Archivo por meses: septiembre 2008

Se lee y no se dice

Esto, en Hurgapalabras, me recordó la existencia de tantas palabras y expresiones que uno ha conocido por medio del lenguaje escrito, antes que por el oral… Mi caso debe ser bastante extremo; no porque lea muchísimo, más bien por la desproporción: leo bastante y hablo muy poco; y también (nerd, discapacitado social) oigo poco; y lo poco que hablo y oigo suele estar lejos de mis lecturas. Y de yapa cierta timidez o pereza intelectual: una resistencia natural a articular los «¿por qué?» «no entiendo» «¿y eso qué quiere decir?». De modo que tengo abundante experiencia de lo que describe Alejando: muchas palabras conocidas por los libros, cuyo significado me he contentado con sospechar, a veces muy vagamente.

Pero, aparte de los significados, hay otro aspecto: el sonido.
Es un poco raro, quizás algo enfermo (como una prolongada amistad epistolar, por papel o por internet, con una persona que no hemos visto nunca), tener tantas palabras en el vocabulario que no he pronunciado nunca; y que tampoco he escuchado.
Sustantivos, adjetivos, verbos, expresiones que me son útiles en los libros, pero no en mi habla.

El primer ejemplo que se me viene a la mente es una palabra que evocábamos con Marina en este post afín: «alféizar«. Cualquiera debe saber lo que es un alféizar: es la parte de la ventana donde se posan las macetas, los gatos o los codos. Bueno. Yo he tropezado montones de veces con la palabra en los libros, y muy gradualmente he ido aprendiendo su significado. Pero nunca, jamás, la he pronunciado. Y, si no me equivoco, jamás la he escuchado. (Digo esto, ahora, y se me cruza la sospecha dolinesca de que el día en que la pronuncie o la escuche «pasará algo»; por si acaso, sigamos sin pronunciarla).

En español tenemos una escritura muy fonética, y casi no hay margen de dudas sobre la pronunciación de una palabra nunca escuchada. En inglés, por caso, es distinto. Y eso me lleva a otro conjunto de palabras que sólo suelo leer: nombres propios extranjeros, sobre todo nombres de escritores o filósofos. Aunque sean figuras famosas, como no suelo moverme en círculos donde se menten esos nombres, muchas veces desconozco su pronunciación; y generalmente lo descubro al momento de intentar pronunciarlos… (Me pasó con Bloy, hace muchos años; su pronunciación –blúa– la aprendí en parque Rivadavia, de un vendedor de usados; cierto es que este sí no es de escucha frecuente). También me ocurre que no puedo… adueñarme, digamos, de una palabra en inglés si no sé cómo se escribe.

Es cierto que la mayoría de esas palabras sólo leídas provienen de situaciones no muy cotidianas. Recuerdo sobre todo el léxico marinero, de las novelas de aventuras: grumete, jarcias, barlovento, estribor, foque, santabárbara, bergantín, corredera, sextante… Pero también hay algunas que son bien usables, que no sé por qué no uso .. quizás cierta lamentable manía inconciente mía de evitar —en el habla, para empezar— cualquier manera remotamente refinada, un prurito de llaneza mal entendida.

Sea por lo que sea, es una pena. Módica, pero pena.
Pobres palabras, no fueron hechas para quedarse escritas, merecen pasar por los labios algunas vez, me digo… aunque sean labios argentinos (y aporteñados!).
Y se me ocurre que el poeta es quien puede ser hacerle el mayor servicio a estas palabras.
Porque, pienso, por más que haya corrido tanta agua bajo el puente desde aquel día en que el joven San Agustín de Hipona se sorprendió al encontrar a San Ambrosio leyendo un libro sin mover los labios, por más que hoy a muchos cultos nos cuesta menos recorrer palabras con los ojos que decirlas, la poesía nos empuja a gustar el sonido de lo que leemos, casi nos obliga a pronunciarlas.

PS: Hay un caso muy especial, quizás paradigmático, que un cristiano debería tener presente cuando de palabras no pronunciadas se trata: menos mal que Elena me lo recuerda.

# | hernan | 25-septiembre-2008

Rimas miseras

Acaso como castigo por haberme quejado alguna que otra vez de la calidad (digamos… doctrinaria y artística) de los cantos de misa, me tocó esta vez escuchar un cantito anti-misa… una de esos videos en Youtube con las feministas-abortistas en Neuquén escupiendo (literalmente, incluso) su democrático disenso ante los católicos que nos empeñamos en meter nuestros rosarios en sus ovarios.
Pero no se trata ahora de esas cuestiones, ni de las rimas clásicas (ovarios/rosarios ; iglesia-basura/dictadura), sino de una rima nueva, para mí al menos. No estaba seguro de haber oído bien, pero me confirman que es así nomás:
Mujer que se organiza – no va más a misa.

(Melodía: una sola nota. Ritmo: binario, marcado; todas corcheas, salvo tres negras, al fin de cada verso y en «va»)

¿Ni siquiera podremos seguir diciendo aquello de que la izquierda argentina tiene buen gusto y creatividad en lo artístico?
Vamos, chicas… realmente… aparte de todo… me parece que estuvieron algo por debajo de sus capacidades… ¿«organiza»? ¿No pudieron encontrar mejor palabra? ¿No les sonó un poquito absurdo, demasiado… soviético? Será que mi lado izquierdo es más bien anarco, pero la verdad es que me resultó deprimente, por donde lo mire. Y miren que «misa» es palabra fácil para rimar en consonante; sobre todo hablando en argentino. Permítanme aportar, desinteresadamente, algunas otras rimas, que uds. sabrán trabajar.
Mujer que se actualiza – no va más a misa.
Mensaje anti-reaccionario; no muy feliz, pero siempre mejor que el original.

Mujer que se realiza – no va más a misa.
Quizás demasiado vago; tal vez esas católicas no entiendan que realizarse significa, por ejemplo, ser supervisora de marketing en lugar de ama de casa.

Mujer que se analiza – no va más a misa.
Este sí que es bueno. Llega al corazón, esa es nuestra experiencia religiosa… Aunque, de nuevo, no todas las católicas deben entender que analizarse significa psicoanalizarse; ay, cuesta encontrar palabras para que los sordos escuchen… pero sirve para enfervorizarnos.

Mujer que no improvisa – no va más a misa.
Un poco demasiado parecido al original, tal vez. Y las dos negaciones no quedan bien.

Mujer que vive aprisa – no va más a misa.
¿Se entenderá que vivir aprisa significa vivir mucho, y mirando al futuro en lugar del pasado?

Mujer que teoriza – no va más a misa.
Acá teorizar significa pensar. Pero, sí, aunque el mensaje es bueno, la forma es algo forzada.

Mujer que profundiza – no va más a misa.
Parecido al anterior.

Mujer que sintoniza – no va más a misa.
Que sintoniza con su tiempo, con los aires de cambio, el fluir de la cultura, etc. También algo traído de los pelos, de acuerdo.

Mujer que moviliza – no va más a misa.
Sería mejor «que se moviliza», pero sobraría una sílaba. Movilizar es un estadio más avanzado que movilizarse, es como que estamos quemando etapas.

Mujer que va a misa – no es progre y es sumisa.
Con esta inversión recuperamos algo de la agresividad que los anteriores venían perdiendo. Lástima que progre suena peyorativo, es mote del enemigo.

Mujer que va a misa – al PO escandaliza.
De uso un poco limitado, sólo para militantes del Partido Obrero. No zafa del rídiculo (pero a los del PO esto no parece importarles), y cuesta conjugar el verbo «escandalizar» para primeras personas. Pero es sincero, y ese candor no deja de tener su poder de seducción.

Mujer que va a misa – no nos simpatiza.
Este debe ser el más redondo y franco de todos, despojado de interpretaciones, explicaciones y propuestas. Eso, ni más ni menos, es lo que hay. A lo cierto -al sentimiento- nos atenemos. Aunque es verdad que la falta de agresividad y de justificaciones le quite un poco de fuerza militante. También le falta una sílaba, pero eso molesta poco.
# | hernan | 23-septiembre-2008

Cosas como figuras

Entonces, apretado como un libro de enigmas,
el universo hablaba,
y era el suyo un idioma de animales y flores
resplandecientes.

Y era un idioma oscuro, pero dulce al oído
como la miel de la palabra
cuando se pone de rodillas.

Leopoldo Marechal
En las parábolas Jesús recurre a cosas de la vida cotidiana para ayudarnos a intuir cosas más altas y menos familiares. Se supone, claro, que uno conoce la cosa cotidiana; si no, el procedimiento no funciona.
En ese sentido, las cosas resultan muy -pero muy- útiles; a Jesús y a nosotros.
Podemos sentarnos a discutir qué quiso decir Jesús con la parábola del capataz tramposo, en qué medida aprobó su proceder; pero al menos podemos convenir en que la existencia de capataces tramposos en el mundo tiene su lado bueno: si no los hubiera, Jesús no habría podido disponer de esa figura para enseñar sobre algo más sustancioso que la ética comercial.
Y lo mismo para la existencia de los jueces injustos, los hijos pródigos, las monedas que se extravían, las ovejas que se pierden, la basurita que se mete en el ojo, la cizaña… Pero también (¿por qué limitarse a las cosas malas?) el trigo, el agua y el vino, los odres, los lirios, los peces y los pescadores, la gallina y los pollitos…
Casi cualquier cosa de este mundo puede funcionar como tipo o figura, pareciera.

Seguramente será una desmesura pretender descubrir por ahí el sentido último de la existencia de tal o cual cosa. Decir, por ejemplo, que los pájaros existen para recordarnos la providencia divina… imaginar que Dios creó el lirio para que allá en Galilea por el año 30 Jesús pudiera recurrir a su ejemplo, y para que su contemplación desde entonces (y también antes, para los más avisados) nos sirviera a los hombres de lección…
Sí, a mí también esto puede sonarme a irrealismo devoto, no crea… A ver: para no perdernos en nubes de humo incensado, vamos con otro ejemplo bien pedestre; pongamos que alguien (no yo… necesariamente) en charla casual con un prójimo (que conoce poco de nuestro mundillo católico, pero algo de actualidad política argentina) le explica que «los de Radio Cristiandad son algo así como los D’Elía del catolicismo»; supongamos que la figura es mínimamente justa y eficaz; en este caso, los dialogantes deberán estar agradecidos (a pesar de lo que fuera) por la existencia de este D’Elía: ha tenido una utilidad, modesta pero rotunda.

Entre las parábolas de Cristo y este ejemplo deplorable, hay un sinfín de otros casos en los que las cosas ofician de figuras, a distintos niveles de profundidad y con mayor frecuencia, sospecho, de la aparente. Por eso, hay ser considerados y agradecidos con las cosas.

«Cosas», digo, en el sentido más amplio de la palabra: objetos individuales y génericos, naturales y artificiales, exteriores e interiores; hombres, libros, músicas, teoremas, flores, estados de ánimo; y también acciones, historias, rutinas… Desde los usos más altos, desde el mito, pasando por el símbolo, la parábola, la alegoría, la metáfora más o menos convencional, también las figuras retóricas más triviales y horizontales (como las kenningar que mentaba Borges)… siempre hay un misterio en eso de apoyarse en las cosas de este mundo para remotarse a otras (aun cuando éstas también sean de este mundo). Será nuestra condición de inteligencias encarnadas, supongo; no sé.

Filósofos y afines tendrán sus explicaciones a mano. Los tomistas nos espetarán suficientes (y probablemente en latín) que «nada está en el intelecto que no haya estado en los sentidos». Así será. Pero yo preferiría que me lo dijeran con un poquito más de entusiasmo; pareciera que a muchos de estos les pesa más la parte negativa de la proposición (no podemos inteligir sin apoyarnos en lo sensible) que la positiva (podemos: lo sensible nos sirve para inteligir); como si hubiera que envidiar al ángel, antes que admirar y agradecer por el lenguaje de las cosas. Falsa impresión mía, probablemente.

Del otro lado, ateos militantes denuncian la alienación del cristianismo, nos dicen que referir todo al «otro mundo» nos lleva al desprecio de éste. Y no les faltarán motivos históricos, contra ciertas cristiandades adulteradas. Pero a mi ver es justamente al revés. Es la potencia que tienen las cosas de acá, de llegar a sernos figura de cosas más altas, lo que nos las hace verdaderamente interesantes y amables. Sin eso, con la cosmovisión del ateo cientificista (por ejemplo), ver, sentir, aprender, actuar y vivir acá sería un aburrimiento insoportable, y el universo entero sería más estúpido que el programa más estúpido de la televisión argentina.

Y no faltará el que me objete, en nombre de la misma espiritualidad cristiana, que tampoco es cuestión de dedicarse a aprovisionar «cosas» de este mundo (en aquel sentido amplísimo de la palabra) para disponer de muchas figuras, que también por acá hay peligro de perderse en las imágenes… Desde ya.
Y tampoco faltará el que encuentre todo esto demasiado poético y grandilocuente. Al fin de cuentas, dirá, metáforas y parábolas no ocupan un lugar muy grande en nuestra vida. Yo le respondería, yéndome irresponsablemente al otro extremo, que por el contrario el lenguaje (y por lo tanto el pensamiento) figurado es más bien la norma que la excepción, que a cada paso recurrimos a apoyos más o menos míticos. Bueno… sin ir más lejos, acabo de hacerlo al usar las palabras «apoyo» y «paso» (y fue sin querer!). Podríamos pasear un poco por las etimologías de las palabras, descubrir multitudes de sentidos figurados bajo los literales en tantos vocablos del habla cotidiana…
Pero mejor le tiro por la cabeza un ejemplo bien fuerte, y que tenemos bien a mano. El Padrenuestro. Basten las primeras palabras:

«Padre nuestro que estás en el cielo…»

Tenemos aquí dos cosas*. Por lo que hace a la figura del padre, no hace falta insistir demasiado; sobre todo con lo que dice San Pablo (Ef. 3.15), que toda paternidad «en los cielos y en la tierra» toma nombre del Padre. En verdad, no sé qué podríamos hacer con eso de «Dios Padre», cómo podríamos relacionarnos así con Él si no tuviéramos la experiencia de la paternidad terrena**
Y en cuanto al cielo… Sí, el cielo «cotidiano» es figura del otro cielo. Pero no es mera metáfora, no es enteramente otra cosa. Yo, entre el hombre ingenuo que imagina a Dios allá entre las estrellas del firmamento que mira con sus ojos, y el hombre culto (cristiano, probablemente) que desdeña mirar el cielo así, religiosamente, porque sabe que aquello es «sólo una metáfora», porque el cielo que mira (de hecho, él lo mira poco)*** sólo le despierta pensamientos científicos-astronómicos (o poéticos)… estoy mucho más cerca del primero, sin dudas.
De acuerdo en que es una de las figuras más potentes y magníficas que podía agarrar de ejemplo, pero también convengamos que nos es nada lateral.

Y den gracias que esto me quedó terriblemente largo, que si no les tiraba algunos ejemplos de Miyazaki…

 

(* … por lo menos. Lo de «estar» también puede tener miga. Y aun lo de «nuestro»… )

(** … no necesariamente la paternidad propia, claro; aunque no está de más recordar lo que decía Bloy: «Antes de ser padre, yo no comprendía muchas cosas del Padrenuestro… Ahora, cuando miro a los ojos a mi hija, me parece que viene mi reino»).

(*** Y acaso sea uno de los rasgos más siniestros de vivir en las ciudades grandes: ver poco y mal el cielo.)

# | hernan | 17-septiembre-2008

Al rescate del prójimo

Tres hombres en un bote (Three Men in a Boat —To Say Nothing of the Dog) es una novela humorística, la más popular de Jerome K. Jerome. Estos párrafos corresponden a la mañana de la partida. Los tres muchachos se han acostado con el plan de salir al amanecer. Por supuesto, se quedan dormidos, y pasadas las nueve la dueña de la pensión los llama. Los dos que logran despertarse, muy disgustados, dedican varios minutos al reproche mutuo…
… hasta que nos vimos interrumpidos por un desafiante ronquido de George. Esto nos recordó, por primera vez en el día, su existencia. El caballero, que anoche nos preguntaba a qué hora deseábamos despertarnos, yacía acostado boca arriba, con la boca abierta de par en par y las rodillas encogidas.

Por alguna razón que no alcanzo a explicarme, la visión de otra persona dormida cuando yo estoy despierto me pone furioso. Me resulta intolerable ser testigo del desperdicio de las preciosas horas de la vida de un hombre, esos momentos inapreciables que nunca recuperará, dedicados al sueño embrutecedor.

Y allí estaba George, dilapidando con vergonzosa pereza el don inestimable del tiempo; su valiosa vida malgastada; innumerables segundos de los que tendría que dar cuenta en su momento, inutilizados. Cuando podría estar atiborrándose con huevos y tocino, molestando con sus caricias al perro, prodigando piropos a la criada, estaba en cambio allí tumbado, hundido en un sopor que entumecía el alma.

Era un pensamiento terrible. Y al parecer Harris sintió lo mismo. Nos dispusimos a salvarlo, y nuestra noble propósito nos hizo olvidar nuestras rencillas. Entonces, nos lanzamos sobre él, y le arrancamos las sábanas, y Harris lo golpeó con una zapatilla, y yo le grité con la boca pegada a su oreja, y George se despertó.

–¿Qué-qué-qué pasa…? –exclamó, incorporándose.

–¡Levántate, pedazo de alcornoque! –rugió Harris–. Son las diez menos cuarto.

–¿Cómo? –chilló, levantándose y tropezando con la palangana–. ¿Quién diablos ha puesto eso ahí?

Le dijimos que hacía falta ser tonto para no haberla visto…

En la misa del domingo pasado se leyó lo de la corrección fraterna; y el sermón, como suele suceder, discurrió sobre el difícil equilibrio entre el celo evangélico y la caridad.
Y así es la cosa, nomás. Difícil, sí; pero … que la dificultad teórica no nos pese más de lo indispensable. Digo, tampoco es cuestión de que la preocupación por no caernos de uno u otro lado nos ahogue con la angustia del escrupuloso. Hacer fuerza por no caer, sí; pero que el miedo a caer no nos haga perder la alegría de andar.
En cierto sentido, me parece, esas caídas bien pueden ser tomadas con humor.
¿En qué sentido?
Digamos… en el mismo sentido en que, simétricamente, podemos tomarnos con una pizca de humor, suave ironía y amable desconfianza, nuestros impulsos virtuosos. Conviene entrever, de tanto en tanto, que nuestro celo y nuestro dolor por las caídas ajenas no tienen mucha mejor calidad (y mérito) que la furia del personaje de Jerome; y entreverlo con la misma sonrisa y la misma indulgencia.
# | hernan | 10-septiembre-2008

A. C. E.

… llamaron entonces a los de la barca del Zebedeo, lo cuales vaciaron también un tanto las redes. Estaban asustados por una pesca semejante, como no habían tenido jamás en toda su vida de pescadores. Pedro estaba consternado, y todos veían que aún no habían respetado lo bastante a Jesús; y comprendió también que todo su propio trabajo e industria no habían servido de nada… (III.130)

Los fariseos decían con desprecio de Jesús, entre otras cosas «Este va a hacer la guerra con esas mujeres que lo siguen por todas partes; no alcanzará a fundar ningún reino con semejante ejército(III.230)

Jesús respondió: «En verdad, en verdad os digo: Vosotros no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque os habéis saciado de pan. No os preocupéis del alimento perecedero, sino del alimento que llega hasta la vida eterna, que os dará el Hijo del Hombre, pues a Él lo ha hecho el padre acreedor de la fe». Dijo estas cosas más extensamente, en el Evangelio está sólo un resumen. Los hombres se decían unos a otros: «¿Qué nos dice ahora con esto del «hijo de hombre»? También nosotros somos hijos de hombre.» (III.242)

Cuando considero la vida de Jesús y su trato con los apóstoles y los discípulos, acude a mi mente esta persuasión: si Jesús viniera ahora entre los hombres, le iría peor de lo que le fue entonces entre los judíos. A pesar de todo, Jesús y los suyos podían ir libremente, enseñar y sanar. Fuera de los obstinados y ciegos fariseos, en general, no encuentra mayores obstáculos en ir y venir, predicar, sanar, reunir gente y llevarla de un lado al otro.
Los mismos fariseos no saben tampoco por qué le son contrarios. Su situación es digna de compasión. Saben que es llegado el tiempo de la salud y de la promesa, y que las profecías se cumplen; ven en Jesús algo que les admira, que les es inexplicable; pero no acaban de rendirse a la evidencia. ¡Cuántas veces los veo sentados, leer los rollos, consultarse y discutir, sin acabar de comprender, porque esperan un Mesías diferente, un Mesías de su partido, de su clase y sus ideas! (III.391)

De las «Visiones y revelaciones» de Ana Catalina Emmerick (o Emmerich).
# | hernan | 4-septiembre-2008

A slight feeling of chestiness

Ya que mentamos al gran P. G. Wodehouse
The Jeeves Omnibus es una compilación de cuentos de la saga de Jeeves y Bertie Wooster, que conseguí hace un tiempo. Una compilación temprana (la primera), de 1931, antes de haber escrito las novelas cumbre de la serie.
Yo ya tenía todos los cuentos, en otros libros; pero los fans somos así…
Y sólo por el prólogo, ya valía la pena. Va el primer párrafo:
This trackless desert of print which we see before us, winding on and on into the purple distance, represents my first Omnibus Book; and I must confess that, as I contemplate it, I cannot overcome a slight feeling of chestiness, just the faint beginning of that offensive conceit against we authors have to guard so carefully. I mean, it isn’t everyone… I mean to say, an Omnibus Book… Well, dash it, you can’t say it doesn’t mark an epoch in fellow’s career and put him just a bit above the common herd.
Y copio un párrafo de uno de los cuentos, una muestra de la irresistible prosa Wooster. Situación: Bertie Wooster, en New York, asiste al ensayo de «Pregúntaselo a papá», una obrita teatral en la que tiene su primer pequeño papel Cyril Bassington-Bassington. Este joven, inglés, le ha sido confiado a Wooster por su temible tía Agatha, amiga del padre, con la misión de preservarlo del ambiente teatral (misión en la que Bertie ya ha fracasado, claro).
Hugh Laurie, como Bertie Wooster No recuerdo bien el argumento de «Pregúntaselo a papá», pero sí sé que parecía desarrollarse muy bien sin mucha ayuda por parte de Cyril. Me quedé sorprendido al principio. Lo que quiero decir es que, a fuerza de haber rumiado sobre Cyril y haberle oído su papel y escuchado sus opiniones sobre lo que se debía y no se debía hacer, supongo que se me había arraigado en la cabeza la idea de que él era la espina dorsal del espectáculo, y que el resto de la compañía no hacía mucho más que entrar y llenar el vacío en los momentos en que no se hallara en escena. Lllevaba ya cerca de media hora aguardando que hiciera su aparición, cuando súbitamente descubrí que había estado actuando desde el principio. Era, en realidad, el rufián de aspecto dudoso que estaba ahora apoyado contra una palmera, situada a medio metro de la entrada izquierda, intentando parecer inteligente mientras la protagonista cantaba una canción acerca de que el Amor era algo que en este momento escapa a mi memoria*. Después del segundo estribillo, Cyrirl se puso a bailar en compañía de una docena de otros pájaros igualmente extraños. Un espectáculo penoso, especialmente para uno que imaginaba la visión de tía Agata empuñando el hacha, y el Sr. Bassington-Bassington padre calzando su más recio par de botines claveteados. ¡Palabra!

* …trying to appear intelligent while the heroine sang a song about Love being like something which for the moment has slipped my memory. (original)

Y como dice Stephen Fry (quien, de paso, además de encarnar a Jeeves, ha estado estos días haciendo propagada del software libre y ganándose la devoción de los chicos de Slashdot) : «Si ustedes son inmunes a este tipo de humor, entonces, para decirlo con una de las citas de Shakespeare preferidas por Wodehouse, es probable que sólo estén hechos para las traiciones, las estratagemas y las rapiñas».

Y otro «by the way»: en Disputations pueden leer un nuevo episodio de «Monseñor Reeves» (12 ), en este caso un concurso para encontrar la iglesia más fea.

# | hernan | 2-septiembre-2008

Aire para los críticos

Parece que Ponyo, la última de Miyazaki, tuvo muy buena respuesta en el festival de Venecia. La más aplaudida hasta ahora, dicen; un poco sorprendente [*], en semejante lugar, y tratándose de una obra sin la densidad de El viaje de Chihiro… esta parece ser mucho más infantil; y a juzgar por algunas críticas de los fans, no es de lo mejor de Miyazaki.
Verdad es que el nivel del festival, dicen, viene muy flojito…

Pero también sucede que «Hayao Miyazaki was a welcome counterpoint on Sunday to a pair of grim psychological dramas»… Y yo imagino que las alabanzas de los críticos tienen algo de alivio y gratitud… Pobres, no debe ser un trabajo fácil…

Y esto lo pensaba yo haciendo un paralelo con otro de mis grandes ídolos: P. G. Wodehouse. Un escritor de comedias, una prosa muy pulida pero también de alcance muy modesto, argumentos triviales y nulas pretensiones de profundidad: literatura de segundo orden, se diría… y sin embargo, los críticos literarios lo amaban, no se cansaban de aplaudirlo -en su momento se dijo que «estaba agotando el repertorio de elogios de los críticos». Quizás influyera en esto, pensaba yo, el hecho de que los pobres críticos tienen un trabajo insalubre, de que en la literatura «seria» de cada época (y sobre todo de la nuestra) abunda la ganga, y que el recurso más frecuentado de los que quieren dar la ilusión de profundidad es el de impactar por lo sórdido, lo feo y lo deprimente. Ya mencionamos la burla del mismo PGW sobre esas novelas rusas en las que «no pasaba absolutamente hasta la página 315, cuando el mujik decidía suicidarse».

En este aspecto, creo (me gusta creerlo, está bien) las obras de Wodehouse y de Miyazaki son comparables. En el lugar, significativo pero en cierta manera lateral o secundario, que ellas tienen al lado de las formas más elevadas de su arte (literatura y cine respectivamente). Y en la admiración agradecida (y algo paradojal por demasiado entusiasta) que despierta en muchos críticos, tal vez por esos motivos. Y también, claro, en la extrañeza —cuando no el desdén— de otros (críticos o no) que, conocedores en cuestiones artísticas, no tienen motivos para suponer que la obra esté por encima de su capacidad de apreciación, y sin embargo, no pueden comulgar con esa admiración.

* A la corresponsal de La Nación (la inefable Elisabetta Piqué, que nos suele desinformar en el rubro religioso) le parece directamente inentendible el entusiasmo de la crítica y el público. La historia le parece insípida; al protagonista lo encuentra «parecido al del dibujito Heidi» (sic), y otro le «recuerda a personajes de Astroboy». Un lujo, la perspicacia cinematográfica de nuestra Elisabetta.

# | hernan | 1-septiembre-2008