….Al releer los números del periódico, y al visitar a estos
dos hombres para hablar de Gilbert, hice un descubrimiento
que es curioso por donde se lo mira.
Dos hombres capaces -realmente brillantes- mostraron, no sólo una asombrosa ignorancia respecto a los dogmas del catolicismo, sino una firme convicción de que los conocían bien. Wells, en una conversación, basaba su pretendido conocimiento en haber intimado con una ex-monja. Shaw, me parece, imaginaba saberlo todo acerca de algo que le había rodeado en la infacia…
Pero lo que me parece todavía más extraño de esa situación es la falta, en el bando católico, de todo esfuerzo por explicar a esos hombres las doctrinas que los otros malinterpretaban.
Cuando Wells, por ejemplo, hizo una exposición tosca y errónea del dogma del pecado original, Belloc se rió de él, Chesterton y el P. Nabb escribieron largos y pintorescos artículos que resultaban muy sugerentes para el creyente, pero que eran completamente inútiles para enseñar a un incrédulo. Una correspondencia sobre la Caída, que parecía haber de arrastrarse eternamente, terminó de repente cuando Wells al fin preguntó: «Dígame: ¿sucedió realmente?», a lo que Chesterton respondió «Sí».
Imagino que pensaba que él y los otros escritores católicos lo habían dicho ya muchas veces, pero en realidad no lo habían hecho. Acaso no advirtiese por dónde hay que empezar a instruir sobre qué es el catolicismo a hombres bien instruidos en otras cosas. Es todo muy interesante y curioso…
Dos hombres capaces -realmente brillantes- mostraron, no sólo una asombrosa ignorancia respecto a los dogmas del catolicismo, sino una firme convicción de que los conocían bien. Wells, en una conversación, basaba su pretendido conocimiento en haber intimado con una ex-monja. Shaw, me parece, imaginaba saberlo todo acerca de algo que le había rodeado en la infacia…
Pero lo que me parece todavía más extraño de esa situación es la falta, en el bando católico, de todo esfuerzo por explicar a esos hombres las doctrinas que los otros malinterpretaban.
Cuando Wells, por ejemplo, hizo una exposición tosca y errónea del dogma del pecado original, Belloc se rió de él, Chesterton y el P. Nabb escribieron largos y pintorescos artículos que resultaban muy sugerentes para el creyente, pero que eran completamente inútiles para enseñar a un incrédulo. Una correspondencia sobre la Caída, que parecía haber de arrastrarse eternamente, terminó de repente cuando Wells al fin preguntó: «Dígame: ¿sucedió realmente?», a lo que Chesterton respondió «Sí».
Imagino que pensaba que él y los otros escritores católicos lo habían dicho ya muchas veces, pero en realidad no lo habían hecho. Acaso no advirtiese por dónde hay que empezar a instruir sobre qué es el catolicismo a hombres bien instruidos en otras cosas. Es todo muy interesante y curioso…