— … Vengan esos versos.
— Los perdí —exclamó Duca—. En el Cerrillo.
— ¿Dónde queda eso?
— En Chile. Hermoso país. En el eródromo. No tengo copia.
— ¡Que me mate Dios! ¡Después a mí me dicen distraído!
— Me dio el desgano. Desprecio ya la literatura. Hay que despreciarla un poco, Mira. Queme esos tercetos suyos y le perdono yo.
— Es una poesía mística. Y es buena. Es mía.
— ¡Mística un cuerno! Es una declaración de amor. Mística bastante patuda. Esas que dice San Jerónimo que empiezan en espíritu y acaban en carne…
— Todos los poetas místicos, empezando por el Cantar de los Cantares, han usado comparaciones del amor profano, y aun carnal. Bueno, me voy.
— Espere, no huya. Con un tono distinto. Juan de la Cruz y Angelus Silesius…
— El tono poco importa. Cada cual tiene el suyo, pispajo.
— El tono es el que hace la música, caro amigo…
Es de una novela, no hace falta decirlo.— Los perdí —exclamó Duca—. En el Cerrillo.
— ¿Dónde queda eso?
— En Chile. Hermoso país. En el eródromo. No tengo copia.
— ¡Que me mate Dios! ¡Después a mí me dicen distraído!
— Me dio el desgano. Desprecio ya la literatura. Hay que despreciarla un poco, Mira. Queme esos tercetos suyos y le perdono yo.
— Es una poesía mística. Y es buena. Es mía.
— ¡Mística un cuerno! Es una declaración de amor. Mística bastante patuda. Esas que dice San Jerónimo que empiezan en espíritu y acaban en carne…
— Todos los poetas místicos, empezando por el Cantar de los Cantares, han usado comparaciones del amor profano, y aun carnal. Bueno, me voy.
— Espere, no huya. Con un tono distinto. Juan de la Cruz y Angelus Silesius…
— El tono poco importa. Cada cual tiene el suyo, pispajo.
— El tono es el que hace la música, caro amigo…
De Castellani (hace falta decirlo?).