Archivo por meses: junio 2005

El famoso GKC

A propósito de algo de ens, estuve releyendo ese capítulo de la conversión de Chesterton, relatada por Pearce. En verdad, tiene mucho para rumiar. Es una lástima que estas historias los católicos las evoquemos con una alegría que, si no me equivoco, no es del todo pura… ese tono demasiado satisfecho, esa poca delicadeza, esa especie de aplauso que parece estar pidiendo el desenlace del asunto… Y no es que no sea para alegrarse, claro está.
Bueno. Yo mismo temo caer en esas trampas. Me acerco, pues, con temor y temblor.
No se trata, de todas maneras, de relatar la historia de la conversión. Pongamos sólo, como contexto para los que lo necesiten, el resumen de situación.

1922. Chesterton, con 48 años, era un tipo muy conocido en Inglaterra y también en el mundo. Periodista, ensayista, escritor, apologista, famoso por su gracia, su figura caricaturesca, sus iniciales: GKC. Defensor notorio del cristianismo (con Belloc, y contra Wells y Shaw), al cual había vuelto alrededor de los 25 años; pero aunque su pensamiento era básicamente católico, había permanecido anglicano. En 1922 finalmente dio el salto. Fin de resumen.

Lo que quería copiar hoy es este fragmento de carta, de esos momentos tensos y angustiosos previos al salto, al padre O’Connor, quien iba a encargarse de su preparación.
… En el estado en que me encuentro, cada vez que leo o veo algo sobre el famoso G.K.C. me siento como si fuera un charlatán monstruoso, con una careta y un disfraz lleno de almohadones. Y me duele, porque aunque las opiniones que expreso son verdaderas, la imagen es completamente irreal si se la compara con la persona real que necesita ayuda, justo ahora.
[…] los comentarios relativos a mi posición religiosa me parecen pura palabrería; es como si se refirieran a otra persona distinta; como así es, efectivamente.
No me preocupa qué es del hombre corpulento y obeso que aparece en las tribunas y en las caricaturas, por más que participe en una polémica del lado que yo juzgo correcto.
Lo que me preocupa es en qué se ha convertido el niño al que su padre mostraba un teatro de juguete; y el adolescente desconocido que iba a la escuela, que rumiaba dudas e inmundicias, y que soñaba despierto, con tanta deliberación y con tanta incongruencia que estaba muy cerca de la hipocresía. Me preocupa el espíritu morboso de la mente solitaria de la persona con la que he vivido.
Esta es la historia que tantas veces ha estado a punto de tener un final desagradable, y que espero que acabe bien…
En su no muy biográfica autobiografía, escrita al final de su vida, el capítulo de su juventud está titulado «De cómo convertirse uno en un lunático»:
Debo tratar ahora con la parte más oscura y difícil de mi cometido; el tiempo de la juventud que está lleno de dudas, morbos y tentaciones; y que (si bien en mi caso de manera subjetiva) ha dejado en mi mente para siempre la certeza de la solidez objetiva del Pecado. […]

Con usura

Con respecto a la cuestión de la usura, y lo que con la usura viene (o no viene), me han llegado comentarios para todos los gustos.
Según algunos, es verdad que la Iglesia ha «blanqueado» la usura, o por lo menos la ha ido aceptando a regañadientes; y eso es un desgracia cuyos frutos estamos viendo.
Según otros, hubo sí un «cambio de opinión», pero sobre un tema puramente prudencial y referido a un tiempo particular; lo cual no podrìa compararse a la condena inequívoca y «absoluta» que la Iglesia hace hoy de los anticonceptivos.
Según otros, es totalmente falso que la Iglesia haya olvidado o atenuado su condena a la usura; y que hoy, incluso fuera de la Iglesia, el concepto de usura como pecado o delito (caso de intereses abusivos) está vigente.
En todo caso, dicen otros, los que creen revocada esa condena serán los católicos neocon de EEUU, procapitalistas; pero eso no es la Iglesia (ni siquiera es el catolicismo yanqui).

Y hasta el obispo Aguer se vio interpelado (para usar una expresión clerical) por mi cuestión, y ayer escribió algo en La Nación.

Yo no sé, no tengo opiniones, no sé nada de estas cosas. Ni siquiera me animaría a tirar una definición de «usura»… Y sin eso es difícil empezar, vio.

Me quedo por ahora con tres cosas, todas ellas insuficientes.

Lo que dice Santo Tomás en la Suma.
El famoso poema de Ezra Pound.
Y el elemental horror de saber que, en este mundo nuestro, el dinero tiene el poder de producir más dinero.

Mala educación

Algún día me ganaré el enojo de parientes y amigos (y bloggers católicos, supongo) escribiendo un análisis de ese libro (Cristo Rey, Señor de la Historia) ; usar eso como base de la educación histórica de nuestros niños es destruir su capacidad crítica y empujarlos a la pérdida de la fe.
Lo dice un comentador en el blog de Amy, citado por TSO.
No conozco el libro (sólo el título), ni el contexto de la discusión,… pero apostaría a que el tipo tiene razón.

Dos de PGW

De dos cartas de P. G. Wodehouse, sobre gustos literarios:
Me temo que soy uno de esos espíritus de segunda fila, porque me doy cuenta de que Shelley está en la clase de Shakespeare y de Milton, y yo prefiero con mucho a Tennyson, que no lo está.
A Guy Borton, 1948.
Estoy leyendo ahora Más banderas, de Evelyn Waugh; y me siento absolutamente atónito ante su brillantez […] lo veo como un escritor de una comicidad satírica con quien no puede parangonarse ningún otro. Esa entrevista entre Basil Seal y el coronel de los Guardias es sencillamente maravillosa. ¡Y qué obra maestra fue asimismo Decadencia y caída!
A W. Townend, 1946.

Libros en Google Print

No termino de entender esto de Google Print. Por lo que veo, en algunos casos uno puede (con pequeño esfuerzo) leer/imprimir todo un libro. Debe haber un error en algún lado.


[PS: terminé de escribir lo anterior, y caí. Hay un límite a la cantidad de páginas vistas en una visita, aun para los libros que tienen disponibles todas las páginas (y estos parecen ser pocos). Más información acá.
Igual, considerando que uno puede hacer búsquedas de palabras en todo el libro (bueno, en las páginas disponibles), la cosa no deja de ser útil.]

Arte chiquito

Con una relectura más de una novela más (todas son iguales) de Wodehouse, con unos relatos (familiares, de una ternura muy elemental) de Guareschi, con unas páginas (humildísimas, también en lo literario) de Jorge W. Abalos… pero sobre todo, con «Whisper of the Heart» (o «Susurro del corazón»; otro anime de estudio Ghibli), abyectamente simple y romántica, de una «humildad consumada» y que disfruté -y sigo disfrutando, tras siete u ocho vistas- inmensamente. Con esto pasé estos días pasados; y por eso anduve escribiendo poco acá.

Parece que estoy hecho para disfrutar del arte chiquito nomás. Mejor se me da -disfrute más seguro- «entender» plenamente una linda milonga, un tanguito con guitarras o una zamba de cuatro acordes, que entender un poquito de una sinfonía de Beethoven o una suite de Bach.

Y no me quejo, eh. Para nada.


(PS: Bueno… a Dostoyevsky podemos ubicarlo entre las excepciones a la regla … espero)

Usura y anticonceptivos

Fíjense si seré contrera… que todo el tiempo ando con ganas de hacer de abogado del diablo.
Y, por poner un ejemplo cercano —cercano al post anterior, también— cuando leo tantos blogs católicos de tono conserva (yanquis sobre todo) que se oponen con tanta energía a los anticonceptivos y al aborto… aun coincidiendo con ellos (en la conclusión y en buena parte del razonamiento), al ver su escasa o nula energía para pelear contra el poder del dinero (por llamarlo de alguna manera), me dan algunas ganas de ponerme un ratito en el bando liberal (liberal en todo; coherentemente liberal) y objetarles algo en estas líneas:

—Ustedes se oponen a los anticonceptivos, siguen lo que dice la Iglesia, pero en el fondo saben que es una lucha perdida. Mejor harían en ir planeando una rendición honrosa, para pasar menos vergüenza. En el fondo, saben bien que dentro de uno, dos o cinco siglos, la práctica será tan común (y hasta te diré más: necesaria, socialmente hablando) que nadie, ni el Papa, podrá decir una palabra en contra; se sentiría demasiado ridículo y perdería autoridad. ¿Creés que el catecismo del siglo XXV va a seguir diciendo que los anticonceptivos son pecaminosos? No me hagás reir. Como mucho, dirán alguna frase edificante, sobre el don y la responsabilidad de procrear, algún reparo contra algún «abuso» y nada más. ¿No me creés? No seas bruto. No me vengas a hablar de que la enseñanza de la Iglesia es inmutable, ni que lo que es pecado hoy lo será mañana y lo era ayer.
Mirá el caso de la usura. Sabés que en la Edad Media, la usura era condenada por la Iglesia; el sólo hecho de prestar plata a interés, de lucrar con la mera posesión -improductiva- del dinero era considerado, lisa y llanamente, un pecado. Entrando en los tiempos modernos, se vio que ese pecado era un motor fenomenal de progreso económico; y el que quedaba afuera, quedaba atrás. Y así, la Iglesia fue hablando menos y menos del tema, se tapó el «pecado de usura» bajo una montaña de casuística deliscuescente (las circunstancias cambiaron, te dirán… lo que ayer los moralistas llamaban «usura» es otra cosa… como si lo de lucrar un interés por dinero poseído no fuera lo mismo entonces que hoy), y si hoy un católico fuera a confesar sus pecados de usura, las risas del confesor se oirían desde fuera de la iglesia. Hoy todos los católicos (y sobre todos los de tu palo, los que ven con buenos ojos el capitalismo) aceptan la usura. Vos la aceptás. Lo mismo terminará pasando con los anticonceptivos.

La objeción no es tan fuerte, desde ya; y hay cien distingos que hacer, y mil cuestiones históricas, teológicas y economícas a contraobjetar. No estoy seguro, de todas maneras, que la objeción no golpee en un punto débil, y que no convendría mirarla con un poquito menos de condescendencia.

Las travesuras de Pirulo y Catrasca

(No, no es una de payasos. O por ahí sí, no sé).

Lo que pasa, me digo, es que yo debo ser un poco pacato, (con perdón de la cacofonía). Alguna fobia, que intento esconder pero me brota de adentro, a las expresiones demasiado francas; una especie de pudor excesivo hacia «las malas palabras».
Después de todo, también el eufemismo es un signo de cortesía, digo yo…

Justo ayer leía en la gramática de Seco algo al respecto.
Y es que los eufemismos, con lo cuales el lenguaje «viste la desnudez» de ciertas expresiones demasiado ásperas para la vida social (por sus connotaciones sexuales, fisiológicas o afectivas; tabúes … linguísticos no religiosos), están más extendidos de lo que uno cree. Seco nota que los mismos eufemismos tienen una vida acotada: cuando se usan mucho, terminan reemplazando al término original, pierden su utilidad y entonces pasan a reclamar otro eufemismo.
Por ejemplo, me enteré de que «fallecer» era hasta hace poco un eufemismo: «morir» es una palabra un poco brusca, y se la reemplazó por aquella cuyo sentido original era simplemente «faltar». El eufemismo tuvo tanto éxito que hoy en día «fallecer» es un sinónimo (un poco más delicado, lo más) de «morir»; y se buscan nuevos eufemismos («faltar», «desaparecer», «dejarnos»…).
Y así, «baño» es un eufemismo de «excusado» que a su vez es eufemismo de «retrete», y éste de «letrina».
Tambíen en el mundo empresario, se habla de «desvincular» a un empleado, en lugar de «despedirlo»; que a su vez, me imagino, en otros tiempos habrá sido una expresión delicada (‘despedir’, al fin y al cabo, es una acción afectuosa) para eludir el brutal «echar».

Sería necio -adolescentemente necio- rebelarse contra el eufemismo; por lo menos, en general (claro que algunos eufemismos pueden ser ridículos; a mí lo de «discapacitado visual» por «ciego» me da en los nervios…). En general, el uso del eufemismo es un signo de delicadeza elemental en la vida de sociedad.

Ahora… ¿qué tiene que ver todo esto con el título del post? Tal vez no mucho.
Se trata de una notita inofensiva que salió en La Nación de ayer («Helados Pirulo, nuevo éxito del conurbano»). Sin pelos en la lengua, nos explican (antención : se viene un párrafo con lenguaje fuerte, chocante y algo soez; pasen de largo los lectores delicados) las razones y la mecánica del dicho éxito:
…para poder vender el kilo de helado a 7 pesos hay que ahorrar en publicidad. De hecho, su cadena sólo hace promociones en los puntos de venta, pero no desdeña el uso de técnicas avanzadas de marketing.

«Cuando al lado de uno de nuestros locales se pone una heladería que quiere competir por precio, lo que hacemos es cambiar toda la fachada de Pirulo y reemplazarla por otra marca nuestra que se llama Catrasca y vende el kilo a 3 pesos. Con Catrasca no hay nadie que pueda competir; y cuando logramos sacar al negocio rival, volvemos a poner la marca Pirulo», explica Flores.
Y bueno, qué quieren que les diga, yo seré un pobre inocente, pero a mí esta franqueza me escandaliza un poquito. Es raro que para estas cosas (para otras no, que yo sepa) me salgan estos brotes de pacatería. Y ya sé que esto es una tara mía, que el tal Flores no está diciendo nada malo (ni siquiera malsonante; de otra manera el diario no lo publicaría, al menos no en ese registro).
O tal vez sea que, si las historias de éxitos me dan un poco de miedo, las de éxito comercial me dan arcadas.

Dicen por ahí…

  • Si ud. quiere saber hasta dónde puede llegar un hilo de comentarios a un post en un blog (y lee inglés) puede ver este. Se trata de un blogger, ex pastor episcopal que acaba de convertirse a la Iglesia Católica estos días. Acá contesta por qué se hizo católico y no ortodoxo, considerando que se trata de uno de esos tipos que » …love the liturgy and sacramental life of the Orthodox Church. It speaks to the depths of my heart. I long to pray the Divine Liturgy and be formed by its music, poetry, beaity, and ritual». Interesante el post, los comentarios, y el blog.

  • Comentan que Howl’s moving castle, la última película de Miyazaki que acaba de estrenarse en EEUU no es gran cosa. Bueno, no todos opinan lo mismo, pero la mayoría considera que es de lo más flojito de Miyazaki.
    Veremos.
    (Ahora, si uds. se creían que esto es lo último que iba a decir sobre Miyazaki en este blog, están equivocadísimos!… Esto recién empieza).

  • En una canción de Serrat (un sabio de aquellos… ya sabemos) hay una frase (inexplicable para mí) que ha tenido una (inexplicable para mí) fortuna, y que aparece citada con una frecuencia y una reverencia digna de mejores pensamientos:
    «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio».
    Y hete aquí que Podeti dice que el emperador está desnudo.
    Por cierto, siempre ha habido falsos maestros. Es una verdad, es triste, y tiene remedio.

  • Hablando de emperadores desnudos…. Eh… No, mejor cambiamos de tema.
    Cambiando de tema, ¿vieron qué bueno estuvo -lo dice La Nación!- el discurso de Bergoglio? : «un discurso notable por su lucidez, valentía y su fina capacidad de análisis […] Deben aplaudirse la crudeza y la valentía con que el arzobispo ha descripto el escenario político y social de la República.»
    Tomá mate.
  • De otros blogs

    Fray Nelson trae un par de posts sobre el catolicismo en la España de hoy (aunque , claro no se trata sólo de España, ni sólo de la de hoy, ni sólo del catolicismo).
    Si yo fuera evangélico me preguntaría donde está la evangelización callejera de la Iglesia Católica. Me parecería noble que se defienda la familia, pero me preguntaría porque no hay ese vigor para predicar la Buena Nueva. Creo que nunca entendería por qué el evangelio ha podido volverse tan aburrido en los púlpitos y tan interesante cada vez que aparece el tema del sexo.

    Si yo fuera un filósofo ateo me preguntaría qué noción de derecho subyace en la mente de tantas manifestantes. ¿Defienden a la familia o sólo a sus familias? ¿Quieren el bien común o que no les perturben ni les cambien su modo de sociedad? Se defienden, es claro; pretenden defender lo suyo, pero si no parece que piensen en el bien de los que tienen otras tendencias o gustos, ¿qué tan respetable es su defensa?

    Y con respecto a los que no protestan o a los que atacan la protesta, un tal ateo pensador podría preguntarles: ¿Ustedes defienden los derechos de los homosexuales o la comodidad de no plantearse de fondo lo implicado en este asunto?…
    … y predice (optimista, el dominico) que les llevará cerca de un siglo a los españoles redescubrir el catolicismo.

    Antes, el mismo fray Nelson ha escrito un serie de doce artículos sobre el alma y el intelecto (desde acá hasta acá). Interesante sobre todo este sobre las cuatro maneras equivocadas de imaginar el alma (el alma-fantasma, el alma-vaporcillo, el alma-energía y el alma-experiencia) y este sobre lo que sería la correcta… al menos desde una perspectiva tradicional (el alma como «forma» del hombre, y caracterizada por su capacidad de «ser de alguna manera todas las cosas», por la potencia intelectiva que nos permite conocer).

    Y seguimos visitando dominicos: en Disputations, y a propósito de un post sobre consejos de lectura para adolescentes (la hija de Amy Welborn, concretamente), Tom le tira palos a Ayn Rand (la de la «Rebelión de Atlas»), escritora-filósofa que desconozco, bastante renombrada en EEUU y que alguien me había recomendado hace un tiempo.

    En el siguiente post, Tom trata al pasar un tema apasionante: la Belleza como medio de llegar a Dios (sobre todo en sentido evangelizador, para hacer llegar la idea de Dios a los de afuera). Alguien planteaba que, dado que la gente hoy día no está muy dispuesta a llegar a lo absoluto por vía de la Verdad o el Bien (relativismo metafísico y moral), deberíamos atacar por el lado de la Belleza; hoy sólo la Belleza atrae y enamora, y sin las resonancias de exigencias «autoritarias» de las palabras Verdad o Bien.
    En el post y en los comentarios se discuten pros y contras de esta idea. Si pasan y miran, verán; y disfrutarán de algunos lindos contrapuntos. Por ejemplo, alguien se preguntaba si del trío mentado (Verdad-Bien-Belleza) no es acaso el último el que prefiere usar el Diablo para perder al hombre; y Marion retrucaba: si a eso vamos, son los tres (Gen 3:6. «Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.»); realmente ingenioso. Otro (protestante) notó que «a diferencia de Verdad y Bondad, la palabra Belleza no aparece en los evangelios, si no me equivoco»; a lo que Tom contesta con gracia: «Así es; otro signo de que la doctrina de Sola Evangelium lleva a una metafísica defectuosa»..
    El tema da para más, y podríamos mentar a (nuestro) Marechal, con su «Ascenso y descenso del alma por la belleza», y a von Balthasar, y a Dostoievski, y a… Pero no será hoy.

    Lewis, Tolkien, Chesterton

    Me llega una noticia sobre un ciclo de tres charlas en el centro de Buenos Aires; la primera, sobre Lewis sería hoy. Acá estarían los datos. A los interesados les sugiero que confirmen por teléfono.

    Los espectadores del fin del mundo

    A propósito de Benson, Castellani, y consabidos berretines apocalípticos… y otras cosas, pensaba ayer que la advertencia de que «nadie sabe el día ni la hora» acaso también convenga leerla desde la otra vereda. No sólo advertirse, a uno mismo y al mundo:

    —Mirá que bien podría ser mañana; imaginate que fuera mañana…,

    y todo lo que sigue, sino también:

    —Mirá que bien podría ser dentro de mil siglos. Imaginátelo, también. Imaginate que todas este desorden, esta necedad y esta podredumbre del mundo actual están lejos de ser definitivas, y son sólo un escalón más de una escalera mucho más larga y compleja de lo que sospechás. Imaginate un libro de historia (católico… si querés) del siglo 40, repasando con displicencia el insignificante siglo 21. Es perfectamente posible, ¿no? Y también imaginate (y esto ya no es posible: es cierto) que todo lo que pasó fue, en última instancia, la voluntad de Dios; y que los ángeles -y los hombres, en la gloria- perciben todo (todo) como una sinfonía perfecta, y aplauden con entusiasmo; también vos. Imaginate que, terminada la función, ves que toda tu indignación y tu angustia por «lo mal que andaba el mundo», toda tu militancia en favor del cristianismo y en contra del laicismo abortista, toda tu defensa de «la verdad» no eran más que vanidad y escapismo cobarde; que te creías con vocación de mártir, y en lugar de sangre sólo tenías bilis para dar. Que al fin entraste a la gloria … raspando, acompañado de los fariseos, y detrás de las prostitutas y los gays. Que no entendiste nada, que no supiste ver los signos de los tiempos, que de cada diez trampas que te tendió el diablo caíste en nueve. Que al fin ves que lo que decía Jesús sobre el que tenía la viga en el ojo y quería sacar la paja del ojo ajeno, sobre el hermano del hijo pródigo, y sobre la virgen necia, te lo decía precisamente a vos.
    Y que -en la gloria, imaginemos- podés ver toda tu estupidez y tu miseria pasada con absoluta claridad y sin la más mínima amargura, con el espíritu lleno de gratitud y alabanza perfecta.
    No te digo que sean así las cosas; tal vez no lo sean; en lo que a tu alma concierne, esperemos y roguemos que no. Pero es perfectamente posible; y si no te gusta imaginarlo, entonces con más razón tal vez te convenga imaginarlo.
    Imaginate entonces que todo esto no era, como creías, el fin del mundo, ni nada que se le parezca; que en el mundo el Espíritu opera con poder y de maneras escondidas a tus ojos; y que en los hombres hay más Bien del que sospechás (y también más Mal, pero no justamente donde creés verlo). Imaginate entonces que mañana vas a morir, y que el mundo va a seguir existiendo, y su historia irá por caminos largos y nuevos, con saltos, y tropezones, por muchísimos siglos. Y siempre para gloria de Dios (¿para qué seguiría hoy, si no fuera así?).

    No sé si esto puede resultar un ejercicio de imaginación útil para alguien; seguramente no para todos, ni siquiera para la mayoría. Pero este blog no está hecho para la mayoría.


    [P.S.: Ahora veo que este post -que debería tener una segunda parte- tiene un claro precursor en éste. Y me asombra descubrir que en aquel estaba San José como protagonista y ejemplo. Me asombra -y hasta me asusta un poco- porque… bueno, no tengo que decir por qué. Lo que sí debería decir es lo que dijo una vez San Juan de la Cruz: «…no le era tan devoto como debía, pero lo seré de aquí adelante»]

    Montescos y Capuletos

    — Yo no puedo aceptar eso, me decía un amigo católico; ha habido hombres que lucharon y dieron su vida por defender esas verdades…

    Se trataba de alguno de esos gestos ecuménicos, algún intento de acercar posiciones en temas doctrinales con -digamos- los luteranos.
    El sentimiento de mi amigo es fácil de comprender y compartir; y, por supuesto no es cosa exclusivamente católica, ni siquiera religiosa.
    Deudas de sangre que se arrastran por generaciones. Montescos y Capuletos.

    Pongamoslo en general: ciertos antepasados nuestros (antepasados religiosos, o familiares, o compatriotas) defendieron con su vida (materialmente hablando o no) algún territorio (geográfico, dogmático, ideológico) contra otro bando. Sentimos amor y veneración por esos antepasados, son realmente parte de la familia, fundamento de lo que somos. Al mismo tiempo, sentimos que con el correr del tiempo la enemistad contra el otro bando ha ido desvirtuándose y envenenándose. Hoy no estamos tan convencidos de que la disputa valga lo que cuesta; sea porque reconocemos un malentendido original, o una sinrazón, o porque los territorios disputados ya no existen, o han cambiado, o no vemos que valgan lo mismo que entonces.
    Nos parece que hoy lo justo -y lo valiente- ahora no es alentar la pasión, sino tender lazos y buscar una reconciliación con el antiguo enemigo.

    Y entonces, nos dicen (voces de afuera y de adentro): eso es cobardía, eso es traición. Reconciliarnos -así, sin la rendición incondicional del enemigo- es pisotear la memoria de nuestros muertos; es tornar inútil su lucha y su sacrificio. ¿Cómo podés dudar del valor infinito del terrorio en disputa? Aunque no vieras el valor que ellos vieron, solo el esfuerzo invertido, las vidas dedicadas, la hacen infinitamente preciosa. «La sangre derramada jamás no será negociada». «Ellos te están mirando». Etc. Etc. Etc.

    Y bien. A veces esas voces tendrán razón (ser fiel a las causas antiguas no suele ser cómodo; los tiempos no alientan la fidelidad al pasado, y abundan los mercaderes dispuestos a comprarte complicidad).
    Y a veces, no (también alentar los odios contra el enemigo, invocando antiguas infamias, suele una forma cómoda -y cobarde- de refugiarse en lo social).
    ¿Cuál será el criterio?

    [continuará]

    Confesor apocalíptico

    El otro día me fui a confesar -un cura desconocido, al azar, como casi siempre- y el tipo estaba leyendo «El señor del mundo«, de Benson, en la traducción de Castellani, que reeditaron hace poco). Me hizo gracia, y me distrajo un poco (quedó el libro cerrado sobre el asiento, y yo no podía evitar pispear la contratapa…compulsiones de lectura que uno tiene).
    Llegada la hora de la penitencia y absolución, ya estaba yo esperando un poco de rigor… Pero me largó con cinco AveMarías, nomás (previa recomendación de leer … a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz). Verdad es que, para los tiempos que corren, ya eso casi lo hace un rigorista.

    No hago el bien que quiero

    Mañana lluviosa en Buenos Aires. Vengo con atraso, y consigo a duras penas un taxi. Me toca un tachero conversador. Un alma gemela.

    — ¿Qué tiempo de porquería, no?
    — Sí … —digo , sin comprometerme demasiado.
    — Sí. El invierno es un desastre. Todas las minas llenas de ropa, uno no puede ver nada. En verano es otra cosa, viste… Es un espectáculo, ves cada cosa… Y ahora, con tanto abrigo encima, uno ni siquiera sabe si la mina está buena o no…
    Breve silencio. Dos cuadras después vuelve el tema del clima.
    — Pero qué día de m****, che!
    — Sí… (penosamente busco algo más para decir)… pero, bueno, a uds los taxistas les viene bien, ¿no?
    — Ah… sí … jah! Aplaudimos, nosotros cuando llueve… sí, jah…. ¿Vamos por Belgrano y doblamos por diagonal, no ? . Bien. Pero, mirá, mirá lo que es el tráfico! Una locura. Se pone así cuando llueve, ¿viste? Y vas a paso de tortuga, levantás mucha gente pero gastás una hora en un viajecito de dos pesos. Mirá, yo prefiero poder ir rápido… ¿m’ enténdes? … (una cuadra de silencio) ¿Viste el partido anoche ? Bah ¿sos de Boca?
    — Sí… Escuché algo en la radio, no tengo televisión.
    (Se da vuelta para mirarme, con asombro exagerado)
    — ¿No ténes televisión ?
    — No…
    — ¿Se te rompió?
    — No, no tengo. Hace tiempo…
    — Jah… (todavía no termina de creerlo, parece)… es raro, che.
    — (Con algo de temor a parecer un petulante intelectual anti-tv, y con algo de rabia por sentir ese temor) Sí, un poco bicho raro soy, supongo…
    Al rato:
    — ¿Sos casado? ¿Te separaste ?
    — No, soy soltero.
    — Ah, mirá vos. Yo digo porque pensé que a lo mejor te habías separado, viste, y le habías tenido que dejar el televisor a la bruja, viste ? (se ríe) Es re común. A mí me pasó. De un día para otro me quedé en la calle, la bruja se quedó con todo. (se ríe). Pero sí, vos hacés bien. Es lo que tenés que hacer con las mujeres: c***las y largálas. Es así. Lo que pasa es que uno es un b*****. Yo cuando me separé, era tipo grande, y pensé que nunca más, viste. Y pasan unos años y me vengo a enganchar una mina de vuelta… y viste, uno siempre piensa que esta es «la» mina… que es buena piba y todo eso… Y al final son todas iguales, dejá de joder! Por eso te digo: vos hacés bien.

    Creo que el resto del viaje lo pasamos en silencio. No sé si hice bien.

    Sic

    Hablando de cumpleaños…
    Según la investigación de expertos del Instituto Demográfico de Viena (Austria) y de la Universidad de Nueva York en Stony Brook (EE.UU.) publicada en la revista británica Nature, debe redefinirse el método en que se estima la edad humana, calculándose cuántos años quedan por vivir, en lugar de aquellos que ya se han vivido.
    No salió en The Onion, sino en La Nación.

    Un añito

    Siempre fui un desastre para acordarme de los cumpleaños.
    Un lector, Agustín, me hace notar que ayer este blog cumplió un año.
    Y no sé si me corresponde felicitar, agradecer, lamentar, disculparme o qué.

    Y si todavía no aprendimos a hablar (ni a caminar!), no hay que perder la esperanza.

    Imágenes y novelas

    Es el primer párrafo del tercer capítulo de una novela que estoy leyendo. No importa cuál.
    Hagan el esfuercito de leerlo, antes de seguir con el post.
    Aunque el mercado de Billingsgate de esa época consistía nada menos que en todo el lecho dejado por el antiguo curso del río, llamado ahora calle del Támesis, las carretas de los vendedores, cargadas de cebollas, zanahorias, lechugas y coles se apretaban rueda contra rueda a lo largo de la calle, y por el este llegaban hasta Tower Stairs, junto al blanco castillo medieval, en cuyas cuatro torres ondeaban las banderas; seguían por el oeste más allá de la fachada helénica de las Adanas y rebasaban los ocho muelles abarrotados hasta llegar al mercado de Billingsgate y más allá hasta la parte oeste del puente de Londres. El estruendoso torbellino del comercio llenaba toda la calle, desde los callejones que morían en ella por el norte hasta el lugar en que la calzada desaparecía para unirse unos metros más abajo al curso del río, ceñido por plataformas de madera, junto a las que se alineaban los botes de los pescadores de ostras. Un laberinto de planchas y escalerillas unía las bordas de los botes a tierra, formando una pequeña calle más bien precaria, llamada por los comerciantes del mercado como calle de las Ostras.
    A mí me queda poco de todo eso, muy poco; casi lo paso por alto.

    Borges decía que no estaba seguro de ser un buen escritor, pero sí creía ser «un excelente lector, o, en todo caso, un sensible y agradecido lector». Yo no me animaría a decir tanto; pero sí me animaría a decir que soy un lector voraz y, a estas alturas, bastante entrenado; leo con mucho gusto (es una de mis actividades favoritas) y, mientras se trate de narraciones, con cierta facilidad. Lector agradecido y medianamente sensible, creo.
    Pero sí reconozco que se me hacen cuesta arriba esas descripciones.
    Es bastante común, dirá alguno: a casi todos nos resultan menos legibles las descripciones que las narraciones dinámicas, y los diálogos.
    No estoy seguro que eso sea todo. Creo que tengo una dificultad especial con las descripciones visuales. Supongo yo que la intención del autor es que el lector se haga una imagen visual de lo que describe (como, supongo yo, se la hace él). Por lo general, yo renuncio al esfuerzo. Paso.
    Falta de actitud contemplativa, dirá alguno; impaciencia. Puede ser. Pero sin embargo disfruto de lo visual, me encantan los paisajes de Miyazaki, y no pido «acción» en esos casos (en verdad, ahora que lo pienso, cuando el autor me tira con ese párrafo le contestaría : «No jodas, dibujámelo y seguimos»). No sé.

    ¿Le pasará a todos los lectores algo parecido?
    ¿Tras leer el párrafo de arriba, les queda alguna imagen del castillo blanco con sus cuatro torres? ¿Arman en su cabeza la escena, con sus calles y sus distancias? ¿Han prestado atención a los puntos cardinales y han dibujado mentalmente un plano? ¿»Ven» cada cosa en su lugar, esos botes alineados junto a las plataformas de madera…?
    Si es así, sepan que los envidio profundamente.

    Plum remozado

    Podeti [*] metió un link, por lo que a las apuradas tuve que hacer un poquito de limpieza y maquillaje: ahora las dos páginas con fragmentos de P. G. Wodehouse están un poco más presentables. Algún día tengo que armarle un mini sitio más digno…


    [* Otro fan de PGW al parecer; eso explica algunas cosas.]

    El maestro

    Un artículos sobre Jorge W. Abalos, con algunos links.
    Me cae muy simpático este Abalos, ; algo olvidado hoy, según creo. No será un gran escritor, probablemente; pero, como decían en otros tiempos, parece ser un tipo con el corazón en su sitio (eso no basta para hacer a un buen escritor, me dirá alguno; no sé, no sé).

    Me gustan sobre todo Shunko, Norte pencoso y Shalacos. Todos sobre sus tiempos de maestro rural en Santiago del Estero (enseñando «castilla» -castellano- en un ambiente predominantemente quechua). Prosa tan humilde como el entorno. Y no sé muy bien qué es lo que me emociona; tal vez ese trabajo (maestro/médico en zona prácticamente indígena) evoca en mí alguna especie de santidad, al modo misionero… No sé.
    Poco y nada de religión, en sus libros. Y no está mal. Sólo algo de religiosidad popular (mitologías ingenuas), que el maestro a lo sumo «enfrenta» con la ciencia…
    Aunque en la última página de Shalacos, a modo de epílogo, hay un rasgo curioso: el maestro, alejado de ya de su «pago dichoso» pero en comunicación por carta con sus ex alumnos, le manda a uno de ellos que acaba de perder a su madre unas palabras de aliento y «un libro» («sobre todo, Shigu, leélo cuando te sientas desalentado», le dice). Eso termina convirtiéndose en una especie de ritual; así cuando a otra de sus alumnas se le muere la madre, va todos los días al correo hasta que recibe el esperado envío del maestro: la carta y «el libro». Y eso es todo lo que dice. Raro.

    Lo que cuesta

    …la iglesia debería replantearse el asunto de la gula y la pereza. Cuestan demasiado esfuerzo para que sigan siendo pecado.
    No pretende ser más que un chiste. Pero vale la pena observar lo que da por supuesto (y que, claro está, el lector común dará por obvio): que la virtud cuesta más que el pecado.

    Acá, debería venir a un párrafo sesudo (si uno supiera pensar…) y extenso (si uno supiera escribir…), mentando a Kant, a Santo Tomás y a Sócrates (si uno supiera filosofía) y deplorando cómo ha ido degradándose la inteligencia y la moral en los últimos N siglos (si uno supiera algo).

    Si hubiera escrito ese párrafo, podría haberlo rematado con la frase que escuchaba uno en los tiempos de estudiante, cuando se esforzaba en la confección de complicadísimos «machetes» para los examenes: en verdad estudiar (saber) cuesta menos. Pero no estoy de que la comparación sea buena.

    Limitémosnos pues a lo que mejor sabemos hacer: la simple contradicción, tan terminante como irrazonada: El pecado cuesta. Es lo que más cuesta, aunque no parezca; pereza incluida.

    Igual que la calandria

    Tras una semana sin escribir, estaba esperando que empiecen a a llegar los mensajes apremiantes de multitudes de lectores que no pueden vivir sin este blog … Y nada.
    Pero ahora caigo en la cuenta: no quieren exponerme a la tentación de la vanagloria.
    Bien, da gusto tener lectores cuya adicción es sólo superada por su inteligencia. Sacudámosnos entonces la modorra y volvamos al ruedo.

    Todo inventado

    Me dice un lector:
    Por tu culpa, me alquilé «El viaje de Chihiro«, y no entendí absolutamente nada.
    Y bien. No voy a decir que me arrepiento, siempre que recomiendo algo sé que corro ese riesgo. Me preocupa mucho más el otro riesgo: el de recomendar algo que no lo vale. Creo que este no es el caso. Y aunque lo fuera: esto es un mero blog, vamos.

    Hablando de Chihiro.
    Ayer pensaba algo sobre los padres, tan clase-media-moderna ellos… poco antes de caer bajo la maldición (por meterse en un lugar prohibido y ponerse a comer como cerdos, son transformados en …cerdos) el padre había tranquilizado a la hija (malcriada y apática) diciéndole «No hay por qué preocuparse, tengo efectivo y tarjetas de crédito». Y recién ahora me percato del evidente carácter «burgués» de esa seguridad, y del paralelo con la anterior frase tranquilizadora, cuando se meten con el auto por un camino abandonado: «No te preocupes, tenemos un gran automóvil» (en realidad, veo ahora, dice literalmente: «Tenemos un ‘4×4’«).
    Nada demasiado sobrenatural que ellos se conviertan en cerdos, al fin y al cabo. Y que la niña alcance a salvarse (y salvarlos) «desmalcriandose», trabajando duro, rechazando el oro falso y compadeciéndose del que no tiene rostro.
    No está mal (claro que estas interpretaciones no hacen ninguna falta para disfrutar la película; yo al menos no las necesité).
    Pero la observación sobre el castigo que cae sobre la falsa seguridad burguesa de los padres no será un hallazgo mío, seguro… A ver, busquemos en Google… Claro. Acá, por ejemplo.

    En fin, si uno quiere hacerse la ilusión de tener alguna pequeña idea original, lo mejor es no tener Internet.
    Algunas otras grandes ideas que se me cruzaron estos días:

  • Pensando en ese espantoso y omnipresente adjetivo : mediático, y en el sustantivo original «medios» en esa nueva acepción, se me ocurrió una vuelta de tuerca ingeniosísima sobre la frase «El fin no justifica los medios»… muy fácil de imaginar (ahora que ya les expliqué por dónde venía la cosa!).
    No hace falta buscar demasiado en Google para encontrar miles de ingeniosos periodistas que tuvieron la misma brillante ocurrencia. Maldición.

  • Pensando adjetivos para calificar una determinada persona con pose de superado e impertubable, forjé el adjetivo «indespeinable«. Feo, pero al menos original, pensé. Bueno… no.

  • Más en el plano tecnológico, y volviendo a las películas de Miyazaki: mejor que verlas en el monitor de mi PC, sería poder proyectarlas, pensaba hace poco. Un proyector cuesta caro, sí… pero tal vez alguna especie de cámara oscura … (en mi adolescencia había armado una con unos Rasti y una lupa). Simple, barato y efectivo, pensé; y durante una fracción de minuto me imaginé, cual nuevo Edison argentino, patentando mi invento, ganando fama y riquezas (está bien, no hay por qué reírse; una fracción de minuto, dije… ponéle unos diez minutos ; bueno, un par de horas, no más; o no mucho más).
    Sí: claro que mi invento ya existe y al parecer no funciona del todo bien; demasiados avisos de «compre mi manual y mi kit por $40…» ; de esas cosas que dan alguna satisfacción a los vendedores poco escrupulosos y muy poca a los compradores ingenuos. Por ejemplo.

    Contemos pues, entre las virtudes de Internet, esta de matar -casi de raíz- esos berretines de originalidad, que son triste y moderna cosa. Y esto último que digo, tampoco es nada original.
  • Fe y religión

    En un hilo de los foros ETF alguien preguntaba si «fe cristiana» (o católica) quiere decir lo mismo que «religión cristiana«.
    Naturalmente, todo es una cuestión de acepciones: y las dos palabras (fe y religión) tienen distintas acepciones.
    En cuanto a la palabra «religión«, la acepción más popular hoy día se aproxima a la primera del diccionario: «Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales».
    En cuanto a la palabra «fe«, suele significar «lo que se cree«, o sea la primera parte de la anterior definición. Así entendidas las expresiones, habría que decir que la religión no es lo mismo que la fe, sino que más bien la incluye: o sea, que la religión (católica) contiene el depósito de la fe, como dice Andrea en el segundo post.
    Lo cual no prohibe que, por extensión del concepto, a veces se use la expresión «fe cristiana» como sinónimo de «religión cristiana».
    (Aunque, aun admitida esa extensión, quedaría por ver cuán aplicable es esto a religiones no cristianas… «Sin darnos cuenta, suponemos que ‘religión’ y ‘fe’ son lo mismo y que todas las religiones pueden definirse también como ‘fe’. Pero esto es sólo verdad en cierto sentido, ya que muy a menudo otras religiones no se denominan así, y gravitan en torno a otros puntos», Ratzinger )

    Pero, en realidad, las dos palabras «fe» y «religión» tienen en la teología acepciones más precisas y «técnicas», que conviene conocer. Es lo que hace Abel en dos largos posts … que conviene leer. Resumo libremente:
    … Seguir leyendo