendo verdaderamente de la íntima naturaleza de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de la naturaleza del pensamiento griego ya fusionado con la fe, Manuel II podía decir: No actuar «con el logos» es contrario a la naturaleza de Dios.
ref
No es solo que ese terreno nos sea religiosamente neutro y —en el mejor de los casos— aprovechable para trasmitir lo realmente importante -el evangelio, la fe. En este sentido (y con perdón de la palabra) “instrumentalizar” la cultura valdría tanto como instrumentalizar el culto.
Y hay que leer, del mismo discurso, los reparos (ni repudio ni condena) hacia la razón ilustrada y la razón técnica, para guardarse de apresuramientos. Pero los reparos de UvB en la segunda cita (la distancia que pone entre la universalidad cristiana y la razón natural) parecieran más extremas ¿es sólo una diferencia de matiz, de planos de consideración? No lo veo claro.
Vaya por lo pronto, una cita más, menos autorizada.
Por una parte, el cristianismo se forjó en oposición a una cultura secular y racionalista, como un movimiento de personas no educadas cuya ignorancia fue exaltada como símbolo de una iluminación superior de origen divino. Al mismo tiempo, y por otra parte, se presentó como un movimiento de valor universal, en contraposición al particularismo judío. Los primeros intentos de autodefinición cristiana, tal como se expresan en las epístolas de Pablo, incorporan en partes iguales ataques enérgicos contra la cultura intelectual de los gentiles, y la creencia en una unidad fundamental entre los hombres, un elemento idóneo para favorecer la reconciliación con esa cultura, y que, de hecho, la favoreció. En esta perspectiva, la historia del cristianismo aparece aquejada de una ambivalencia crónica. Es siempre conciente de representar una ruptura radical en relación a la cultura precedente, y al mismo tiempo cree firmemente en la unicidad de la esencia humana santificada por Dios – creencia esta que propicia la acogida de la razón como don universal […]
No está resuelto, ni mucho menos, el problema de si existen criterios de valoración de las realizaciones intelectuales que sean universalmente válidos, para todas las sociedades y todas las épocas…. La oposición “pagano-cristiano” (“o también “judío-ario”, “burgués-proletario”, “negro-blanco” ), en referencia al conjunto de la cultura y particularmente a los valores intelectuales, ponen en entredicho la íntima cohesión de la cultura humana y la unidad de la especie. La convicción de que estas u otras oposiciones parecidas ([“derecha-izquierda”, “moderno-tradicional”]) pueden tener una validez universal (no hace falta decir que algunas son efectivamente válidas en determinados ámbitos culturales) constituye una de las mayores amenazas actuales para la humanidad.
(Leslek Kolakowski – Intelectuales contra el intelecto)