Archivo por meses: julio 2005

Bien andé y mal acabé

En el grande Buenos Aires
existe un hombre más solo
que un aviador en los aires
y que un polista en el Polo.
Aglaé, santa Aglaé
bien andé y mal acabé.
Vamos!… que te guste Castellani… vaya y pase. Pero que te gusten las poesías de Castellani… ¡estás mal!
Bueno… no es necesariamente que me gusten. A veces a uno se le pegan cosas, viste… canciones que no son buenas y que sin embargo te acompañan aunque no quieras (yo tengo el «Blues de Rosario» de Memphis, un tema de tercera, dándome vueltas en el cerebro desde hace más de diez años, y no me lo puedo sacar).

Pero la verdad que estas son argucias; pensándolo bien, y aunque me avergüence confesarlo… me gusta, qué vamos a hacerle.

En su destierro Unamuno
se tragó una biblioteca
y ahora está aprendiendo rhuno
para lograr una beca.
Cecilia, blonda Cecilia,
qué honor para la familia.

Mi juventud ya se fue
mas ¿fue juventud la mía?
y ahora tengo un no sé qué
de jovial melancolía.
Gabriela, fina Gabriela,
mi corazón va a tu escuela.

Te dije: Gracias, querida,
gracias, dije, y te miré…
y me perdiste la fe,
tras de salvarme la vida.
Teresa, dura Teresa,
la mirada también besa.

Con tal sin embargo que…

Las colegialas católicas

No se trata de la canción de Frank Zappa, sino de una obra de teatro sobre cuatro niñas que va a un «colegio privado católico». O para decirlo con las palabras del cronista:
…una comedia que explora el crecimiento de cuatro nenas en una institución religiosa y conservadora

…crecen juntas como mejores amigas, pero también como enemigas, afectadas por un sistema anticuado que se vuelve represor…

«….todo pasa en esa época. Obviamente, repercuten algunas cosas en ellas. Como que los comunistas son como el hombre de la bolsa…»
Es claro: son cucos pasados de moda.
Hoy tienen mejor aceptación otros; los institutos religiosos conservadores, por ejemplo.
«… A mí me toca hacer a «la Sacre Coeur», una monja mala. Pero no todas son así. En todos lados hay gente maravillosa», aclara Weinberg…

…»Al hablar con personas que fueron a colegios católicos, me costaba entender que un niño pudiera sentir que, si muerde la ostia [sic], muerde a Cristo. Ahora, esos cucos, esos mandatos, los recordás y te reís.
Para llorar de risa, sí.
Lo peor es que, me temo, todo esto no debe ser una muestra muy infiel de los frutos de nuestros colegios católicos.

Dibujitos

Seguramente, mi enamoramiento con el estudio Ghibli en buena medida debe ser atribuido a que en realidad aprecio poco el cine. Así, por ejemplo, necesité ver «El viaje de Chihiro» y «Porco Rosso» para comprender lo que cualquiera debe saber: que la música no es un mero adorno en las películas, que forma -o puede o debe formar- parte esencial de ciertas escenas, que con otra música serían otra cosa. Y así con otras cosas, igualmente elementales.
Como sea, estoy contento de haberlo descubierto.

Otra cuestión distinta es si este género (el de los dibujos animados) es un género «inferior», y en qué sentido. Yo, por ahora, no estoy dispuesto a aceptar que lo sea en el sentido absoluto, es decir, como un género que el conocedor debe necesariamente despreciar (cualquiera puede imaginar ejemplos en literatura, o en música). Menos inaceptable me parecería suponerlo un género inferior sólo en tamaño -o profundidad; como si me dijeran que Miyazaki es a Fellini lo un valsecito criollo (Flor de Lino, digamos) es a una sinfonía de Mozart: ambos perfectos, cada uno en su plano; pero planos a distinta altura.
Digo que esto me parecería menos inaceptable, y no me animaría a refutarlo; pero la verdad es que tampoco me convence. Claro que hay una cuestión de hecho: que los dibujos animados en su gran mayoría están hechos para niños, y ellos tienen menos desarrollado el sentido artístico. Pero, naturalmente, esto no quiere decir mucho, porque el hecho puede ser accidental y pasajero, y porque -aunque no lo fuera- podría trazarse un paralelo con los cuentos de hadas (y saldría a relucir Tolkien…).
Hay otra cuestión, más de principio: la aparente superioridad del medio filmado (con actores de carne y hueso) para representar las emociones humanas. Así, se da casi por supuesto que uno hace una película animada sólo cuando quiere mostrar algo «fantástico», con poca «humanidad», algo que sería materialmente imposible o difícil hacerlo «al natural». Así, algunos se cuestionan, por ejemplo con «Los increíbles» de Pixar: ¿eso no podría haberse hecho con actores reales?
Pero no veo cómo este supuesto puede basarse en principios generales. Es como decir que el arte de pintar el retrato de una persona o un paisaje no tiene mucho sentido desde que tenemos la fotografía (curiosamente, acá la situación es -¿o era?- a la inversa; más bien se supone que el medio más «realista» corresponde al género menor). ¿Y por qué no podría ser valida, en alguna medida, la analogía (animación/filmación=pintura/fotografía) ? Yo no lo sé, y sospecho que es una cuestión ya trillada y respondida por gente que sabe del tema.

Pero… miren ustedes esta imagen. Haciendo click pueden ver el fondo más grande, sin los personajes.
Es de «Omohide Poro Poro» (no pongo el título en castellano porque no lo tiene).
Díganme si la composición de esa escena (en la película dura 12 segundos) no es más digna del arte de un pintor que de un fotógrafo. Díganme si no es un rasgo de genio el detalle de ese cartel de contramano -cómo algo tan pedestre y marginal puede resultar tan inevitable como una palabra que completa una rima.
Y no sé si pueden imaginarse que alguien conciba y realice algo así en una película filmada; yo no puedo imaginarmelo. (Pero … no hace falta que vuelva a hacer constar mis limitaciones).

Los dejo con una reseña en español y otras dos imágenes.

Oliva y aceituna

— [Miradamescua] … He ahí, justamente. Lo que yo le venía diciendo. Dios nos hace bien através y apesar dese mecanismo pesado y mundano que llamamos la Una Santa Católica y Apostólica Iglesia Romana. Nos hace bien a veces porque quiere, y a veces no. La Santa «Madre» Iglesia se portó conmigo como una hiena.

— [Ducadelia] No exagere usted tampoco. Y no olvide: después lo reparó, caro amigo. Por mucho que usted haya sufrido…

— «Circumdererunt me gemitus mortis, dolores inferni circumdererunt me«, dijo el andaluz con exageración, pero guiñando un ojo.

— Por grande que haya sido la tropelía que sufrió, no será mayor que las mías; y yo seguí creyendo en la Iglesia, aunque con tentaciones, como en estos malos versos aquí. Y mis tropelías no son mayores que quemar vivo a Juan Huss o a Giordano Bruno; y, sin embargo, incontable multitud de hombres concienzudos y sabios siguieron creyendo en la Iglesia, aunque desaprobando en su corazón esos hechos; los cuales no son tampoco indisculpables, como usted mantiene. Parecería que usted es incapaz de perdonar.

— Dígame, ¿cree usted en las indulgencias plenarias?

— Sí.

— ¿Cree usted en el agua bendita?

— Sí.

— ¿Cree usted en la ciencia de los jesuitas?

— Bueno… no tanto como en el agua bendita.

Rieron los dos. Era en vano. El Papa trataba de convencer a su guasón interlocutor de que «Iglesia» se dice en tres sentidos; hay la Iglesia que es el proyecto de Dios y el ideal del hombre, y está comenzada en el cielo, la «Esposa», a la cual San Pablo llama «sin mancha», una; hay la Iglesia terrenal, donde están el trigo y la cizaña mezclados para siempre, pero se puede llamar «santa» por su unión con la de arriba de por la gracia, dos; y hay la Iglesia que ve el mundo, «el Vaticano», que trata con el mundo; que está quizás más unida con el mundo que otra cosa, y que desacredita el todo.
Miradamescua replicaba que a él no le vinieran con distingos: oliva y aceituna, todo es una
El diálogo es de «Juan XIV», aquella recién mentada novela de Castellani, (justo al ladito de las indulgencias…). Y debo un post introductorio acerca del finado Castellani, que debe ser un escritor desconocido para los no argentinos; y aun para muchos argentinos.
Para el caso, tal vez convenga anotar que el personaje Ducadelia (Papa en la novela) vendría a ser el mismo Castellani; y que fue sacerdote …y jesuita, hasta que -como decimos por acále dieron el olivo.

Y a ver esas palmas

La doxología (con Google cualquiera sabe de liturgia) es una parte importante de la Misa en la que… bueno, copio de acá:
Doxología final

La gran plegaria eucarística llega a su fin. El arco formidable, que se inició en el prefacio levantando los corazones hacia el Padre, culmina ahora solemnemente con la doxología final trinitaria. El sacerdote, elevando la Víctima sagrada, y sosteniéndola en alto, por encima de todas las realidades temporales, dice:

«Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos».

Este acto, por sí solo, justifica la existencia de la Iglesia en el mundo: para eso precisamente ha sido congregado en Cristo el pueblo cristiano sacerdotal, para elevar en la eucaristía a Dios la máxima alabanza posible, y para atraer en ella en favor de toda la humanidad innumerable bienes materiales y espirituales. De este modo, es en la eucaristía donde la Iglesia se expresa y manifiesta totalmente.

El pueblo cristiano congregado hace suya la plegaria eucarística, y completa la gran doxología trinitaria diciendo: Amén. Es el Amén más solemne de la misa.

(Adviértase aquí, por otra parte, que es el sacerdote, y no el pueblo, quien recita las doxologías que concluyen las oraciones presidenciales. Y esto tanto en la oración colecta -«Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina», etc.-, como en la plegaria eucarística -«Por Cristo, con Él y en Él», etc.-. Y que es el pueblo quien, siguiendo una tradición continua del Antiguo y del Nuevo Testamento, contesta con la aclamación del Amén.)
Pues bien, últimamente (el domingo pasado, entre otras veces) me encuentro con curas —de sensibilidad «desacralizadora», en general; de esos capaces de pedir un aplauso en un Vía Crucis— que hacen recitar a todo el pueblo toda la doxología. Supongo que les parece más participativo. Y supongo que su preocupación principal al decir misa es la de ser creativos.

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Los padres de María

Hoy es el santo de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María.

Sí, también vendrían a ser los abuelos de Jesús … si quieren. De hecho, el cura hoy se agarró de esto para hacer su sermón, sobre los abuelos que miman a los nietos, y que lindo esto y qué lindo lo otro, y todas esas cosas. Inmenso fastidio y frialdad de mi parte;pero acaso sea culpa mía.
El caso es que a mí ese título («los abuelos de Jesús») no me interesa en lo más mínimo —si me apuran, hasta les diría que me suena impertinente (casi como cuando se refieren a la Navidad como «el cumpleaños de Jesús«); pero no me apuren.

A mí, lo único que me importa (y no me importa poco) es que son los padres de María. Sin pecado concebida.

Mea culpa

Siento —sobre todo en estos meses— una envidia furiosa hacia los que saben dibujar. Agravada porque entiendo esto : que no se trata sólo de técnica y práctica: se trata sobre todo de saber ver (ojos y cerebro, antes que manos y dedos). Ver formas, y entenderlas: poder intuirlas, registrarlas, imaginarlas, reproducirlas.
Una de esas habilidades que a uno le asombra no tener -parece algo tan natural…

Al comienzo de este video se ve a Miyazaki dibujando a Chihiro.

Santiago

Leía ayer la carta de Santiago. Montones de versículos notables, en los que nunca me había fijado demasiado.
Dicen que Lutero malquería esta epístola, porque no casaba con su visión de la justificación por la fe exclusivamente. Santiago, en cambio, dice clarito «el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.» Esto lo sabía, es muy conocido. No me había fijado, sin embargo, en otros rasgos muy «católicos». El versículo final, por ejemplo….
el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.
… es impresionante -y probablemente tampoco del gusto de Lutero, supongo yo.

Pero lo que más me llamó la atención es el versículo 4:17 :
Entonces, aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.
Brrr. ¿Qué quiere decir esto? Así suelto y a primera vista, parece tratar del pecado de omisión: contra el que sabe -y tiene capacidad para- hacer un determinado bien y se abstiene de hacerlo.
Sin embargo, mirándolo en su contexto, me parece que no se trata exclusivamente de omisión, pareciera que acá «no hacer el bien» es lo mismo que «hacer el mal». ¿Será así?
Claro que, en ese caso, la frase sonaría un poco tautológica: si igualamos el significado de «no hacer el bien», «hacer el mal», «pecar» …. vendría a decir que el que, sabiendo hacer el bien, hace el mal… hace el mal. A menos que «pecado» tenga acá un peso (religioso) que añade algo esencial al concepto (ético) de simplemente «hacer el mal». Con lo cual, una persona que hace el mal sin conocer el bien (el Bien?), está meramente haciendo el mal; pero si conoce el Bien, está pecando.
No sé con cuál explicación quedarme; y no sé si tengo que quedarme con alguna.
Y no tengo a mano ninguna exégesis… ¿Opiniones?

Veintitrés tristes tigres

Es titular principal de tapa:
Las misas clandestinas de monseñor Baseoto

Investigación exclusiva. Se convocan con sigilo por cadenas de mails. Reúnen a represores, ex comisarios bonaerenses y cruzados civiles [sic!] contra los avances en educación sexual, derechos de la mujer y los gays. Fotos y testimonios. La conspiración que ve el Gobierno.
Tiene gracia, además, que conjuguen el último verbo en tercera persona.

Y en un alarde de coordinación táctica, veo en los kioscos en estos mismos momentos, un título de parecida catadura en «Veintitrés Internacional»: “El plan del Papa para dividir Europa”.

Me quedan dos dudas.
Primero ¿De dónde proviene el título de la revista? Porque tal vez sea el tope de edad requerido para escribir ahí. Eso explicaría algunas cosas.

Segundo: cuando me topo con desbarres tan notorios en medios de este estilo (en medios … sectarios, digamos; no necesariamente de izquierda), me da curiosidad de saber cuál será la reacción del público habitual y fiel… ¿Les quedará algún resto de sentido crítico, se detienen a tratar de separar la paja del trigo ? ¿Alguna vez se hacen un lugarcito de calma en medio del fragor militante, enfrían la cabeza, abren los ojos y logran confesarse -a sí mismos o sus compañeros de lucha- «bueno… la verdad es que esto … esto ya es una estupidez… una falsedad… una bajeza»?
Me temo (pero sólo puedo basarme en mis pobres recuerdos de mi pobre adolescencia) que eso debe ser muy raro.

Un poquito de desprecio

Ducadelia (cura argentino, hecho Papa) discute con Miradamescua (obispo andaluz). Ambos con sus berretines literarios, y otras rarezas comunes.
— … Vengan esos versos.
— Los perdí —exclamó Duca—. En el Cerrillo.
— ¿Dónde queda eso?
— En Chile. Hermoso país. En el eródromo. No tengo copia.
— ¡Que me mate Dios! ¡Después a mí me dicen distraído!
— Me dio el desgano. Desprecio ya la literatura. Hay que despreciarla un poco, Mira. Queme esos tercetos suyos y le perdono yo.
— Es una poesía mística. Y es buena. Es mía.
— ¡Mística un cuerno! Es una declaración de amor. Mística bastante patuda. Esas que dice San Jerónimo que empiezan en espíritu y acaban en carne…
— Todos los poetas místicos, empezando por el Cantar de los Cantares, han usado comparaciones del amor profano, y aun carnal. Bueno, me voy.
— Espere, no huya. Con un tono distinto. Juan de la Cruz y Angelus Silesius…
— El tono poco importa. Cada cual tiene el suyo, pispajo.
El tono es el que hace la música, caro amigo…
Es de una novela, no hace falta decirlo.
De Castellani (hace falta decirlo?).

Indulgencias (y autoindulgencias)

Este «año de la eucaristía» empezó en octubre de 2004 y termina en octubre de 2005. Vale la pena acordarse, creo yo, porque, por disposición de Juan Pablo II, en este tiempo se puede ganar una indulgencia plenaria (eh… si hay lectores no católicos frente a la pantalla, favor de cambiar de blog, o de post; esto de las indulgencias no es un tema de lo más digerible para los de afuera…).
Queda dicho, pues. No digan que no les hice acordar.

Bueno… si de digerir se trata, también un católico puede tener problemas con algún aspecto del asunto. Y no pienso en los racionalistas o progresistas ahora.

Como es sabido, una de los requisitos para alcanzar la indulgencia es rezar «una oración por las intenciones del Papa». Y a algunos esto se les hace cuesta arriba. Y no, ya les dije, no estoy pensando en los progresistas.

Era a fines del año pasado… los de «Panorama católico» (catolicismo de derechas, tradicionalismo con simpatías lefevbristas, ya saben) rezaban por la salud del Papa (Juan Pablo II) y por sus intenciones… con algunos reparos.
Y advertían a los católicos ingenuos —como uno— que :
…lo que la Iglesia denomina «Intenciones del Sumo Pontífice» son las detalladas arriba. No, como suele creerse, las que cada Papa determine a su voluntad, en su fuero íntimo o público. Son las de todos los Papas de todos los tiempos.
El detalle mencionado consiste de : «la exaltación de la Iglesia Católica, la extirpación de las herejías, la propagación de la fe, la conversión de los pecadores, la paz y concordia de los príncipes cristianos.»
Las intenciones de este listado, y no otras, serían las intenciones del Papa, pues…
Es de suponer que esta advertencia va dirigida a tranquilizar las conciencias… de los lectores de Panorama (ellos son demasiado católicos como para rezar por las intenciones «personales/subjectivas» de un tipo de ortodoxia tan dudosa como Juan Pablo II).

Bueno, tal vez ahora no necesiten tantas explicaciones tranquilizadoras, vaya a saber.

Ahora ¿de dónde salió ese listado tan técnico de intenciones impersonales? Yo no lo sé. Por el firme tono magisterial con que lo explican, yo supuse que les sería fácil respaldarlo con algún documento más o menos oficial. Pero les pregunté, y nada. Tal vez algún lector pueda iluminarme.
Yo, buscando en la web, sólo lo encontré en inglés, en una página de la SSPX. Como verán, el listado está textual, aunque tampoco mencionan la fuente. Sí contiene un contexto más explícito -es la SSPX, es un poco más franca-, que viene de perillas para ilustrar (por si alguien le hace falta) el espíritu de estos católicos, y por qué necesitan ese tipo de coartadas. La pregunta dice más que la respuesta:
(Pregunta un lector; negritas son mías) Yo rezo por el Santo Padre y por su conversión… pero no me pidan que rece por las intenciones de Juan Pablo II! Acaso puede agradar a Dios que uno ruegue por el éxito de algún encuentro ecuménico, o, si a eso vamos, para que los Católicos de la Tradición abandonen su lucha?

(Responde un cura de la SSPX) Su intepretación sobre las intenciones subjetivas de este particular papa serán tal vez correctas, pero eso no tiene nada que ver con la cuestión. Cuando rezamos «por las intenciones de Nuestro Santo Padre el Papa» estamos rezando por algo objetivo, algo ya determinado y fijado por la Iglesia hace tiempo atrás…
.. y sigue el listado.
¡Cuán típico es esto!

Y bien, yo no sé nada de dogmática, soy un ignorante; tengo el Denzinger en la biblioteca pero lo he frecuentado poco, y cada vez menos. Tal vez tenga alguna base sólida ese tecnicismo -bien comprensible por otra parte- de las intenciones «objetivas» (de algún lado lo habrán sacado!). Y entiendo perfectamente que uno puede entender de una manera demasiado terrena lo de «rezar por las intenciones del Papa». [*] Epidémicamente hablando, claro está que no debo esperar que todos sus deseos se cumplan (eso sólo valdría para Dios); incluso puedo rezar para que alguno no se cumpla.

Ahora… me parece que estos se caen del otro lado del caballo… y peor. Porque rechazar una interpretación subjetiva-ingenua inadmisible (caricaturizada: «las intenciones que cada Papa determine a su voluntad») para poner como alternativa necesaria ese objetivismo seco y muerto, transformar las «intenciones del Papa» en un algo ya «fijado», completamente ajeno a la persona concreta (y completa) de este Papa que tenemos, desgajar con esa brutalidad (¡otra que «dualismo»!) los planos irreductibles en los que se da la vida de la Iglesia -planos subjetivos y objetivos, personales e impersonales- para ahorrarse determinadas incomodidades y aporías, es de una estulticia y una mala conciencia digna de herejes.
(Y -por si alguno de allá llega a leer esto- aclaremos que usamos esa última palabra no en su acepción técnica sino, digamos, en la chestertoniana).

Yo, qué quieren que les diga, me quedo con los ingenuos.


[* Y recuerdo ahora, hace años, cuando mi hermana le dijo a una amiga muy querida, «Que se cumplan todos tus deseos», yo -algo jansenista acaso- lo encontré objetable. Hay que desearle el bien, le dije no que se cumplan sus deseos; uno puede tener deseos malos. Mi hermana no me hizo mucho caso, claro]

250 palabras

Un montón de palabras lindas —por distintos y algo arbitrarios motivos: sonoridad, «redondez», simplicidad, exotismo, ingeniosidad, evocaciones— de este lindo idioma que nos ha sido dado.
Extraídas (con una selección sumaria, y algún que otro agregado de mi cosecha) de «diez palabras«.
Para saborearlas, conviene leerlas no muy rápido, y pronunciándolas… aunque sea mentalmente; como la poesía (después de todo, el que no entiende el sentido de esto tampoco puede gustar de la poesía).
abedul – abril – aceituna – acrobacia – agua – aguja
ajorca – alacena – álamo – albahaca – alféizar
algarabía – aljibe – almendra – almíbar – almohada
alquimia – ámbar – ambiguo – ancla – anhelo – añoranza
apacible – aprendiz – araña – arena – arpegio – arquetipo
arrabal – arrebato – artilugio
ascuas – astrolabio – atajo – azul
bahía – baladí – bambú – barlovento – barroco
beduino – bicicleta – boca – bombilla
bretel – brisa – brújula – bruma – burbuja
café – calandria – calendario – caléndula – candela
candombe – cáñamo – caracol – carmesí – carpintero
cascabel – castaño – cataplasma – catarata – caudal
celeste – ceniza – ceremonia – chocolate
chubasco – ciego – cimarrón – clave – cocodrilo
colibrí – colorado – compañero – cosmogonía – costurero
crepúsculo – cresta – crisálida
cristal – cruz – cuaderno – cucaracha – culebra
damajuana – dársena – desazón – despacio – desparpajo
diapasón – diáspora – duermevela – duna
ecuación – efímero – encrucijada – ensimismado – entusiasmo
eremita – erizo – errante – escabeche – escarabajo
escarcha – esfera – espejo – espina – estero – estupefacto
fantasma – filigrana – forastero – frenesí – fresco – fuga
gana – ganzúa – garganta – gato – golondrina – granate
hexámetro – hiedra – hipopótamo – hojarasca – huella – humo
inextricable – inmenso – iridiscente – itinerario
jacarandá – jamás – jarabe – jota – juglar
laberinto – lágrima – lámpara – latitud – laurel
lechuga – leña – levadura – libélula
líquido – luciérnaga – lumbre – luna – luz
madreselva – madriguera – magnolia – majada – mandarina
mandíbula – mandrágora – mano – mansedumbre – manteca
margarita – marroquí – mecánica – medusa – melancolía
menta – miel – milonga – misterio – música
nácar – nada – naipe – naranja – nieve
noche – nube – nutria
ojalá
pánico – pañuelo – papel – parábola – peldaño
pena – penumbra – perfidia – perplejo – picaporte
pie – piel – pimentón
pincel – polvo – pordiosero – pulpo – púrpura
quebranto – querencia – quimera
relámpago – reloj – remanso – remolino – rojo
sándalo – sangre – secreto – sendero – simiente
sintaxis – soledad – sombra – sonsacar – soslayo
sueño – susurro
tálamo – talón – tecla – tempestad – tenaz
terciopelo – tertulia – tetera – tilo – tinta – titiritero
tomate – tormenta – tortuga – trapecio – triciclo – trueno
umbral – uña
variopinto – vendaval – veneno – ventana
verbena – vértigo – vestigio – violeta
yuyo
zaguán – zapato – zozobra

[Actualizado: por sugerencias de lectores, reemplazamos algunas; siguen siendo 250]

Los santos desconocidos

Mi pequeña diatriba contra la devoción a San Expedito (y afines) puede ser contra-objetada -desde la posición católica- por dos frentes. (Bueno, tal vez más; pero estos son los que me interesan).

Primero. Una de los reparos era contra la devoción a un santo cuya vida es totalmente desconocida por sus devotos. Si yo rezo a un santo, es porque lo conozco en cuanto santo, porque lo veo como alguien que ha llegado a ser santo viviendo en un tiempo histórico. No digo que haga falta saber su biografía; bien basta un conocimiento muy sumario, vago -incluso legendario-, pero en todo caso debo saber «quién es» (o, lo que es lo mismo, quién fue). Para tomarlo como modelo, en lo posible; y si no, por lo menos para tener una relación real con él, y de algún modo participar así en la comunión de los santos. De otro modo, no estoy rezando al santo X sino a a un ídolo imaginario (como todos los ídolos), un amuleto de la suerte al que le cuelgo el nombre (y la estampita) de San X. El caso de San Cayetano acá en Argentina… Etc.
Pero no estoy seguro de que todo este argumento (implícito en la diatriba) sea tan ortodoxo. No sé si no hay un resabio de rigorismo jansenista acá; el catolicismo es bastante tolerante (lo cual no quita que a veces pueda ser demasiado tolerante) ante estas religiosidades ingenuas, un poco pueriles y un poco paganas, esa especie de folklore tan variopinto y tan desparejo; (cuestión de marketing, dirán los cínicos; pero no nos gastaremos en replicar a los cínicos). Pienso en tipos como San Antonio de Padua; y acaso el mismo San Cayetano.
El diablo se puede agarrar de cualquier cosa, sí; pero Dios también. Y acaso también se pueda aplicar lo de la cizaña que no hay que cortar así nomás.

La segunda contraobjeción… queda para el próximo post.

Música en la City

Camino por Florida (para los de afuera: es una calle peatonal de Buenos Aires, en el microcentro, donde se concentra la actividad comercial-laboral; oficinas, comercios y bancos; mucha gente), y paso frente a varios músicos instalados en la calle.

Uno de ellos (un grupo que toca algo que pretende ser folklore puneño, con timbres new-age) ostenta un cartel «Colabore con la cultura«.
Curioso prestigio el de esa palabra, pienso; al punto que, es de creer, el público está más dispuesto a colaborar con la cultura que a darle una moneda a un prójimo.

A pocos pasos, un cantor sentado en el suelo, con su guitarra, y voz que trata de imponerse -sin mucho éxito-al tumulto. Alcanzo a oir, distraídamente, algunos versos de una canción melódica… «…que tu cuerpo sea mi cuerpo, que mi sangre…« … Nunca falta un puñado de sensualidad, eso siempre gusta, pienso (es un decir; pensamientos reflejos….)… estos letristas, no pueden escribir una canción romántica sin mentar «tu cuerpo»… y … Pero, esa canción, la conozco… ¿no? … me suena.. ¿de dónde? ¿de quién ? … (me pasan por la cabeza algunos cantores populares más o menos románticos y más o menos respetables)… pero… un momento… aahhhh ! (aaagghhh!)…. ¡no puede ser! …. ¡es un canto de misa!
Mezcla de emociones: me hace reír mi «gaffe», me espanta (por enésima vez) la calidad de las canciones de misa, y -sobre todo- me desconcierta la elección del cantor (en muchos años, nunca había escuchado algo así).
A este, al menos, no se le habrá ocurrido colgarse el cartel de «colabore con la cultura», supongo. Aunque, si se le ocurrió cantar eso, se le pudo ocurrir cualquier cosa.

Por la calle Gurruchaga

….Adán se detiene, bajo la lluvia, en la esquina de Gurruchaga y Triunvirato. Desde allí, todavía indeciso, contempla el ámbito fantasmal de la calle Gurruchaga, un túnel abierto en la misma pulpa de la noche y alargado entre dos filas de paraísos tiritantes que, con sus argollas de metal a los pies, fingen dos hileras de galeotes en marcha rumbo al invierno.
Fosforescente como el ojo de un gato, el reloj de San Bernardo atisba desde su torre: no queda ya en el aire ni una vibración de la última campanada, y el silencio fluye ahora de lo alto, sangre de campanas muertas.
Inesperadamente, una ráfaga traidora sacude los árboles, que se ponen a lloriquear como niño: Adán recibe un puñado de lluvia en la cara y se tambalea entre un diluvio de hojas que caen y se arrastran con un rumor de papeles viejos, mientras que los faroles colgantes ejecutan arriba un loco bailoteo de ahorcados. Pasó la ráfaga: el silencio y la quietud se reconstruyen bajo el canturreo de la lluvia. Soledad y vacío, Adán entra en la calle Gurruchaga.[…]

— … No me bastó forzar a las criaturas, exigiéndoles lo que no debían o no sabían dar; sino que, apoderándome de sus fantasmas, les hice cumplir destinos extraños a su esencia, poéticos algunos y otros inconfesables. ¡En cuántas posiciones inventadas me coloqué yo mismo, tejedor de humo, desde mi niñez! Confieso haber imaginado entonces la muerte de mi madre, y haberla padecido en sueños, como si fuese verdadera. Confieso haber derrotado al campeón mundial Jack Dempsey, en el Madison Square Garden de Nueva York, ante la gritería frenética de cien mil espectadores. Confieso haber hecho saltar la banca de Monte Carlo, en una noche prodigiosa, y haberme alejado luego, rico de oro y melancolía, entre una doble hilera de tahures corteses y bellas prostitutas internacionales. Confieso haber padecido la furia de Orlando, a causa de celosos amores, y haber demolido a Villa Crespo, sin otro utensilio que una maza de combate. Confieso haber sido pioneer de la Patagonia, y haber fundado allí la ciudad y puerto de Orionópolís, famosa por su expansión naval, dueña y señora de los siete mares. Confieso haber ejercido la dictadura de mi patria, la cual, bajo mi férula, conoció una nueva Edad de Oro mediante la aplicación de las doctrinas políticas de Aristóteles. Confieso haberme dado al más puro ascetismo en la provincia de Corrientes, donde curé leprosos, hice milagros y alcancé la bienaventuranza. Confieso haber vivido existencias poético – filosófico – heroico – licenciosas en la India de Rama, en el Egipto de Menés, en la Grecia de Platón, en la Roma de Virgilio, en la Edad Media del monje Abelardo, en… ¡Basta!

Adán Buenosayres quiere librarse de aquellos monstruosos hijos de su imaginación que vuelven ahora, uno tras otro, desfilan ante su avergonzada conciencia, esbozan gestos ridículos, posturas teatrales, actitudes malditas. Pero los monstruos insisten; y Adán tiene la impresión de que giran en torno suyo, riendo como demonios, palmeando sus bocas ululantes y guiñando sus ojos malignos, en una ronda carnavalesca.

—¡Basta! ¡Basta! He malogrado mí único destino real, por asumir cien formas inventadas, tejedor de humo. O tal vez, a la manera de un dios inmóvil que, sin alterarse ni romper su necesaria unidad, desarrollase ad intra sus posibilidades, como soñando… ¿Analogía? ¡No! Megalomanía. ¡Sólo un literato!

Espadas angélicas y tridentes demoníacos chocan sin ruido en la calle Gurruchaga: se disputan el alma de Adán Buenosayres, un literato; porque, según la economía suprema, vale más el alma de un hombre que todo el universo visible. Pero Adán no lo sabe, y es bueno que no lo sepa todavía…
Adán Buenosyres, de Leopoldo Marechal.

Bloy y Expedito

De la «Exégesis de lugares comunes» de Leon Bloy. Téngase en cuenta, cuando menciona «los últimos años del siglo pasado», que esto está escrito en 1913.
«Uno no sabe a qué santo encomendarse»
Es una queja que frecuentemente está en boca de gente que no cree en los santos y que es incapaz de hacer por sí misma un voto cualquiera de santidad. A este gente, yo le aconsejaría encomendarse a San Expedito, que tiene sobre los otros santos la ventaja de no haber existido.
Este pretendido mártir, cuya historia es un misterio, fue inventado, según creo, en los últimos veinte años del siglo pasado.
Se lo invocaba para los negocios que iban con lentitud y cuya resolución rápida se deseaba.

Una imagen muy edificante que se vendía en una tienda de artículos piadosos, en los alrededores de «Le Bon Marché» lo representaba blandiendo una espada, en cuya hoja estaba escrita la palabra «Hodie»hoy-, y pisando un cuervo negro que exhalaba la odiosa palabra «Cras», –mañana-.
Así, si uno tenía un vencimiento para hoy, San Expedito lo sacaba del apuro. Si el tren se retrasaba y uno tenía necesidad de llegar en el día, bastaba invocar a San Expedito para tener la seguridad de que el tren llegaría a destino cinco minutos antes de la medianoche. Si uno temía que un daño cualquiera llegara a ser infructuoso después de la puesta del sol, san Expedito intervenía de inmediato.
Y así con todo, en las cosas importantes y en las insignificantes. Un puñetazo en pleno rostro y un puntapié en el trasero llegaban con la misma rapidez que una carta certificada o una esposa vagabunda, y el negro cuervo expiraba graznando.

Es infinitamente lamentable que la autoridad eclesiástica haya condenado esta devoción, tan adecuada a la talla intelectual de nuestros burgueses.
Un poco demasiado duro, diríamos, si no fuera de Leon Bloy.
Que el tal San Expedito haya o no existido, es cuestión discutible -y probablemente irresoluble. (Al fin y al cabo, su figura histórica se ha perdido, haya existido o no; lo que se venera es otra cosa; algo parecido, en distinto grado, pasa con San Cayetano por acá… y con tantos). Me queda la intriga sobre su situación «oficial» en el santoral, y de qué se habrá tratado esa condena eclesiástica. Comparto, de todas maneras, el repudio de Bloy hacia esta devoción -que pasa por modas recurrentes, según parece-, demasiado cercana a las supersticiones de peor calidad que pretenden manipular lo sobrenatural en beneficio propio (me recuerda a «la Virgen Desatanudos» …). Magia, de última. Y la magia, como decía R. Knox, bien puede oponerse a la religión.
En ese aspecto, bien puedo simpatizar con los protestantes (no es que tengan razón, pero tienen razones…) cuando dicen que el culto a los santos tal como lo practica el catolicismo es superstición o idolatría. Y también, contra esto, pueden llegar a simpatizarme esos sublimes experimentos que mentábamos anteayer, que intentan (y no pueden) medir el efecto «mágico» de la oración.

Todo lo anterior, sin embargo, podría ser contraatacado, desde el mismo catolicismo. Veremos, pues, de contraatacarlo.

Aviso

Hoy miércoles a las 17hs, se puede ir a ver «El Viaje de Chihiro», en Rabanal 2275 (Villa Soldati, Buenos Aires). Es gratis; pero supongo que será en video… También la pasan el sábado en otro centro cultural, entre Villa del Parque y Paternal.

Además, en el Cinecomix 2005 (Costa Salguero), y según promete la esquiva programación, tenemos Kiki’s delivery service el viernes 22 a las 11.00, y Mi Vecino Totoro el lunes 25 a las 14.30. Si alguien tiene más datos (calidad de las proyecciones; o alguna otra película del programa que pueda recomendarse…), que avise.

Heidi y Marco

Como un revival de los viejos tiempos en que frecuentaba las listas de correo sobre Tolkien, ahora estoy buscando toda la información que puedo sobre Miyazaki y estudio Ghibli (¿se restableció la comunicación de Kiki con su gato o no? ¿por qué llora Ashitaka cuando Mononoke le da de comer boca a boca? ¿hizo bien en darle a ella el regalo que había recibido de su amiga? ¿qué pasó al final con Porco Rosso? ¿qué hace esa niña sola en la estación de tren, en Chihiro?…)
Un dato que me llamó la atención: en los tiempos prehistóricos, Miyazaki (con Takahata) intervino en un conjunto de series para TV, basadas en obras literarias famosas. Una de ellas (1974), es la famosa Heidi, que yo veía en aquellos mediodías infantiles.
Y otra es «Marco» o «3000 leguas en busca de mamá«. Esta no la conocía; al parecer fue muy conocida en España y México, pero no acá. Lo que me asombró fue descubrir que la serie se basa en «De los Apeninos a Los Andes«, un cuento muy famoso -y muy melodramático- del libro «Corazón» de Amicis, que yo devoraba de chico (y que después perdí, y que hacía no sé cuántos años que no oía ni mentar); y que transcurre entre Italia y Argentina. Curioso.
Por lo que alcancé a ver en la web, la serie no se estrenó acá, al menos no en forma completa. Y sin embargo, hablando el otro día con una amiga, me aseguró que ella estaba segura de haberla visto en TV. No sé. Tal vez algún lector pueda aportar algo. Dice acá
The series is called Marco in the German-broadcast version. It receives frequent reruns in Japan and in Europe (as do many of the World Masterpiece Theater series). However, ironically, in Argentina the series was cancelled before even a third of the series had been aired, though this apparently had more to do with fickle viewers channel-surfing for Dragonball Z than the uncompromising way Argentina is portrayed.
Acá van algunas imágenes argentinas de la serie.


[Actualizado: un montón de lectores (España, Chile, Perú, Venezuela y Argentina) me dicen que han visto Marco. Algunos acotan que la serie era un poco demasiado larga y lacrimógena, lo cual concuerda con algunas opiniones que leí por otros lados. ]

Síndrome

Dicen que de los estudiantes-profesionales exitosos de EEUU, de esos que a edades muy tempranas han alcanzado posiciones laborales de importancia y son tenidos por empresarios precoces y brillantes, más de la mitad -digamos, un 60%- sufren un síndrome que les hace sentir que son un fraude, y «adjudican sus sucesivos éxitos profesionales a la buena suerte, a los contactos o a un mayor esfuerzo que los demás, y no a sus propias habilidades mentales.» .
No sé, a mí me preocupa más el 40% restante.

Deuda de sangre

Buck Grangerford, de los Grangerford que andaban enemistados con los Shepherdson, explica a Huckleberry Finn el concepto de la deuda de sangre. Esto vendría a ser en el sur de los EEUU, siglo XIX. Y el que escribe es Mark Twain. Que, a pesar de su gracia y su independencia, no es un tipo especialmente profundo que digamos, con demasiada tendencia al cinismo adolescente y la burla fácil y corta de vista ( en sus peores momentos, recuerda a Voltaire… o a algunos periodistas ideologizados y con pretensiones de agudeza que hay por acá). Y sin embargo, como se ve, no se limita al lado ridículo del asunto (familias peleadas a muerte -literalmente- sin que nadie se acuerde el motivo original); también ve una especie de grandeza, en los rivales que -en su plano- se admiran y respetan por su valentía reconocida.
En cuanto pude llevarme a Buck donde se guardaba el maíz y estábamos solos bajo los árboles le pregunté:
—¿Querías matarlo, Buck?
—Hombre, claro que sí.
—¿Qué te había hecho?
—¿Él? Nunca me ha hecho nada.
—Bueno, entonces, ¿por qué querías matarlo?
—Pues por nada, no es más que por la deuda de sangre.
—¿Qué es una deuda de sangre?
—Pero, ¿dónde te has criado? ¿No sabes lo que es una deuda de sangre?
—Nunca había oído hablar de eso… dime lo que es.
—Bueno —dijo Buck—, una deuda de sangre es algo así: un hombre se pelea con otro y le mata, entonces el hermano de ese otro lo mata a él; después los demás hermanos de cada familia se van buscando unos a otros, después entran los primos y al cabo de un tiempo han muerto todos y se acabó la deuda de sangre. Pero es como muy lento y lleva mucho tiempo.
—¿Y ésta dura desde hace mucho tiempo, Buck?
—¡Pues claro! Empezó hace treinta años o así. Hubo una pelea por algo y después un pleito para solucionarla, y el pleito lo ganó uno de los hombres, así que el otro fue y mató al que lo había ganado, que es naturalmente lo que tenía que hacer, por supuesto. Lo que haría cualquiera.
—Y, ¿cuál fue el problema, Buck? ¿Fue por tierras?
—Supongo que sería… no lo sé.
—Bueno, ¿quién mató a quién? ¿Fue un Grangerford o un Shepherdson?
—¿Cómo diablo voy a saberlo yo? Fue hace mucho tiempo.
—¿No lo sabe nadie?
—Ah, sí, padre lo sabe, supongo, y alguno de los otros viejos; pero ya no saben por qué fue la primera pelea.
—¿Ha habido muchos muertos, Buck?
—Sí; ha habido muchos funerales. Pero no siempre matan. Padre lleva algo de metralla dentro, pero no le importa porque de todos modos no pesa mucho. Bob tiene uno o dos tajos de cuchillo de caza y a Tom lo han herido una o dos veces.
—¿Ha muerto alguien ya este año, Buck?
—Sí; nosotros nos apuntamos uno y ellos otro. Hace unos tres meses mi primo Bud, que tenía catorce años. Iba por el bosque del otro lado del río y no llevaba armas, lo que es una estupidez, y cuando estaba en un sitio solitario oyó un caballo que venía por detrás y vio al viejo Baldy Shepherdson que le perseguía con la escopeta en la mano y el pelo blanco flotando al viento, y en lugar de saltar del caballo y echarse a correr, Bud se creyó que podía ir más rápido, así que la persecución continuó cinco millas o más y el viejo ganaba cada vez más terreno; al final Bud vio que no merecía la pena y se paró y le hizo cara para que las heridas fueran de frente, ya sabes, y el viejo lo alcanzó y lo mató. Pero no tuvo mucho tiempo para disfrutar con su suerte, porque en menos de una semana los nuestros lo mataron a él.
—Para mí que ese viejo era un cobarde, Buck.
—Pues para mí que no era un cobarde. Ni mucho menos. No hay ni un solo Shepherdson que sea un cobarde; ni uno. Ni tampoco hay un solo Grangerford que sea un cobarde. Pero si una vez aquel viejo aguantó solo una pelea de media hora contra tres Grangerford y venció él. Estaban todos a caballo; él se apeó y se parapetó tras unas maderas y puso el caballo delante para que le dieran a él las balas; pero los Grangerford siguieron a caballo dando vueltas al viejo y disparándole y él disparándolos a ellos. Él y su caballo volvieron a casa bastante fastidiados y agujereados, pero a los Grangerford hubo que llevarlos a casa, uno de ellos muerto, y otro murió al día siguiente. No, señor; si alguien anda buscando cobardes, que no pierda el tiempo con los Shepherdson, porque ellos no crían de eso.

El estudio que faltaba

ME cuesta creerque un instituto de investigación de una universidad haya encarado este estudio.
Verdad es que yo soy un poco incrédulo

Polémicas y malentendidos

En el periódico que dirigía Chesterton, participaban sus adversarios (Shaw y Wells); como es de imaginar, no participaban «a pesar de» tener opiniones opuestas, sino por eso mismo. Aparecían polemizando, y sobre religión especialmente. A propósito de estas polémicas, dice Maisie Ward, en su biografía:
….Al releer los números del periódico, y al visitar a estos dos hombres para hablar de Gilbert, hice un descubrimiento que es curioso por donde se lo mira.
Dos hombres capaces -realmente brillantes- mostraron, no sólo una asombrosa ignorancia respecto a los dogmas del catolicismo, sino una firme convicción de que los conocían bien. Wells, en una conversación, basaba su pretendido conocimiento en haber intimado con una ex-monja. Shaw, me parece, imaginaba saberlo todo acerca de algo que le había rodeado en la infacia…
Pero lo que me parece todavía más extraño de esa situación es la falta, en el bando católico, de todo esfuerzo por explicar a esos hombres las doctrinas que los otros malinterpretaban.
Cuando Wells, por ejemplo, hizo una exposición tosca y errónea del dogma del pecado original, Belloc se rió de él, Chesterton y el P. Nabb escribieron largos y pintorescos artículos que resultaban muy sugerentes para el creyente, pero que eran completamente inútiles para enseñar a un incrédulo. Una correspondencia sobre la Caída, que parecía haber de arrastrarse eternamente, terminó de repente cuando Wells al fin preguntó: «Dígame: ¿sucedió realmente?», a lo que Chesterton respondió «Sí».
Imagino que pensaba que él y los otros escritores católicos lo habían dicho ya muchas veces, pero en realidad no lo habían hecho. Acaso no advirtiese por dónde hay que empezar a instruir sobre qué es el catolicismo a hombres bien instruidos en otras cosas. Es todo muy interesante y curioso…

Revuelos y vanidades

El revuelo se armó sobre las postrimerías del verano.
Los Fronterizos declararon, en el matutino cordobés «Los principios» que había una buena cantidad de conjuntos -Los TucuTucu, Los de Salta, Los cantores del Alba, las Voces de Huayra- que cantan en «estilo fronterizo».
En arreglo a la honestidad periodística proporcionamos derecho a réplica a los acusados, y publicamos las urticantes respuestas de Los de Salta y los Tucu Tucu.
Lo leí hace poco, en una revista de hace mucho (o poco, según se mire; principios de 1970, bah).
Me gusta leer algo de estas revistas, de esas cosas tan efímeras, que salen en los medios y que parecen constituir lo central de la realidad («lo que pasa hoy»), y que sin embargo (o por eso mismo) envejecen tan pronto y tan mal. Cómo es que uno se siente tan lejos, tan extraño, al leer un diario de un par de décadas atrás, como si todo tiempo pasado fuera mucho menos lúcido que el presente («¿y la gente de ese tiempo leía estas cosas? ¿sin sentido del rídiculo? ¿con fe? debían ser medio pavotes…»).
Vanidad de vanidades.

Libros

Los tres últimos libros que he leído (excluyendo relecturas, picoteos y tecnicismos) fueron ficciones; relatos contados con muy distintos estilos pero con mano firme; con ese (envidiada por mí) don de saber contar una historia. Creía adivinar el disfrute y el entusiasmo del escritor al ejercer ese don, y eso aumentaba el placer de la lectura.
… poco a poco, minuto a minuto, el lienzo comenzó a tomar vida. No había dificultades, y la intrincada multipliplicidad de luz y colores se convirtió en un todo. Encontré cada vez el color exacto en la paleta. Cada pincelada, apenas terminada, parecía haber estado allí desde siempre.
La última tarde oí una voz a mis espaldas:
-¿Puedo quedarme a mirar?
Me di vuelta y vi a Cordelia.
-Sí, con tal de que no hables.
Seguí trabajando, absorto, hasta que la luz menguante del sol me obligó a dejar los pinceles.
Debe ser maravilloso poder hacer eso.
Me había olvidado de que estaba allí.
-Lo es.

(Retorno a Brideshead – E. Waugh)
Leí: «El elegido«, de Thomas Mann, la primer obra suya que leo; historia legendaria medieval, muy sólida, agradable -y acaso algo fría en el fondo. «Las puertas de Anubis» , de Tim Powers. Ficción fantástica, con una par de «viajes en el tiempo»; audacia de virtuoso, y cierta crueldad para con los personajes; es el segundo libro de T. Powers, y en ambos el autor maltrata mucho -física y psicológicamente- al protagonista; quisiera ver en eso una especie de ascesis, pero no me termina de cerrar, y no me deja buen regusto; el autor es muy recomendado, pero parece que no es para mí…
Y «Jane Eyre«, de Charlotte Bronte, un clásico romántico, que sólo conocía por la película de Zeffirelli, y que leí con agrado -a pesar de que lo encaré en inglés-; lindo (qué caso el de estas hermanas…). Una frase al pasar de la novela (inglesa, mediados del siglo 19). Habla Mr. Rochester:
…. Semejante flor, pues, sólo me gusta a medias… sobre todo cuando aparece tan artificial como ahora. La retengo conmigo y la crío más bien siguiendo los principios del catolicismo romano, como si quisiera expiar con una sola buena obra una multitud de pecados…