Otra leve rareza: que gente que -al parecer- conoce bien a Bloy edite una selección con este título, cuando el mismo Bloy había publicado, con ese mismo título, una selección hecha por él mismo.
Copio un fragmento, de una carta a su novia, que va bien con este tiempo:
Uno de los más grandes poetas del género humano, el antiguo Juvenal, a quien adoro, decía que «los niños merecen nuestro mayor respeto».
Y ahora pienso en aquellos
dos animales silenciosos, de los que ya Isaías hablara, y que con su aliento daban calor al débil cuerpecillo del Niño Jesús.
Pienso asimismo en José y en María, silenciosos igualmente, que, en virtud de un milagro, pudieron contemplar sin caer fulminados de amor a Aquel nacido a quien la Iglesia sublime llama Padre de los pobres.
Esa infancia, según la tradición, fue solemnemente silenciosa y rodeada de silencio, porque el amor respetuoso que infundía el Niño era inexpresable con palabras.
Sin embargo, como tú bien lo sabes, mi querida Juana, todo lo que el Evangelio nos, relata debe considerarse no sólo como símbolo divino, sino también como precepto y ejemplo. Al ignorar en absoluto los designios de Dios con respecto a cada una de sus criaturas humanas, yo creo que el más débil y tierno de los niños debe inspirarnos un temor respetuoso, y una especie de veneración profunda…
Esa infancia, según la tradición, fue solemnemente silenciosa y rodeada de silencio, porque el amor respetuoso que infundía el Niño era inexpresable con palabras.
Sin embargo, como tú bien lo sabes, mi querida Juana, todo lo que el Evangelio nos, relata debe considerarse no sólo como símbolo divino, sino también como precepto y ejemplo. Al ignorar en absoluto los designios de Dios con respecto a cada una de sus criaturas humanas, yo creo que el más débil y tierno de los niños debe inspirarnos un temor respetuoso, y una especie de veneración profunda…