Archivo por meses: abril 2009

Pensar en Dios

… llegar a comprender el hecho de que rezar es, sin duda alguna, la única manera de pensar en Dios; o, más exactamente, una especie de equivalente, elevado a una potencia superior, de lo que en un plano inferior sería pensar en alguien.

Gabriel Marcel – Diario metafísico

Como se ve del contexto, Gabriel Marcel usa la expresión «pensar en» en un sentido preciso, técnico. Para él —si no lo entiendo mal— «pensar en» (alguien o algo) se opone a «pensar (algo)» (la traducción quizás no es afortunada), lo primero se refiere siempre a un individuo existente, lo segundo se refiere a algo puesto como objeto de pensamiento: es decir, a la esencia antes que la existencia. (G. Marcel suele ser considerado un «existencialista», aunque él rechazó la etiqueta). Así, «pensar en alguien» implicaría tenerlo presente, estar de alguna manera con él (y entonces es «tú» más bien que «él»); no necesariamente se refiere a una persona, pero sí en primer lugar.
Preguntarme cómo puedo pensar en Dios, es lo mismo que indagar en qué sentido puedo estar con Él. Es evidente que no puede tratarse de una coexistencia semejante a la que puede vincularme a un hombre. No olvidar, de todas maneras, que en el hecho de «pensar en alguien» hay ya una activa negación del espacio; es decir, de lo más material y de lo más ilusorio que hay en el con.

El tiempo, el espacio y el orgullo

He recibido el bautismo esta mañana con una disposición interior que apenas me atrevía a esperar: nada de exaltación, pero sí un sentimiento de paz, equilibrio, esperanza, fe.

En el Luxemburgo me vino un pensamiento que quiero anotar.

En el fondo, el espacio y el tiempo son en cierta manera las formas de la tentación. En el hecho de reconocer la propia insignificancia con relación al infinito del tiempo y del espacio se hermanan el orgullo y la falsa humildad, puesto que en verdad se pretende coincidir idealmente con ese doble infinito, realizado como objeto del conocer.

Vertiginosa cercanía de Dios.

Retorno al aquí, al ahora, que recobran un valor y una dignidad sin par.

Esto habrá que profundizarlo. Estoy demasiado cansado esta noche para seguir.

Anotación del «Diario Metafísico» de Gabriel Marcel, 23 de marzo de 1929.

Sueltos

• Murió la gran Suma Paz, hace poco. Sin mucho ruido, como era su estilo. Acá va la «Canción del árbol del olvido«.

• Una muerte algo menos lamentable: la de Geocities. Menos de diez años, y parece cosa más antigua que un disco de pasta; los jóvenes no saben de qué se trata y uno se siente un anciano. Como dice el artículo, con la dosis adecuada de sorna, se trataba de un servicio de hosting gratuito de páginas web personales (con publicidad) que pretendía «to create a virtual community that mimicked the real world, with pages hosted in «cyber cities» and other similarly nauseating concepts.» … «Of the 12 remaining GeoCities users, only one was available for comment. «Holy crap!» said the user, a red-faced fellow named Strong Bad. «The scroll buttons and animated GIFs on that site were unbeatable.» No todo tiempo pasado fue mejor.

Ponyo se está estrenando estos días en Españatrailer *. Por acá, según confirma la distribuidora, tendremos que esperar al 23 de julio. Paciencia.

• Y ya que estamos : Yotsuba es un lindo manga -aunque no debería decirlo. Pero ya que lo dije, y como para terminar de hundirme, informo que se puede comprar en la Feria del Libro.

• Una mención en Bienvenidos a la fiesta me recuerda los libros de Enid Blyton: la verdad es que yo disfruté mucho, de adolescente, la serie de «Aventuras», que tenía la biblioteca del barrio; pocas veces me metí tanto dentro de una historia. No creo que hoy me interesara mucho releerlo (hace poco se me dio por releer 20000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, y me resultó insoportable) … pero de todas maneras, lamenté saber que su enorme éxito inicial fue después saboteado por temitas ideológicos, con partes reescritas para evitar detalles políticamente incorrectos (por ejemplo: que sean siempre las niñas las que lavan los platos). Algo huele a podrido en este mundo.

• El INCUCAI es ahora dueño de todos los cordones umbilicales ( ¿cuánto faltará para que las «donaciones» sean obligatorias? bue, ya casi lo son.) Y ayer dieron 16 años a un apropiador: «El estudio se realizó con rastros genéticos hallados en el cepillo de dientes del muchacho obtenidos en un allanamiento judicial, ya que el joven se negó a realizarse una extracción de sangre para el estudio de ADN.» Algo huele a podrido, efectivamente.

• Interesados en canto gregoriano: este nuevo sitio parece muy bueno: indexa varias base de datos, se pueden buscar cantos (ups, casi digo «temas») por texto y/o melodía. Hice tres o cuatro pruebas, y con todo éxito. Para complementar pueden bajarse este Liber Usualis (ojo: pdf de 165 Mb!), que es referenciado (en esa edición) por aquel sitio; pero no es necesario, el sitio incluye las imágenes escaneadas.

Una y dos de Disputations, que -para variar- suscribo. Hablando de la cual blogosfera, sabrán probablemente que Mark Shea protagoniza una versión de Manalive, de Chesterton, que están terminando de filmar. Y que Amy Welborn (cuyo esposo, también antiguo blogger, murió hace poco) cambió de blog. Y que sigue valiendo la pena pasar por Conversion diary.

* Los de TVE informaron ayer con una muy digna introducción a Miyazaki: acá, ir al minuto 24:55.
Actualizado: O mejor acá.

Un ratito con los hostiles

Desde que frecuento los oficios y celebraciones de Semana Santa, suelo ir (no siempre) al Vía Crucis viviente, caminando con la parroquia por las calles de la ciudad, bajo la luna llena.

Un aspecto del asunto —seguramente no central en sí, pero insoslayable para mí— es el del público involuntario: la gente en los balcones (algunos que se adivinan simpatizantes, otros más bien hostiles, que cierran persianas o ponen música fuerte), los automovilistas que soportan las breves interrupciones del tránsito (estos mayoritariamente molestos; algún motoquero que había quedado detenido demasiado cerca, hacía fuerza por poner cara de desprecio, no vaya a creer alguno que estoy con estos giles…)
Y aunque yo no estoy muy convencido del efecto de las manifestaciones religiosas masivas (y los altavoces a la calle en ciertas iglesias, sobre todo al momento de los cantos de misa, me parecen lamentables y piantavotos), en este caso, la cosa me cae bien.
Automovilistas fastidiados incluidos, cómo no.

No tenía yo recuerdos de mis épocas anteriores… ni del lado del público hostil, ni del indiferente, ni del simpatizante.
Pero este Viernes Santo que pasó, a poco de salir para mi Via Crucis, me pareció escuchar que pasaba uno bajo mi ventana. Y sí, era el de mi parroquia, aquella que —digamos— litúrgicamente no suele llenar mis expectativas, la del «¡Un aplauso para el maestro!» en otro via crucis (tras lo cual les hice la cruz)… Esta vez, la que reza al micrófono, como para que no quede un rincón litúrgico sin profanar, tiene la ocurrencia de encajar voseos en las oraciones, a como venga: «Madre de Dios, rogá por nosotros pecadores» … «perdoná nuestros pecados»… aunque la gente (todavía les falta un toque de horno progresista) persiste en responder al «Nuestra Señora de Luján…» con un «ruega por nosotros». Cerré ahí nomás la persiana y enfilé para la otra parroquia.
Puedo, en fin, decir ahora que he estado alguna vez del lado de los balconeadores hostiles.

Y aunque, repito, ni aquello ni esto sea lo central del asunto, anoto para mi recuerdo dos detalles de dos simpatizantes, del otro Vía Crucis: la que asentía con la cabeza a los rezos, y la que encendió una vela sobre el balcón.

Como las de los salmos

—Mañana gradaremos todo esto para que puedan trabajar las mujeres. No es demasiado tarde para plantar unas viñas, pepinos y algunas otras cosas. Veremos qué opina la vieja Sara. —Me miró —. ¿Estás triste?

— No —respondí al punto—. ¡Esto me gusta! — Deseaba tanto encontrar las palabras, palabras como las de los salmos.

El narrador vendría a ser Jesús, a los siete años de edad, recién llegado a Nazareth. Y el interlocutor es José, quien intenta animar al niño suponiendo (equivocadamente) que la rusticidad del nuevo ambiente de la familia le hacía extrañar las amistades y las magnificencias de Alejandría. De la novela «El Mesías: El niño judío» (Christ the Lord: Out of Egypt) de Anne Rice, que estoy leyendo —con gusto por ahora.

Humor, ironía y sarcasmo

De los libros que leí ultimamente, creo que el más disfrutado fue «Sunshine sketches of a little town», de Stephen Leacock, de 1931. Precioso. La ediciones en español (no muy fáciles de encontrar, lamentablemente) varían en el título: Un verano en Mariposa , por ejemplo (en ese sitio se puede bajar un capítulo). Mi edición en inglés tiene un lindo prólogo de un tal John Stevens, que expresa bien las virtudes (en los dos sentidos de la palabra) de ese tipo de humor. ¿Qué tipo? Digamos sumariamente, el que puede usar la ironía pero nunca el sarcasmo; el del autor que ama a sus personajes y su mundo. Podría aplicarse también a Wodehouse, en buena medida, aunque no se trate de escritores similares*.
… Algunos de los escritores y críticos que comentaron la pintura hecha por Leacock de los habitantes del pueblito de Mariposa la han encontrado fuertemente satírica. Robertson Davies en su ensayo «Sobre Stephen Leacock» la describe como «muy divertida, pero también feroz y mordaz»… Otros, en cambio, la encuentran más bien amable. Sin negar el aspecto irónico, acuerdan con Malcom Ross quien, en un prefacio de una edición anterior, afirmaba que Leacock veía con afecto los mismos comportamientos de los que se burlaba. Él no repudiaba las imperfecciones humanas con el ojo cáustico del satírico, sino que las acogía con la mirada divertida del ironista. «El escritor satírico debe odiar mejor que amar. El irónico, no. Y Leacock no podía odiar.» Mi propia lectura de este libro me convence de que esta última interpretación es la más cercana a la intención y la obra de Leacock.
En el momento en que escribo esto [1982] no hay guerras globales perturbando a la humanidad, como era el caso en aquella lejana tarde en que mis compañeros de clase y yo descubrimos Mariposa. La violencia armada esporádica siempre está presente, pero el temido Armagedón aún no se ha materializado. SIn embargo, la etiqueta amarga que el mismo Leacock aplicó al mundo en guerra de 1940 («este nuevo confín demoníaco, estridente de voces vacías, y tenso por la amenaza universal de muerte») podría también servir para esta década. Para contrarrestar estas voices y ayudarnos a afrontar el horror de esta amenaza, necesitamos más que nunca lo que Leacock llamó en uno de sus últimos artículos «la gracia salvadora del humor»; esa gracia sola conduce a «esa reconciliación que podemos hallar con el misterio, las penas, las dificultades del mundo en que vivimos». En este libro, el autor dispone un alegre escenario sobre el cual dramatiza esas penas y dificultades de la humanidad de siempre. Las perspectivas de su pequeño mundo no parecen coincidir con las de la realidad cotidiana, esa que repite sus finales poco felices; pero se corresponden con una realidad más profunda: las desdichas, en verdad, suelen ser fugaces, y las imperfecciones humanas, disculpables y cómicas. Es cierto que al final Golghota Gingham [el sepulturero de Mariposa] vendrá por nosotros, pero el humor da mejor sabor a lo que precede a su visita; e incluso sus funerales tienen su lado humorístico…
Leer Sunshine sketches of a little town es entrar en un mundo menos complejo que este que conocemos, un mundo más luminoso; y, en su reflejo del acontecer humano, más tonto. Pero, con todo lo que tenga de caricatura, es un mundo lo suficientemente cercano al que ocupamos como para ayudarnos a reconocer, con una sonrisa, las inevitables limitaciones del hombre, lo que Leacock llamaba «la extraña incongruencia entre nuestras aspiraciones y nuestros logros».

PS: Sustantivos abstractos como ironía y sarcasmo tienen significaciones fluctuantes, según las épocas, ambientes, personas -e idiomas. Algunos, por ejemplo, usan la palabra ironía para designar lo que acá llamamos sarcasmo (a propósito de lo cual señalemos estos posts de Disputations y relacionados). La oposición que acá se señala no debe, pues, atarse demasiado a las palabras sino a los conceptos. Y creo que esto queda claro. La ironía, entendida de este modo, cuando se ríe de tal persona (o clase de personas, o rasgo personal) no la está odiando, sino amando. Me dirán que también la palabra amor es discutible; pero baste con aquello de que «amar algo es alegrarse de que exista». Así entendidas las cosas, la tarea del humorista sería cultivar (en sí mismo y en el público) esta alegría.


* Encuentro sin embargo este párrafo de una carta de PGW, en «Performing flea» (1949):
« I always find a great charm in Canada, and sometimes toy with the idea of settling there. The last time I was there was when I came back from Hollywood, in 1931, and I spent a very pleasant day with Stephen Leacock. I liked him enormously, and felt sad to think that in all probability two such kindred spirits would never set eyes on each other again. (We didn’t).»

Pereza e imaginación

De unos apuntes íntimos de Simone Weil, muy para ella. Y, por lo mismo, algo deshilachados y herméticos; pero no en lo que nos importa.
… No olvidar nunca esa «tentación de la pereza», la peor para mí —el único motivo que tengo para despreciarme— puesto que he sido capaz de vencer lo bastante las otras como para confiar en que, en relación a ellas, puedo tender eficazmente a ser libre. Pero esta tentación de la pereza nunca he logrado superarla con alguna estabilidad. Tomar resoluciones es inútil. Sencillamente, tener presente siempre, y no olvidarlo nunca, que si no la supero fracasaré en mi única ambición, viviré en un sueño. Porque la exactitud en el cumplimiento de los deberes y la constancia son cosas que el universo exige de nosotros, y que sólo condiciones de vida artificiales pueden dispensar. El año próximo…

Tampoco perder de vista la «tentación de la vida interior». Suzanne… Pierre y los demás… Boris… Sentimientos que no alcanzan su objeto, eso no es amar. Y tú, tú nunca supiste… ¿Por qué? No por falta de interés. En parte, por naturaleza. En parte, ¿quizá por…?

¿Habrá que dejar de amar? Sí, eso sería posible si se tratara realmente de una sombra de amor. ¿No sufrir viéndolos desdichados? No, eso no es posible. Pero dejar de reaccionar con la imaginación, sí. Pensar con lucidez su desdicha, en la medida que me dejen la posibilidad de hacerlo. Pensar con lucidez los remedios. Decirles lo que tenga que decirles para hacerme comprender. Actuar, hasta donde pueda. Eso es todo.

Con Suzanne, por «lealtad», no miraba nada de frente. Pero eso no es lealtad, ni confianza. Sufrir por los demás, no a causa de ellos. Tengo una responsabilidad en su destino. Y sólo a través de la conciencia puedo cumplirla. No reprimir ningún pensamiento (ni siquiera…)

Sólo puedo ayudar a B. si trato con él en un plano de igualdad. Y en este sentido, aunque yo vaya más lejos que él en ciertos aspectos, algo me falta: estar a la altura de las pequeñas cosas. La virtud de los buenos obreros. Y que no tiene por qué ser inalcanzable para mí. Mientras no la tenga, él no tendrá confianza en mí, y con razón —ni yo tampoco—. Mientras no la alcance, de hecho seré una niña. Y a los veinticinco años, es un poco demasiado.

Cuántos seres, seres particulares, existen, sin dominar ni ser dominados. Cuando hay concidencia moral, eso es amistad. Cuando hay coincidencia física, eso es amor. Pero sólo en la medida en que pueda haber amor sin deseo. Eso es lo que me provoca, desde lo del Luxemburgo, una repugnancia y una humillación afortunadamente invencibles: ser objeto de deseo.

Esperar… No aceptar nada que sea impuro… Nada, más bien.

Para B, sobre todo, ser invulnerable, no esperar nada (por lo demás, no necesito nada…)

Sólo puedo ayudar material e intelectualmente; no moralmente.

Se puede formular esta tentación de «la vida interior»: vencer únicamente, y siempre, las dificultades con que nos encontremos -enfrentarse solo con las dificultades que nos encontremos.


(Vida de Simone Weil – S. Petrement – p. 347)

Intríngulis chíngulis

Veo aquí tres antiguas tapas de la revista Anteojito (que acompañó mi niñez, como la de tantos argentinos) para otras Pascuas.
Yo suelo resistirme a las lamentaciones por los mejores tiempos idos; a las lamentaciones sectarias, sobre todo; y me empujo a pensar que, al fin, todos los tiempos han sido malos, y las cosas no cambian tanto.
Ahora bien, recuerdos como estos ilustran el otro lado de la cuestión. Hay cosas que cambian, cómo no. Ayer nomás, una generación atrás nomás… y casi parece otro mundo. (Esas tapas hoy son inconcebibles)
Quedan, igual, los intríngulis. Cuánto hay de lamentable en el cambio; y cuánto hay de profundo. ¿Eran semejantes tapas representativas de algo? ¿Eran muestras de una religiosidad más o menos viva en el pueblo argentino de aquella generación, o un capítulo más de lo «políticamente correcto» de entonces -y con los días contados? ¿O acaso ninguna de las dos cosas, acaso una anomalía de esa editorial? (Sin embargo, recuerdo también el caso de Constancio Vigil, el director de la Billiken, la competidora de Anteojito, que -para desolación del mismo Castellani- recibió en los ’50 no sé qué distinción del Vaticano….).
Más me sorprenden esas tapas por su cercanía con mi propia experiencia: yo no leía la revista en ese tiempo, habré empezado cuatro o cinco años después; y en mi memoria de aquellas lecturas —según repaso ahora— no encuentro ni una pizca de impresión religiosa. ¿Tan brusco fue el barrido? ¿Post-concilio? ¿Historia política argentina? ¿Mala memoria mía? [*] De todo puede haber un poco.

* Pero mi memoria libresca-visual no debe ser tan mala. Tengo grabada en la retina esta contratapa, como el submarino de Pi-Pío, y el cocinero con el huevo frito de sombrero…

Flojos venimos

De todo culpan a la crisis… habría que ver quién tiene la culpa de la crisis.
Y de qué crisis estamos hablando.

Yo imagino —como un chiste gráfico— a Dios en el cielo, recibiendo el informe del ángel:
(Dios) ¿Y? ¿Qué tal la Semana Santa en Argentina este año?
(Ángel) Floja, floja.

Feliz —y fuerte— Semana Santa para todos.