… Hasta que
publiqué este libro [Brighton Rock, 1937],
como sucede a cualquier novelistas,
unas veces me habían elogiado y otras
veces me habían censurado, con sobrados
motivos, por torpezas del oficio.
Pero de pronto descubrieron que yo era
«un autor católico» (expresión detestable).
Los católicos empezaron a tratar con demasiada blandura ciertos defectos míos, como si yo hubiera sido miembro de un clan y no pudieran excluirme de él, mientras que algunos críticos no católicos parecían pensar que, en cierto modo, mi religión me procuraba una injusta ventaja sobre mis colegas. […]
Muchas veces, desde entonces, me he visto obligado a declarar que no soy un escritor católico, sino un escritor que además es católico.
La cita es de Graham Greene, de
una especie de autobiografía
literaria (es decir, sobre su vida de escritor)
que estoy leyendo estos días.
Los católicos empezaron a tratar con demasiada blandura ciertos defectos míos, como si yo hubiera sido miembro de un clan y no pudieran excluirme de él, mientras que algunos críticos no católicos parecían pensar que, en cierto modo, mi religión me procuraba una injusta ventaja sobre mis colegas. […]
Muchas veces, desde entonces, me he visto obligado a declarar que no soy un escritor católico, sino un escritor que además es católico.
Aunque no estoy seguro de entender —o coincidir— con lo último, ni con la cita de Newman que trae a continuación («la palabra definitiva sobre ‘la litaratura católica'», dice), ni con el catolicismo de Graham Greene en general … si es que esto último tiene algún sentido.
Dice Newman:
Afirmo, por la naturaleza misma del caso, que si la literatura
ha de ser un estudio de la naturaleza humana, no puede
existir una literatura cristiana. Es una contradición en los términos
intentar una literatura sin pecado acerca del hombre pecador.
Pueden construir algo muy grande y elevado, algo más
elevado que cualquier posible literatura; y cuando lo hayan
logrado descubrirán que no es en modo alguno literatura.