Archivo por meses: diciembre 2005

Los kikuyu, según Graham Greene

Es imposible no amar a esa gente cuando no se la teme. Piensan con imágenes vívidas y simples; cuando hablan del alma, es como si la vieran: el alma sube en esa dirección y baja en tal otra, y ellos pueden explicar sus movimientos.
Lo comenta Graham Greene, a propósito de los kikuyu, un pueblo africano (Kenia). Conviene desconfiar de los turistas (aunque sean algo más que turistas) cuando pretenden explicar la esencia de un pueblo (o de un continente) en base a un par de experiencias personales. Pero igual, no deja de tener interés:
Un sacerdote me dijo:
—Hacen preguntas a las que no se puede responder. Dicen: «¿Acaso Dios no creó una tierra para que blancos y negros vivieran en ella, y puso el mar medio para que nadie se mezclara con los demás?»
Causa gracia lo imprevisto de la conclusión: el argumento parecía haber arrancado tan bien… uno (pobre, uno) no se esperaba ese remate. Y bien puede ser saludable que te descoloquen; muchas veces, en realidad significa que te pusieron en tu lugar.
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El peor de todos

La «BBC History Magazine» publicó ayer una encuesta que organizó entre historiadores, para seleccionar los peores hombres de la historia de Gran Bretaña. Antes habían determinado, por similar procedimiento, que Churchill era el más grande del siglo XX. Ahora resulta que, en el otro rincón, el peor del siglo pasado sería Oswald Mosley, fascista inglés del ’30.
Nada de notar. Salvo quizás esto -que nota Amy-: el «peor británico del siglo XII» vendría a ser… Thomas Beckett. Cuya fiesta, en el santoral católico, cae hoy.

Demasiadas simetrías

Del Diario de Mircea Eliade, 19 de febrero de 1949:
En casa del doctor Humwald conozco a Frank-Duquesne, autor del libro muy discutido Cosmos et Gloire.
Judío, descendiente por vía materna de H. Heine, nacido cristiano, convertido al antisemitismo a los quince años, descubre el judaísmo cuando recobra su fe. Ha sido ortodoxo, ahora es católico, pero apasionado por el esoterismo. Deja entender que su misión consistiría en reanimar el simbolismo esotérico en el catolicismo.

Inmensas lecturas, pero con las lagunas y las insuficiencias del autodidacta. Encuentra demasiado pronto coordenadas, simetrías, influencias. Memoria prodigiosa, imaginación, arranque. ¡Cuántos malos libros ha engullido en su juventud, sin haber conseguido olvidarlos!

De complexión fuerte, rostro eclesiástico, bastante enérgico, gestos impulsivos de toro; tiene calor, se quita la chaqueta, se sube las mangas y aspira una enorme pipa belga; tiene poca paciencia cuando es otro el que habla…
No leí nada de Frank-Duquesne (autor bastante desconocido y difícil de encontrar hoy día, aunque alguna recomendación me ha llegado), pero este esbozo de Eliade se me ha quedado prendido en la memoria. Tal vez porque parte de la caracterización -parte levemente crítica- me la aplico a mí mismo. Sobre todo aquello de encontrar demasiado rápido simetrías y relaciones (librescas), como algo que en cierta forma delata el amateurismo del autodidacta…

PS: Veo acá que entre las principales influencias de Duquesne se cuenta Leon Bloy. Y que fue sacerdote ortodoxo, y fue preso por los nazis en la guerra, y después fue «descubierto» por Claudel. Acá comentan Cosmos y Gloria; sospecho que me interesaría leerlo.

Los padres del desierto

Los «Apotegmas de los Padres del Desierto», de los que ya he citado algo, son una recopilación de dichos y hechos, trasmitidos por vía oral, de los Padres de los siglos IV y V, anacoretas y cenobitas, en los albores de la vida monacal, sobre todo de Egipto.

Los fragmentos son muy variopintos, en todo sentido. Muchos me encantan por esa mezcla de ingenuidad y sabiduría chiquita, que he disfrutado también en textos de Santa Teresa; sabiduría nada impresionante, que -uno diría- no debería requerir grandes penitencias, no debería requerir siquiera la Buena Nueva… bastaría -uno diría- un poquito de buen sentido y benevolencia natural… debería ser tan frecuente entonces como hoy, entre cristianos y no cristianos…-uno diría-. Y, sin embargo, es tan rara…
Tres Ancianos, de los cuales uno gozaba de mala reputación, fueron un día a visitar al abba Aquiles. Uno de ellos le pidió: «Padre, hazme una red». «No te la haré», respondió él. El segundo dijo entonces: «Hazla, por favor, a fin de que tengamos un recuerdo tuyo en el monasterio». Pero él dijo: «No tengo tiempo». Entonces el tercero, aquél que tenía mala reputación, pidió: «Hazme una red, a fin de que tenga alguna cosa de tus manos, Padre». El abba Aquiles le respondió al instante: «Para ti, voy a hacerla».
Entonces, en privado, los otros Ancianos le dijeron: «¿Por qué no quisiste hacer para nosotros lo que te pedimos, mientras que a éste le respondiste: para ti voy a hacerla? » El Anciano les dio esta respuesta: «Yo os dije que no la haría y vosotros no os habéis disgustado, aceptando que yo no tenía tiempo. Pero si yo no la hacía para éste, él pensaría: el Anciano escuchó hablar de mi pecado, por ese motivo él no quiere hacerlo. Entonces hubiéramos roto el lazo. De este modo yo reanimé su alma a fin de que no zozobre en la tristeza

De Bloy

Creía que no me quedaban libros de Leon Bloy en español por descubrir en las mesas de usados, pero la semana pasada encontré un tomito de «Páginas escogidas», editorial chilena. La selección, de un tal Antonio Palanca, pega bien con mis gustos; lo cual es bastante raro.
Otra leve rareza: que gente que -al parecer- conoce bien a Bloy edite una selección con este título, cuando el mismo Bloy había publicado, con ese mismo título, una selección hecha por él mismo.

Copio un fragmento, de una carta a su novia, que va bien con este tiempo:
Uno de los más grandes poetas del género humano, el antiguo Juvenal, a quien adoro, decía que «los niños merecen nuestro mayor respeto». Y ahora pienso en aquellos dos animales silenciosos, de los que ya Isaías hablara, y que con su aliento daban calor al débil cuerpecillo del Niño Jesús. Pienso asimismo en José y en María, silenciosos igualmente, que, en virtud de un milagro, pudieron contemplar sin caer fulminados de amor a Aquel nacido a quien la Iglesia sublime llama Padre de los pobres.
Esa infancia, según la tradición, fue solemnemente silenciosa y rodeada de silencio, porque el amor respetuoso que infundía el Niño era inexpresable con palabras.
Sin embargo, como tú bien lo sabes, mi querida Juana, todo lo que el Evangelio nos, relata debe considerarse no sólo como símbolo divino, sino también como precepto y ejemplo. Al ignorar en absoluto los designios de Dios con respecto a cada una de sus criaturas humanas, yo creo que el más débil y tierno de los niños debe inspirarnos un temor respetuoso, y una especie de veneración profunda…

Hermanitas del Cordero (2)

Me informa Luis:
Las «Hermanitas del Cordero» están en la Argentina desde el año 1990. Con mi mujer las conocemos desde hace tiempo. Son excelentes, viven la radicalidad del Evangelio. De una ortodoxia y una ortopraxis brillante, sin idioteces o fundamentalismos ideológicos.
Literalmente viven de la mendicidad -«pedir el pan» casa por casa y al mismo tiempo regalar el amor de Dios. Viajan con «autostop», incluso en avión. Han desarrollado una gran actividad en Laferrere. Todo sin estridencias, sin proselitismo, al viejo estilo de las órdenes mendicantes. Sin «productividad», no sirven para nada. A la Hermana Marie, le preguntaron por su «función social», dado que no sólo no le dan nada a los pobres, sino que les piden. Y dijo que los pobres necesitan pan, pero también amigos. Cosa tipica de ellos: van a comer a los comedores populares o piden el pan en las villas.
La liturgia es muy bella, con una fuerte influencia oriental – y bastante larga (tienen oficios de 3 o 4 horas).
Tienen ya 5 o 6 postulantes argentinas. Los hermanitos (no todos son sacerdotes) ya tienen varios postulantes argentinos, y un sacerdote, el hermanito Juan.
Les toca la misa de las 12:30 los terceros viernes de mes, en la Catedral.
Se agradece.
Pablo, desde España, me dice que «también hay Hermanitos y Hermanitas del Cordero en Barcelona: la mayoría franceses, alguno catalán.» Y, me aporta unos cuantos datos interesantes, situando esta comunidad como un ejemplo, entre muchos otros, de una oleada de renovación espiritual -en distintas líneas, pero con rasgos comunes- que se originan en el ’70, en Francia principalmente. Algunos nombres: «Fraternidad Monástica de Jerusalén», «Foyers de Caridad» «Pan de Vida», «Bienaventuranzas», «Comunidad del Emmanuel», y mucho más. Conozco poco y nada de todo esto, la verdad.

Cine

Ya que estamos…

  • La nueva de Miyazaki (Howl’s Moving Castle) la estrenan en Argentina en enero o febrero, ayer vi el afiche en un cine.
    El título al final lo tradujeron como El increíble castillo vagabundo; no muy afortunados los adjetivos …sin llegar a tanto, me recuerda a esto ; pero lo peor es que hayan tardado tanto.

  • Nueva película de estudio Ghibli para este año. Dos detalles raros, y que no me inspiran entusiasmo: está basada en la obra de Ursula K. Le Guin, y será dirigida por el hijo de Miyazaki. No leí nada de Le Guin, aunque es muy conocida; algunos la ponen como una discípula de Tolkien, algunos dicen que no vale nada; no me huele bien eso de basarse en ese tipo de obras literarias (suena a estrategia de marketing), ni la onda épica-grandiosa, ni que el productor de Ghibli haya metido al hijo de Miyazaki (sin experiencia en animación) con la oposición del padre, según dicen. Pero no tengo buen olfato para estas cosas, así que tampoco me hago mucho problema.

  • Estaba leyendo esta crítica a El viaje de Chihiro, y cuando leí «Miyazaki is a world-maker like Tolkien, like George Lucas» … cuando leí eso último casi me da un ataque; pero cuando leí la frase completa … «… like George Lucas aspires to be» recuperé la calma perdida.
    Sigo debiendo una especie de resumen-informe general de Miyazaki y estudio Ghibli.

  • Hablando de Lucas: Vi hace poco la trilogía original de Star Wars. Sólo había visto la primera en su estreno («La guerra de las galaxias»), y entonces era demasiado chico y no me acordaba nada. Además, es una saga de culto entre la gente como uno (los tecnológicos); y aunque uno no es muy como la gente como uno, me dije que tenía que verla. Y la vi con la mejor predisposición, lo juro; con indulgencia y sin pretensiones. Puedo disfrutar de «esas de acción y efectos especiales», aunque sean huecas —la pasé bien con «La casa de las dagas voladoras»—. Pero no esperaba algo tan malo.
    Sobre todo, la última («El retorno del Jedi»), llegó a escandalizarme; no puedo creer que una película tan impresentable, tan irredimible por donde se la mire, tenga tanta fama y tantos seguidores. Incomprensible. Este artículo da 50 razones para odiar la película, y para mi gusto se queda muy corto.
    Lo único que rescato es haberme hecho de una nueva piedra de toque: en adelante, un crítico de cine debe repudiar con energía «El retorno del Jedi» para merecer mi respeto. Rogert Ebert, por ejemplo, queda automáticamente desprestigiado.

  • He visto unas cuantas películas ultimamente (ventajas de tener DVD en la PC), creo que la que más me gustó fue El gran pez, de Tim Burton; no estoy seguro de su calidad objetiva (no ha tenido grandes críticas) pero conmigo funcionó. El exorcismo de Emily Rose (la única que vi en el cine en todo el año) está bastante bien. Del resto, varias cosas agradables pero nada muy recordable (para bien o para mal) que no haya comentado ya. No tengo mayor sensibilidad para el cine, no hay mucho que hacer.

  • Narnia y otras

    No deja de sorprenderme ver en estos días las «Crónicas de Narnia» en todas las librerías de usados, y los chicos reclamándole a los padres… No me acostumbro a la idea de C. S. Lewis popular, por estos pagos. Moda, consecuencia de la película, claro está; pero igual, me alegra… hasta cierto punto.
    Hasta cierto punto, porque ni el libro me atrae, ni la película -sospecho- me llenará. Y, por lo que hace al «efecto cristiano» del asunto… mmm, tampoco soy muy optimista. Comparto algo del fastidio de Amy Welborn sobre el «nuevo mercado cristiano» en EEUU («estoy cansada de que los productores y distribuidores de la industria del cine usen algunas iglesias cristianas para su marketing, y estoy cansada de tantos cristianos que se cuelgan de estos productos culturales, creyendo en su utilidad evangelizadora»).
    Por lo que hace a la película en sí, sospecho que será visualmente atractiva, pero también sospecho que la versión condensada de Tom resultará bastante fiel:
    LUCY: Ooooh, miren! Un fauno!
    EDMUNDO: Esa mujer me provoca una sensación extraña.
    LUCY: ¿Qué han hecho con mi pobre faunito?
    PETER: Vámonos a casa.
    EDMUNDO: Creo que, sin ningún motivo particular, saldré a dar una caminata en la nieve.
    LUCY: Oooooh, miren! Un león!
    PETER: Vámonos a casa.
    SUSAN: Me gustaría tanto que mi presencia en esta película sirviera para algo…
    LUCY: Qué han hecho con mi pobre leoncito?
    PETER: Vámonos a casa.
    LUCY: Síiii! Mi leoncito ha vuelto!
    PETER: A las armas! Atrás! Atrás!
    LUCY: Síii! Mi faunito ha vuelto!
    SUSAN: Bueno, al menos pude matar a alguien.
    PETER: Vámonos a casa.
    ASLAN: Ahora Narnia será restaurada a un paraíso terrenal y ustedes reinarán.
    PETER: Bueno, supongo que entonces podemos quedarnos. Pero sólo por quince años; o veinte.
    Comentaba alguien que en su momento C. S. Lewis se opuso terminantemente a la idea de un versión filmada de las crónicas; sólo le parecía factible una versión animada. Claro que su objeción se refería al tema de los animales parlantes; objeción que hoy, con tooooda las técnicas de efectos especiales es de poca monta… dicen. Yo no sé, la verdad es que igual hubiera preferido una versión animada. Influencia de Miyazaki, será. Pero también el rechazo que por lo general me producen los niños actores. No suelen salir bien, me parece.

    Hablando de personajes infanties: vi la semana pasada «El expreso polar», donde pretenden zafar de ese problema usando animación por computadora. Con poca fortuna, a mi juicio. Pero, más allá de la caracterización, la película en sí me pareció muy floja; un canto al «El espíritu de la Navidad» y a la necesidad de «creer» … en el peor sentido, en la más inconsistente e imbécil concepción de semejantes expresiones. Una película para odiar cordialmente.

    Y ya que hablamos de animaciones y de decepciones: ví «The iron giant»El gigante de hierro«). Parece que a muchos les gustó; a mí me pareció insoportablemente burda, previsible y hueca. El dibujo y animación es correcto, pero ese estilo de personajes «naturales» y muy gesticuladores (que si no me equivocó arrancó Disney con «La Bella y la Bestia» … piensen en la hermana mayor de Lilo y Stich) ha terminado cansándome por convencional. Pero no es eso lo peor. Lo peor es el argumento, y la dirección. Después me enteré que el director de Iron Giant es el mismo de «Los increíbles» de Pixar (otra decepción).

    Tampoco me gustó «Las trillizas de Belleville«; animación francesa refinada, de muy buena técnica; pero a mi ver, sin alma. Algo deprimente, me dejó un leve regusto amargo.
    Y no logró interesarme Waking life, con técnica original, pintada sobre escenas filmadas (no la terminé, en realidad).

    No hay caso, parece que a Miyazaki no hay con qué darle.

    Hermanitas del Cordero

    Las topé un par de veces —y espero que sean más— en alguna misa de viernes al mediodía en la Catedral. Celebraba un cura de la congregación (creo que la palabra les queda grande, son más bien una Comunidad, pequeña), con una fila de monjes a un costado del altar y una de monjas al otro. Y además de la reverencia y sentido de lo sacro que uno esperaría siempre, acá había incienso y —oh, milagro— música bella, polifónica y sencilla. Muy lindo y emocionante.

    No sé nada más sobre ellas (y ellos). Busco en Internet y encuentro esto, esto y esto.
    Una comunidad mendicante, originada en Francia en 1983, incorporada a la orden dominica. Carisma orientado a la vida contemplativa y la belleza de la liturgia, entre los pobres.

    Caminando por las paredes

    Un poco de geometría. Se trata de un problemita sencillo pero no trivial (para mí, al menos) que descubrí la semana pasada. Lo presento retocado, a mi manera.

    Tenemos una habitación rectangular, con una pared más larga que la otra, y altura igual al largo de la pared corta. Digamos: 5m x 3m x 3m (pero por ahora las dimensiones exactas no importan)
    En la mitad de una pared corta, junto al piso, está la entrada de una ratonera. En la mitad de la otra pared, y cerca del techo, hay una araña; la araña quiere aprovechar que el ratón no está a la vista para asomarse a la cueva y picotear algún resto de comida; ella puede caminar por las paredes (y techo y piso), indistintamente
    ¿Cuál es el camino más corto que puede seguir?

    A primera vista nos parece (¿no?) que lo más corto es bajar por la pared y atravesar el piso (camino marcado en verde).
    ¿Es así? ¿Depende de cuán larga sea la pared larga?

    Para verlo, no hace falta mucha matemática; teorema de Pitágoras y no mucho más.
    La solución, apretando el link.
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    La inocencia perdida

    (Vía Juan de Mairena). No es más que una curiosidad, un ejemplo menor; pero fascinante (y desopilante, simpatíco, ridículo, triste y/o desesperante, según cómo lo miren).
    Una comparación entre dos ediciones (1963 vs 1991) de un libro de ilustrado lectura escolar, «The Best Word Book Ever», un clásico en EEUU según parece.
    Desde las tapas (pasar el mouse sobre los recuadros de la derecha para apreciar las diferencias) y siguiendo, tenemos estas diferencias (aparte de algunas «ideológicamente neutrales», como la modernización de los artefactos de cocina… si es que esto es ideológicamente neutral ):
  • Ahora no aparece la mamá sola en la cocina: también debe aparecer el papá. Lo mismo cuando se trata de la crianza.
  • Cupo femenino: cambiamos el sexo de algunos, para incrementar la presencia femenina.
  • Desaparecen las palabras «sexistas». Por ejemplo: «policeman» se cambia por «police officer», «mailman» por «letter carrier», «fireman» por «fire fighter».
  • Nada de autoritarismos infantiles: en lugar de «el osito acude rápido cuando lo llaman a desayunar», «el osito va a la cocina a desayunar».
  • Nada de estereotipos sexistas juguetones: ¿»handsome pilot» ?? … «pilot» . ¿»pretty stewardess»?? «flight attendant». Y lo de la «hermosa dama» rescatada por el bombero heroico sonará muy simpático a los oídos reaccionarios, pero a nosotros no nos van a venir con esa. Fuera.
  • Nada de estereotipos «racistas». Prohibida toda alusión a «los indios» con plumas.
  • ¿Qué le anda faltando a la sección navideña? ¿Alguna alusión cristiana? No precisamente.
    Y hay más. Pasen y vean.
  • Un diálogo de Greene

    De esa especie de autobigrafía literaria de Graham Greene que estuve leyendo. No me dejó con una imagen demasiado agradable del tipo; tampoco desagradable, pero yo tiendo a aficionarme demasiado a los escritores que frecuento. No me dejó buen sabor, vamos. Pero hay montones de cositas notables (por ejemplo, me desconcertó descubrir su admiración por Unamuno, más precisamente en su faz irracionalista), citables (ya vendrán) y también graciosas. Como este diálogo sobre la filmación de «El tercer hombre», linda y famosa película que conocí hace poco.
    David Selznick, famoso por haber producido una de las películas que dio más ganancias en el mundo, Lo que el viento se llevó, era dueño de los derechos para Norteamérica de The Third Man, y, de acuerdo con el contrato firmado con Korda, el director debía consultarlo sesenta días antes de iniciar la filmación. Así fue como Carol Reed, que dirigía la película, y yo viajamos, al oeste. Nuestro primer encuentro con Selznick en La Jolla, California, no prometió nada bueno y el diálogo sigue tan fresco en mi memoria como el recuerdo del día en que lo iniciamos.
    -No me gusta el título -dijo.
    -¿No? Pensábamos…
    -Oigan, muchachos, ¿a quién diablos se le ocurriría ir a ver una película llamada El tercer hombre?
    -Es un título simple -dije-. Fácil de recordar.
    Selznick sacudió la cabeza con aire de reproche.
    -A usted puede ocurrírsele algo mejor, Graham, —yo no estaba preparado para que me llamara en seguida por mi nombre de pila—. Usted es escritor. Un buen escritor. Yo no lo soy, pero usted sí. Entiéndame bien: lo que queremos… no el exactamente lo que voy a decirle., lo sé, desde luego. no el eso… pero yo no soy escritor y usted lo es… lo que queremos es algo así como Una noche en Viena, un título que atraiga a la gente.
    -Graham y yo lo pensaremos- le apresuró a interrumpir Carol Reed.
    Una frase que Reed repetiría con frecuencia, pues el contrato de Korda había omitido aclarar que el director tenía obligación de aceptar el consejo de Selznick. En los días ,que siguieron, Reed atajó cada pelota como un admirable jugador de críquet.
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    Seriales varios

    Fray Nelson trae una serie de posts ( 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10) sobre la Iglesia, a cuarenta años del Concilio Vaticano II. Es raro que me caigan bien las reflexiones con semejante tema (por un motivo u otro); pero este tono de este dominico, equilibrado sin ser gris, me gusta.

    Otro dominico, nuestro admirado Tom de Disputations, ha estado comentando (1 2 3 4 ) algunos aspectos teológicos de Narnia -de moda estos días, ya saben-. Aunque a él le gusta la obra, encuentra muy poco satisfactorio el concepto de Aslan… que según él no sería una «figura de Cristo«, como suele decirse, sino la misma persona de Cristo. Y, si es así, dice Tom, la obra parece malograda; y más: peligrosamente malograda.
    ….contrary to what some say, Aslan is not a Christ-figure. In Lewis’s stories, Aslan does not represent Christ, he is not an allegorization of the kingly and untame aspects of Christ that were downplayed in 1950’s England.
    Aslan is Christ. He is meant to be the identical Person Who became man and died for us, the very Word made flesh (albeit different flesh in a different world) we worship, the Son of God present on our altars.
    […] certain defenses of Aslan, Narnia, and Lewis are non-starters. You can’t defend it by saying Lewis was trying to write literature, not theology; that’s a false dilemma, and including a character who is supposed to be God is doing theology.

    […]There’s a certain irony that a decision that makes Narnia such a fresh and original story makes it so flawed at the same time, that what excites so many Christians about the story is its weakest part.
    […] «Suppose the Second Person of the Trinity became, not a man in our world, but a lion in a fairy tale world.» Isn’t this pretty much what Lewis himself said was his thought going into writing LWW?
    So, very well, that incarnation is not the Incarnation, and the same rules do not apply. But there don’t seem to be any rules to the Aslan incarnation — no reason for it, no cause of it, nothing really to it apart from a focal point of divine power.
    For me, that raises questions about Lewis’s own understanding of the Incarnation, and more pertinently about the evangelical dimension of the Narnia stories to which some Christians cling so tightly. If the Son as lion is so utterly different rom the Son as man, what’s the value in supposing the Son as lion? Whatever it is, it isn’t in the theological insight Lewis brought to bear in creating the character of Aslan.
    Muy interesante -y polémico, como pueden imaginar, y comprobar en los comentarios. No estoy seguro de estar de acuerdo. Y en verdad no tengo derecho a formarme una opinión: nunca conseguí leer completas las crónicas de Narnia, nunca lograron atraerme.

    Y ya que estamos de seriales, vaya una introducción a Flannery O’Connor en seis posts (1 2 3 4 5 6) en Compostela. Una escritora que, en cuanto me tome el trabajo de leerla con cuidado, sospecho que me va a gustar.

    Las desventuras de Tom Bombadil

    Más información sobre el desaguisado editorial. Que a alguien que no sabe contar sílabas se le asigne la tarea de corregir un libro de poesía … resulta difícil de creer, pero así es la cosa.

    No era tan estúpido

    En estos días un lector ateo (no recuerdo si alguna vez dije cuánto me importa -y por qué- tener lectores ateos) entre otras cosas me comentaba que últimamente había ido comprobando que la Iglesia católica es mucho más coherente y racional en sus afirmaciones de lo que antes él sospechaba. Y, aunque esto no lo hiciera dudar de su ateísmo -ni tampoco aceptar esas afirmaciones- lo alegraba descubrir que el catolicismo y la inteligencia se llevan mejor de lo esperado.
    No me meteré por ahora a preguntarme cuán justificado está el prejuicio. Más bien quiero detenerme un momento en esa satisfacción sentida. Me pregunto si será típica, y si será significativa.

    Pongamos que alguien desprecia a la Iglesia y la tiene por estúpida. Un día descubre que no es taaan estúpida. ¿Será esto causa de satisfacción o de decepción?
    No resisto la tentación de imaginar trasposiciones. Primero, cambiar institución por persona: un hombre al que despreciamos y tenemos por estúpido (¿lo despreciamos porque lo tenemos por estúpido, o a la inversa ? cualquiera puede ser, y las dos también, en causalidad recíproca)… ¿nos alegramos al comprobar que no es tan estúpido?
    Y segundo, cambiar intelecto por moral. El que odia a la Iglesia y la tiene por moralmente nefasta; ¿cómo reacciona al descubrir que -en tal o cual cuestión- en realidad hizo el bien? ¿Se alegra o se lamenta?

    Y si combinamos las dos trasposiciones: tenemos un hombre que creemos malo; un día descubrimos que algunas de sus supuestas maldades no eran tales… Con esto, caemos directamente en aquello que decía C. S. Lewis. A propósito de la aparentemente bizantina distinción de «odiar al pecado pero amar al pecador», Lewis ponía un buen ejemplo (uno mismo -que ve y odia sus propios pecados, pero que se duele de ellos precisamente porque no deja de amarse) y un buen criterio, a modo de piedra de toque:
    Es fácil engañarse sobre esto. La verdadera prueba es ésta:
    Supongamos que uno lee en el diario una historia de una atrocidad cometida por nuestro «enemigo». Supongamos que después surge alguna evidencia que indica que esa historia podría no ser completamente verdadera, o no tan mala como se la presentó.
    ¿Qué es lo primero que uno siente? ¿»Gracias a Dios que él no es tan malo como para eso»? ¿O más bien un sentimiento de desilusión, o incluso una decisión de aferrarse a la primera historia por el simple placer de creer a nuestro enemigo lo peor posible?
    Y bien, el que me haya seguido hasta acá, entenderá por qué me alegró saber de la alegría de aquel ateo. No por una cuestión partidaria, no porque esto lo acerque a convertirse… sino porque es signo de buena salud. Y más: se me ocurre que el caso debe ser menos raro de lo que algunos católicos tendemos a imaginar.
    Por otro lado, tengo la vaga sospecha de que es más fácil esa alegría en el plano intelectual («mirá vos, no era tan estúpido») que en plano moral («mirá vos, no era tan malvado»); sea con la Iglesia o con otra institución, o persona. No sé por qué será… si es que es así.

    La enésima lectura

    No sé cuántas veces había leído esta Asterix. No sé cuántas veces había pasado por este cuadro. Muchas. Pero recién ayer capté la alusión.

    Poca penetración de lectura de mi parte, sí. Pero quien más, quien menos… quién sabrá leer todo lo que hay entre líneas…

    Ahora… para que haya algo que descubrir en cada nueva lectura, es necesario que el autor apunte alto. Si toda su obra está hecha con la preocupación de que todos entiendan todo… pues bien, todos entenderán todo lo que el autor quiso decir; es muy probable. Pero nada más.

    Yo, aviso, por las dudas: no quiero entender todo.
    Si todo es entendible, es que no valía la pena el esfuerzo de abrir el libro.

    Y si alguno cree que esto es una alegoría, bien puede creerlo.
    Y si alguno no entiende de qué se trata… no por eso vaya a creer que esa es una virtud de este blog (en este caso, es uno de sus defectos), y no malgaste su tiempo releyendo.

    País generoso

    Voy el domingo a la primera misa de mi parroquia (8:00), con la esperanza de que la menor concurrencia, el predominio de ancianas -y quizás el vago sopor que flota en el aire un domingo a tal hora- la torne más… discreta. Vana esperanza.
    Ni la hora temprana ni el público raleado hace mella en el histrionismo del cura sonriente, que emprende el sermón con un entusiasmo que hace temer lo peor.
    Y habla y habla, largamente, con tono de tono de animador infantil:
    «Bueno, bueno… Como todos saben … hoy es el tercer domingo de ….. ? » «Adviento», responde con docilidad el público de las primeras filas… sesenta años promedio, y me quedo corto… «Bla bla bla bla… Adviento es el tiempo de preparación para la …. ? » (Navidad, responden. Preguntó eso, sí, les juro). Si estoy acostumbrado a la liturgia mediocre (constantemente salpicada de mejoras… al criterio del celebrante), el sermón ya es pesadillesco. Trato de tomarlo con humor y/o caridad, pero es demasiado para mí.
    … y viene bien que hablemos de la alegría, hoy, saben, porque este domingo de Adviento, saben ¿cómo se llama? ¿Alguno sabe? …. Bien, bien… eso es… Laetare… Muy bien, Norma. Laetare, o Gaudete. Bueno, creo que así se pronuncia… Es latín, ¿no?…. Saben (acentúa aún más la sonrisa socolinskiana), la verdad es que yo terminé el seminario porque este es un país muy generoso.

    La ira de los buenos (3)

    Por enésima vez un lector se muestra perplejo ante mis prevenciones anti-anti-abortistas, entre otras, y me pregunta si acaso estoy diciendo que los católicos no deben meterse a pelear por temas que hacen a la vida social, como si la Iglesia no debiera inmiscuirse en asuntos temporales.
    Y no, no estoy diciendo eso.
    ¿Acaso -me dicen también- estás diciendo que hay que distinguir el bien que uno (católico, pongamos) sale a defender, y el modo en que lo defiende ? Eso es obvio, uno puede defender más o menos mal algo que está bien; pero eso no quiere decir que lo que defienden esté mal … ¿no?
    Más o menos.

    Volvemos a lo de los fines y los medios. Y no es muy distinto a lo del tono y el contenido; la forma y el fondo.
    No creo que las cosas puedan separarse tanto.
    Más: creo que hacemos mal en separarlas así.
    Así, ¿cómo?

    Para no repetir -al menos no completamente- lo dicho, quedémonos en este plano, de los medios y los fines.

    Hace poco recibí -el mismo día- dos mails con frases en cierta medida simétricas. La primera, uno que (en referencia a mi repudio a los carteles antiabortistas) me decía que «no hay que cejar en la lucha por salvar vidas inocentes». Otro, de un ateo que (en referencia a mi alusión al obelisco forrado) me decía que » toda iniciativa se queda corta para recordar lo importante que es usar (el preservativo, para evitar el sida)».
    El fin no justifica los medios, le recordé al segundo (el primero fue anónimo) y él (que ignoraba que los católicos tenemos al uso del preservativo por pecaminoso, pero que sabe razonar) lo aceptó; no aceptó la conclusión, claro, por no aceptar la premisa menor, pero aceptó la mayor y el razonamiento.

    El fin no justifica los medios.
    Bien. ¿Y entonces? ¿Tenemos claro lo que significa eso? ¿Lo aceptamos? No estoy seguro.

    En primer lugar, eso significa que uno no puede hacer el mal para obtener el bien [*]. Lo cual nos suena muy razonable. Bien. Pero a la hora de la verdad, en la hora de la tentación, tendemos a olvidarlo… creo. Más: tendemos a ignorar que existen tentaciones por ese lado. Y tendemos a separar demasiado los medios de los fines, a disculpar o minimizar el mal que hacemos en nuestra militancia, un mal que pesa poco y nada -en nuestra alma- frente al bien al cual tendemos. Un pecado ocasional -un error táctico, un tropiezo- que apenas se ve, sobre el fondo de virtud; esto, el bien, es lo esencial, y esto no se ve manchado -al menos no fatalmente-, por más culpables que sean los medios.

    Hay mucha tela para cortar acá.
    Empiezo con este corolario tentativo y probablemente arbitrario: demos vuelta el axioma, y digamos que el hecho de que usemos (o nos sintamos tentados a usar) medios malos, es indicio de que en realidad no estamos tendiendo al bien que creemos tender.

    La indulgencia del clan

    … Hasta que publiqué este libro [Brighton Rock, 1937], como sucede a cualquier novelistas, unas veces me habían elogiado y otras veces me habían censurado, con sobrados motivos, por torpezas del oficio. Pero de pronto descubrieron que yo era «un autor católico» (expresión detestable).
    Los católicos empezaron a tratar con demasiada blandura ciertos defectos míos, como si yo hubiera sido miembro de un clan y no pudieran excluirme de él, mientras que algunos críticos no católicos parecían pensar que, en cierto modo, mi religión me procuraba una injusta ventaja sobre mis colegas. […]
    Muchas veces, desde entonces, me he visto obligado a declarar que no soy un escritor católico, sino un escritor que además es católico.
    La cita es de Graham Greene, de una especie de autobiografía literaria (es decir, sobre su vida de escritor) que estoy leyendo estos días.
    Aunque no estoy seguro de entender —o coincidir— con lo último, ni con la cita de Newman que trae a continuación («la palabra definitiva sobre ‘la litaratura católica'», dice), ni con el catolicismo de Graham Greene en general … si es que esto último tiene algún sentido.
    Dice Newman:
    Afirmo, por la naturaleza misma del caso, que si la literatura ha de ser un estudio de la naturaleza humana, no puede existir una literatura cristiana. Es una contradición en los términos intentar una literatura sin pecado acerca del hombre pecador. Pueden construir algo muy grande y elevado, algo más elevado que cualquier posible literatura; y cuando lo hayan logrado descubrirán que no es en modo alguno literatura.

    Armonías

    Me había solicitado un lector los acordes de algunos tangos. Aprovecho el pedido (y que hace poco conseguí unas partituras…) para empezar. Vamos pues con El día que me quieras y Los mareados.
    Se reciben correcciones y dudas.

    «El día que me quieras» tiene sus complicaciones (siempre me han llamado la atención algunas músicas de Gardel), y me pregunto si la armonización será cosa de él o si los arregladores del norte habrán metido mano.

    Cosa abierta

    Santa Teresa buscó amistades en todas partes, porque las necesitaba. Uno de los reproches más vehementes que contra ella concibieron era que buscaba amistades no monjiles -y hasta masculinas!
    El creer que el claustro, la clase o el clan a que pertenezco es un mundo completo, agota la creación y en él se halla todo cuanto un hombre puede necesitar es una de las vanidades más ridículas y siniestras.
    Según la palabra de Cristo, la misma Iglesia Católica es una cosa abierta, y fuera de sus recintos se encuentran almas que le pertenecen sin saberlo.
    Una nota del padre Castellani; de sus papeles sueltos, escritos en Barcelona, año 1947 o 1948.
    Otra de la misma fuente:
    Es mala seña para un cuerpo social que la preocupación por la unión se sobreponga a la preocupación por la finalidad; que el cuerpo piense demasiado en sí mismo, antes y más que en el objeto real que constiutye su razón de ser: es exactamente lo que les pasa a los enfermos, según nota Santo Tomás: «El fin de una cosa no puede ser su propia conservación«.
    Cuanto más sana está una sociedad, más se olvida de su «cuerpo», absorbida en su «objeto». En las Actas de los Mártires y en la Suma de Santo Tomás, ni siquiera se menciona a «la Iglesia«, y nunca ha estado la Iglesia más vigorosa que cuando se ignoraba como «cuerpo» —o no se acordaba mucho.