Canción
Siempre me decías:
«Envejeceremos juntos.
Mis cabellos con los tuyos
se iluminarán de nieve y luna.»
Pero hoy amas a otra.
Y hoy vengo a ti, desconsolada,
vengo a darte el último adiós.
Llena por última vez nuestras tazas
con el zumo que trae olvido,
y canta aquella canción que habla
del pájaro muerto bajo la nieve.
Yo me iré luego a embarcar
en las turbias aguas del Yu-Keú,
allí donde se separan en rumbos opuestos,
las unas al este, las otras al oeste.
¿Por qué lloráis, jóvenes amadas, al oírme?
Acaso vosotras deis con el hombre de corazón fiel
que sin doblez os diga:
«Envejeceremos juntos…»
Siempre me decías:
«Envejeceremos juntos.
Mis cabellos con los tuyos
se iluminarán de nieve y luna.»
Pero hoy amas a otra.
Y hoy vengo a ti, desconsolada,
vengo a darte el último adiós.
Llena por última vez nuestras tazas
con el zumo que trae olvido,
y canta aquella canción que habla
del pájaro muerto bajo la nieve.
Yo me iré luego a embarcar
en las turbias aguas del Yu-Keú,
allí donde se separan en rumbos opuestos,
las unas al este, las otras al oeste.
¿Por qué lloráis, jóvenes amadas, al oírme?
Acaso vosotras deis con el hombre de corazón fiel
que sin doblez os diga:
«Envejeceremos juntos…»
De una antología de poemas chinos medievales. Medio chinos, en realidad, supongo, (y no sé si muy poéticos), dado que demasiadas manos han pasado por ellos: traductores, traductores de traductores (y hasta un blogger…). Quizás (aunque no es muy probable) todo esto importe poco.
Van algunos más.
Nostalgias
Tú que vienes de mi país natal
debes saber muchas cosas.
Cuando partiste ¿había florecido
el ciruelo delante de mi ventana?
Tú que vienes de mi país natal
debes saber muchas cosas.
Cuando partiste ¿había florecido
el ciruelo delante de mi ventana?
Canción
Antaño, cuando ignoraba el sabor de la tristeza,
placíame subir a mi alta torre…
Placíame subir a mi alta torre
a escribir canciones llenas de elaborada tristeza.
Ahora, que el sabor de la tristeza ya conozco,
quisiera hablar de ello, pero no…
Quisiera hablar de ello, pero no,
tan sólo digo: «¡Qué brisa fresca! ¡Hermoso otoño!»
Antaño, cuando ignoraba el sabor de la tristeza,
placíame subir a mi alta torre…
Placíame subir a mi alta torre
a escribir canciones llenas de elaborada tristeza.
Ahora, que el sabor de la tristeza ya conozco,
quisiera hablar de ello, pero no…
Quisiera hablar de ello, pero no,
tan sólo digo: «¡Qué brisa fresca! ¡Hermoso otoño!»
Noche de invierno
El crujir de los bambúes
me dice que está nevando.
El crujir de los bambúes
me dice que está nevando.
Canción de mujer
No puedo detener las ruedas de su coche.
No puedo atar las patas de su caballo.
Y detesto el camino que dispersa su corazón.
No puedo detener las ruedas de su coche.
No puedo atar las patas de su caballo.
Y detesto el camino que dispersa su corazón.
Epístola a Li-Tai-Po
Tres noches seguidas soñé contigo.
Estabas frente a mi puerta
y pasabas la mano por tus cabellos blancos.
Tenías, al parecer, una pena.
Al cabo de diez mil, cien mil otoños,
no tendrás más premio
que el inútil premio
de la inmortalidad.
El último también forma parte de esa antología, pero es probable que acá
el estropicio sea mayor, apostaría que está demasiado
lejos del original: ese final sorpresivo me resulta demasiado… oscuro, atípico, disonante.
Pero, por eso
mismo…
Tres noches seguidas soñé contigo.
Estabas frente a mi puerta
y pasabas la mano por tus cabellos blancos.
Tenías, al parecer, una pena.
Al cabo de diez mil, cien mil otoños,
no tendrás más premio
que el inútil premio
de la inmortalidad.