Este
«año de la eucaristía» empezó en octubre de 2004
y termina en octubre de 2005. Vale la pena acordarse,
creo yo, porque, por disposición de Juan Pablo II, en este
tiempo se puede ganar una
indulgencia plenaria
(eh… si hay lectores no católicos frente a la pantalla,
favor de cambiar de blog, o de post; esto de las
indulgencias
no es un tema de lo más digerible para los de afuera…).
Queda dicho, pues. No digan que no les hice acordar.
Bueno… si de digerir se trata, también un católico puede tener problemas con algún aspecto del asunto. Y no pienso en los
racionalistas o progresistas ahora.
Como es sabido, una de los requisitos
para alcanzar la indulgencia es rezar
«una oración
por las intenciones del Papa».
Y a algunos esto se les hace cuesta arriba.
Y no, ya les dije, no estoy pensando en los progresistas.
Era a fines del año pasado… los de «Panorama católico»
(catolicismo de derechas, tradicionalismo con simpatías
lefevbristas, ya saben) rezaban por la salud del Papa (Juan Pablo II) y por sus intenciones…
con algunos reparos.
Y advertían a los católicos ingenuos —como uno— que :
…lo que la Iglesia denomina «Intenciones del Sumo Pontífice» son las detalladas arriba. No, como suele creerse, las que cada Papa determine a su voluntad, en su fuero íntimo o público. Son las de todos los Papas de todos los tiempos.
El detalle mencionado consiste de :
«la exaltación de la Iglesia Católica,
la extirpación de las herejías,
la propagación de la fe,
la conversión de los pecadores,
la paz y concordia de los príncipes cristianos.»
Las intenciones de este listado, y no otras, serían las intenciones del Papa, pues…
Es de suponer que esta advertencia va dirigida a tranquilizar las conciencias… de los lectores de Panorama (ellos son demasiado católicos como para rezar por las intenciones «personales/subjectivas» de un tipo de ortodoxia tan dudosa como
Juan Pablo II).
Bueno, tal vez ahora no necesiten tantas
explicaciones tranquilizadoras, vaya a saber.
Ahora ¿de dónde salió ese listado tan técnico de intenciones
impersonales? Yo no lo sé. Por el firme tono magisterial con que lo explican, yo supuse que les sería fácil respaldarlo con algún documento
más o menos oficial. Pero les pregunté, y nada. Tal vez algún lector pueda iluminarme.
Yo, buscando en la web, sólo lo encontré en inglés, en
una página de la SSPX. Como verán, el listado está textual, aunque tampoco mencionan la fuente. Sí contiene un contexto más
explícito -es la SSPX, es un poco más franca-, que viene de perillas para ilustrar (por si alguien le hace falta) el espíritu de estos católicos, y por qué necesitan ese tipo de coartadas. La pregunta dice más que la respuesta:
(Pregunta un lector; negritas son mías)
Yo rezo por el Santo Padre y por su conversión…
pero no me pidan que rece por las intenciones de Juan Pablo II! Acaso puede agradar a Dios que uno ruegue
por el éxito de algún encuentro ecuménico, o, si a eso vamos,
para que los Católicos de la Tradición abandonen su lucha?
(Responde un cura de la SSPX) Su intepretación
sobre las intenciones subjetivas de este particular papa
serán tal vez correctas, pero eso no tiene nada que ver
con la cuestión. Cuando rezamos «por las intenciones
de Nuestro Santo Padre el Papa» estamos rezando
por algo objetivo, algo ya determinado y fijado
por la Iglesia hace tiempo atrás…
.. y sigue el listado.
¡Cuán
típico es esto!
Y bien, yo no sé nada de dogmática, soy un ignorante; tengo el Denzinger en la biblioteca pero lo he frecuentado poco, y cada vez menos.
Tal vez tenga alguna base sólida ese tecnicismo
-bien comprensible por otra parte- de las
intenciones «objetivas» (de algún lado lo habrán sacado!).
Y entiendo perfectamente que uno puede
entender de una manera demasiado terrena lo
de «rezar por las intenciones del Papa». [*]
Epidémicamente hablando, claro está que no debo
esperar que todos sus deseos se cumplan (eso sólo valdría
para Dios); incluso puedo rezar para que alguno
no se cumpla.
Ahora… me parece que estos se caen del otro lado del caballo… y peor. Porque rechazar una interpretación subjetiva-ingenua inadmisible (caricaturizada:
«las intenciones que cada Papa determine a su voluntad»)
para poner como alternativa necesaria ese objetivismo seco y muerto, transformar las «intenciones del Papa»
en un algo ya «fijado», completamente ajeno a la persona
concreta (y completa) de este Papa que tenemos,
desgajar con esa brutalidad (¡otra que «dualismo»!)
los planos irreductibles en los que se da la
vida de la Iglesia -planos subjetivos y objetivos, personales e impersonales- para ahorrarse determinadas
incomodidades y aporías,
es de una estulticia y una mala conciencia digna
de herejes.
(Y -por si alguno de allá llega a leer esto- aclaremos que
usamos esa última palabra no en su acepción técnica
sino, digamos, en la chestertoniana).
Yo, qué quieren que les diga, me quedo con los ingenuos.
[*
Y recuerdo ahora,
hace años, cuando
mi hermana le dijo a una amiga muy querida,
«Que se cumplan todos tus deseos», yo -algo
jansenista acaso- lo
encontré objetable. Hay que desearle el bien, le dije
no que se cumplan sus deseos;
uno puede tener deseos malos. Mi hermana no
me hizo mucho caso, claro]