Archivo por meses: marzo 2007

pecado pesado pasado pisado

Aun para los que miran desde afuera, hay cosas de la Iglesia que pueden dar una impresión como de acierto artístico; pequeñas genialidades [*] , por ejemplo (o debería decir: incluso) en una misa. El domingo pasado, se leyó el evangelio de la adúltera perdonada (Jn 8: 1): «Yo tampoco te condeno; vete y no peques más». Y el resto de las lecturas del día repetían, en otras tonalidades, el mismo tema. Dejar los pecados atrás; no mirar atrás. Isaías, que dice que Yahveh dice: «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo«. El salmo de los que lloraban al sembrar y ríen al cosechar. Y San Pablo: «Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.».
Qué bien, pensaba yo (un domingo que no me distraje durante las lecturas), qué lindo; qué bien viene esto, precisamente ahora, entrando al final de la Cuaresma.

Y hace muy poco, entre mis propias lecturas fragmentadas paralelas, se había producido una coincidencia: Bernanos citando algo de Peguy… que acababa de leer días atrás. Algo muy en esta línea.

Bernanos critica (con dureza; ¿con justicia? ni idea) un texto de Mauriac sobre Lamennais; decía Mauriac «que todo hombre primero debe llegar a esa fuerza, a ese valor de contemplar su corazón y su cuerpo sin repulsión» y Bernanos le responde:

El autor de tantos libros, donde, bajo nombres diversos, ya profanos, ya sagrados, la desesperación carnal se filtra como el agua por las paredes de un subterráneo, me permitirá hacerle observar que Charles Baudelaire, teólogo más seguro de lo que se cree, no esperaba ese valor sino de la gracia de Dios, y no de esas exploraciones de las regiones bajas donde temo que a la larga ha de entrar, con mucha repulsión —claro está— alguna complacencia secreta.

Y cuando Mauriac dice que «Antes de arrojarse de cabeza a la lucha civil, el espiritual mide bien su fuerza y sobre todo su debilidad«, Bernanos sospecha.

Dios mío, hay algo de cierto en ello y al leerlo uno se siente orgulloso de ser un verdadero espiritual. Pero no se puede dejar de pensar que una imagen tal de la vida interior, no está hecha para alentar a las almas rectas y que esas inmersiones en sí mismo, esa gimnasia subterránea, esas reptaciones, esas lasitudes representan un gran entrenamiento, previo a deleites menos santos, y por decirlo todo, algún gideísmo y muchos ocios.
«¡Ustedes piensan demasiado en sus pecados!» decía el querido Péguy. Pero la lección de Péguy se ha perdido, completamente perdido. Restaurar la cristiandad, la inmensa fraternidad medieval, ¡qué quimera! Como en el intelectual, su gemelo profano, el «espiritual» es individualista. Como en él, su desconfianza de la acción también es grande. ¡Ah! más que intentar ver claro, Lamennais prefirió arrojarse a las disputas de su tiempo: plantear cuestiones, problemas, ¡qué coartada! Plantear cuestiones, problemas ¡vamos! El único asunto es tantearse; ni un escalofrío, ni siquiera un poco de sudor. «¿La cadena interior se ha roto?» «¿Se ha soltado la Bestia?…» Es lo mismo, todos esos señores sentados en círculo, cada uno vigilando a su cerdo, ¡qué imagen de la Cristiandad!

Dejemos el resto (vibrante y oscuro, como es Bernanos) y quedémonos con la cita de Péguy, que es lo que nos importa ahora. ¿Apunta en la dirección de aquellas lecturas de misa? Me parece que sí. Copiemos entonces algunas líneas de «El misterio de los Santos Inocentes».

…Comprendo muy bien, dice Dios, que se haga un examen de conciencia.
Es un ejercicio excelente. Pero no hay que abusar. Es incluso recomendable. Está muy bien.
Todo lo que es recomendable está muy bien.
Además, no sólo es recomendable: también está prescrito. Y por lo tanto, está muy bien.
Pero vamos a ver, estáis en la cama. A qué llamáis vosotros un examen de conciencia, hacer un examen de conciencia. Si se trata de pensar en todas las tonterías que habéis hecho durante el día, si se trata de acordaros de todas las tonterías que habéis hecho durante el día
Con un sentimiento de arrepentimiento y, cómo no, de contrición, sí
Pero, a fin de cuentas, con un sentimiento de penitencia que me ofrecéis, entonces vale, está bien.
Acepto vuestra penitencia. Sois buenas personas, buenos chicos.
Pero si lo que queréis es machacar y dar vueltas por la noche a todas las ingratitudes del día,
A todas las fiebres y a todas las amarguras del día,
Y si lo que queréis es rumiar por la noche todos vuestros agrios pecados del día,
Vuestras fiebres agrias y vuestros pesares y vuestros arrepentimientos y vuestros remordimientos aún más agrios,
Y si lo que queréis es llevar un archivo perfecto de vuestros pecados,
De todas esas tonterías y de todas esas idioteces,
No, entonces dejad que lleve yo mismo el Libro del Juicio. Y puede que aun salgáis ganando.
Y si lo que queréis es contar, calcular, computar como un notario y como un usurero y como un publicano,
Es decir, como un recaudador de impuestos,
Es decir, como el que recoge los impuestos.
Dejadme cumplir con mi obligación y no os metáis
En trabajos que no debéis hacer.
Acaso son vuestros pecados tan preciosos que hay que catalogarlos y clasificarlos
Y registrarlos y alinearlos sobre mesas de piedra
Y grabarlos y contarlos y calcularlos y compulsarlos
Y compilarlos y volverlos a ver y repasarlos
Y computarlos e imputároslos eternamente
Y conmemorarlos con no sé qué clase de piedad.
Como atamos nosotros en el cielo los haces eternos,
Y los sacos de oración y los sacos de mérito
Y los sacos de virtudes y los sacos de gracia en nuestros imperecederos graneros
Pobres imitadores, id ahora a mezclaros,
—E imitadores contrarios, imitadores al revés—
Poneos a atar todas las noches
Los miserables haces de vuestros horrendos pecados de cada día.
Aunque no fuera más que para quemarlos, ya sería demasiado. No merecen ni eso.
Ni siquiera eso.
Pensáis demasiado en vuestros pecados.
Mejor haríais en pensar en ellos para no cometerlos. Mientras aún estáis a tiempo, hijo mío, mientras aún no han sido cometidos. Mejor haríais en pensar en ellos un poco más en ese momento.
Pero de noche no ateís esos vanos haces.
Desde cuándo el labrador hace gavillas de cizaña y de gramilla. Se hacen gavillas de trigo, amigo.
[…]
Y si por encima de todo queréis ofrecerme algo
Por la noche, al acostaros
Que sea en primer lugar una acción de gracias
Por todos los favores que os hago
Por los innumerables beneficios con los que os colmo cada día
Con los que os he colmado ese mismo día.
Dadme gracias primero, que es lo que corre más prisa Y es también lo más justo.
Después, que vuestro examen de conciencia
Sea un lavado, una vez hecho
Y no, por el contrario, unos restos de marcas y de manchas. El día de ayer ya está cumplido, hijo mío, piensa en el de mañana.
Y en tu salvación, que está al cabo del día de mañana.
Para el ayer, ya es demasiado tarde. Pero para el mañana no es demasiado tarde.
Y para tu salvación, que está al cabo del día de mañana. Tu salvación ya no está ayer. Pero puede estar mañana.
El ayer ya está hecho. Pero el mañana no está hecho, el mañana está por hacer
Y tu salvación, que está al cabo del día de mañana.
Tu salvación no está en la dirección del ayer, está en la dirección del mañana.
Dirígete hacia el mañana, no te vuelvas sobre el ayer.
Así pues, pensad un poco menos en vuestros pecados cuando ya los habéis cometido
Y pensad un poco más en ellos en el momento de cometerlos.
Antes de cometerlos.
Será más útil, dice Dios.
Cuando ya han sido cometidos, cuando ya han sido hechos, es demasiado tarde.
No es demasiado tarde para la penitencia.
Pero es demasiado tarde para no cometerlos
Y para no haberlos cometido.
Cuando ya habéis pasado por encima de vuestros pecados, los hacéis grandes como montañas, dice Dios.
En el momento de pasar por encima es cuando hay que ver que son, efectivamente, montañas, y que éstas son horrendas.
Vosotros sois virtuosos después. Pues sed virtuosos antes.
Y durante.
La hora que está sonando ya ha sonado. El día que está pasando ya ha pasado. Sólo queda el mañana, y los pasado mañana.
Y no quedarán mucho tiempo.
Que vuestros exámenes de conciencia y vuestras penitencias No sean endurecimientos y saltos hacia atrás,
Pueblo de dura cerviz,
Sino que sean ablandamientos, y que vuestros exámenes de conciencia y vuestras penitencias y vuestras contriciones, incluso las más amargas,
Sean penitencias de relajación, pobres hijos míos, y contriciones de remisión
Y de entrega en mis manos y de dimisión.
(De dimisión de vosotros).
Pero ya os conozco, siempre seréis los mismos.
Claro que queréis ofrecerme grandes sacrificios, con tal de que podáis escogerlos.
Preferís ofrecerme grandes sacrificios, con tal de que no sean los que yo os pido,
Antes que ofrecerme otros pequeños que yo os pediría. Sois así, os conozco.
Lo haríais todo por mí, excepto ese pequeño abandono
Que lo es todo para mí
.
Vamos, sed como un hombre
Que está en un barco, en el río
Y que no se pasa el tiempo remando
Y que a veces se deja ir siguiendo la corriente.
Así vosotros y vuestra barca
Dejaos llevar alguna vez por la corriente del tiempo
Y dejaos introducir con valor
Bajo el arco del puente de la noche.

Se habla siempre, dice Dios, de la imitación de Jesucristo Que es la imitación,
La fiel imitación de mi hijo por los hombres.
Y es verdad que he conocido y conoceré imitaciones tan fieles, dice Dios,
Y tan aproximadas,
Que yo mismo me quedo sobrecogido de admiración y respeto.
Pero bueno, no hay que olvidar
Que mi hijo ya empezó por esa singular imitación del hombre.
Singularmente fiel.
Que llevó ésta hasta la identidad perfecta.
Cuando tan fielmente, con tanta perfección se vistió con la suerte mortal.
Cuando tan fielmente, con tanta perfección imitó la acción de nacer.
Y de sufrir.
Y de vivir.
Y de morir.
Pero cuando yo os digo: Pensad más bien en el mañana, no os digo: calculad ese mañana.
Pensad en él como en un día que llegará; y pensad que eso es todo lo que sabéis de él.
No seáis como ese desgraciado que da vueltas y se consume en la cama
Para llegar a la jornada siguiente.
No acerquéis la mano
Al fruto que no está maduro.
Sabed únicamente que ese mañana
Del que siempre se habla
Es el día que va a llegar,
Y que estará bajo mi gobierno
Como los demás.
Y que estará bajo mi cuidado
Como los demás.
Eso es todo lo que debéis saber. En cuanto al resto, esperad. Yo espero mucho, aun siendo Dios. Vosotros me hacéis esperar mucho.
Me hacéis esperar demasiado la penitencia tras la falta
Y la contrición tras el pecado.
Y desde el principio de los tiempos yo espero
El juicio hasta el día del juicio.
No me gusta, dice Dios, el hombre que especula sobre el mañana.
No me gusta el que sabe mejor que yo lo que voy a hacer. No me gusta el que sabe lo que haré mañana.
No me gusta el que se las da de listo. El hombre fuerte no es mi debilidad.
Pensar en el mañana, ¡qué vanidad! Guardad para mañana las lágrimas del mañana.
Que siempre habrá suficientes.
Y esos sollozos que os salen y os estrangulan.
Pensar en el mañana, ¿sabéis siquiera cómo haré el mañana? ¿Qué mañana os haré?
¿Sabéis si yo lo he decidido ya?
No me gusta, dice Dios, el que desconfía de mí.
Creéis que me voy a divertir jugándoos malas pasadas, como un rey bárbaro.
Creéis que dedico mi vida a tenderos trampas y a disfrutar viéndoos caer en ellas.
Yo soy un hombre honrado, dice Dios, y actúo siempre con rectitud.
Yo soy el honor, y la rectitud, y la honestidad.
Soy un buen francés, dice Dios, recto como un francés. Leal como un francés.
Soy el rey de Francia, recto como el rey de Francia.
Lo que el último de los pobres no hubiera temido de san Luis, ¿vais a temerlo de mí?
En fin, ¡yo valgo quizá tanto como san Luis!
Creéis que me voy a divertir haciéndoos fintas como un espadachín.
Toda la malicia que tengo es la malicia de mi gracia, y la finta y el engaño de mi gracia, que con tanta frecuencia actúa con el pecador para su salvación, para impedirle que peque. Que seduce al pecador; para salvarle. Pero acaso creéis. Creéis que yo, Dios, me voy a divertir causándoles dificultades y comportándome como no lo haría un simple hombre honrado…

* Y por lo mismo, porque son pequeñas y también porque son genialidades, no demuestran nada en términos religiosos.

Vida de nadie

Dice alguien: «¿Qué me importa la vida? Si no quiero morir es sólo porque pienso en mi familia.»
Pero la familia es justamente un representante de la vida, por lo tanto esa persona quiere seguir viviendo por consideración hacia la vida.
En mi caso, esto parece también ser verdad si lo refiero a mi madre, aunque sólo en los últimos tiempos. O tal vez sólo me hayan impuesto esta actitud el agradecimiento y la compasión. Agradecimiento y compasión porque veo cómo se esfuerza, con un vigor que parece inagotable a pesar de su edad, por compensar mi falta de relación con la vida.
Pero el agradecimiento también es vida.

F. Kafka, Diario (enero 1922)
Puestos en el lugar de aquel alguien, se nos ocurre inmediatamente una contraréplica a la réplica inicial: uno puede muy bien —diríamos— apreciar la vida de los otros, y sin embargo despreciar la propia; y dudamos de que tenga mucho sentido hablar de una «consideración hacia la vida», en general… sólo cabe referirse a la vida de tal o cual persona individual; mi vida, o tu vida.
Y que se nos ocurra esto, es indicio de nuestra[*] miseria, creo yo.


* —¡Eh! ¿Nuestra? ¿Quienes somos nosotros?
—Bueno… nosotros… los modernos, si me disculpa la muy imprecisa generalización; digamos… los que sólo con algún esfuerzo podemos concebir nuestra vida —nuestros actos, nuestros fines y nuestro destino—en términos sociales… o eclesiales… o tribales… o qué sé yo (quién me manda a mí…).

Omohide Poro Poro

Aunque a mí me gustó mucho, «Only yesterday» (Ayer nomás), de Takahata, no suele figurar entre las películas preferidas de Ghibli; no es típica, en verdad, con ese estilo realista, temática adulta y diálogos laargos; pero … bueno, no enumeraré virtudes, no es para eso el post; es para anunciar que, como es película algo difícil de encontrar, armé un torrent para compartirla, que mantendré alimentado unos días. Pueden bajarlo de acá o acá. Son 1.26 GB, buena calidad de video y sonido, subtítulos en español (por un servidor, entre otros). El formato es MKV (H264/Ogg), si alguno la baja y no la puede ver, pruebe instalarse el K-Lite Codec Pack. El que no sepa lo que es un torrent, supongo que le convendrá pasar de largo.
Este post será destruido en algunos días.

Gámbare!

Buena noticia. Confirmación, con algunos pocos datos, de la nueva película de Miyazaki, Gake no ue no Ponyo.
Idea, guión y bocetos del propio Miyazaki (bien!!). Música de Hisaishi (bien!). Ambiciosa en la producción —tiempo y recursos— (bien!), incluso más que El viaje de Chihiro, se estrenaría a mediados del 2008. Buena parte de la película trascurriría en el mar, y podría haber alguna leve relación con «La sirenita» (ninguno de estos datos me dice mucho). Más información acá y acá.
Como dicen ahí, en japonés: Gambare, Miyazaki-san! ; en argentino: aguante, Miyazaki!

Las voces de más allá

Cuando Roma dice algo, los diarios sienten la necesidad de opinar; desinteresadamente; y si es en nombre de los católicos, mejor.
Página 12 presta una de las mismas a Ricardo Gerardi, La Nación ubica en su tribuna de doctrina a Mex Urtizberea. «Si Dios es infinito, ¿por qué no pueden ser infinitas sus voces? » ;» … mi forma de desobediencia a alguien que está anulando las decisiones de un Concilio que quería que la Iglesia volviese a sus orígenes»…
Acaso no esté de más, entonces, una pequeña exhortación a mis lectores católicos, los que previsiblemente, al leer cosas como esas, me acompañarán en el sentimiento.
Calma, muchachos. Mantener la cabeza fría. No entregarse a los impulsos pasionales. Es grande la tentación de regodearse en el orgullo, en el contento que produce comprobar —una vez más— que las voces más audibles de los enemigos son tan miserablemente imbéciles. Pero, ya queda dicho: la estupidez de mis contradictores no es prueba suficiente de mi acierto ni de mi inteligencia (o de la inteligencia de mis maestros); ni siquiera motivo suficiente para generalizar el desprecio.
Sí vale tomarlo como leve indicio confirmatorio, y acaso pequeño consuelo; pero tómese con moderación; más aún en Cuaresma.

Apostillas

  • Nota irrelevante, para los que están lejos, en geografía o edad: el título del post era una alusión —apenas pertinente— a una canción —apenas recomendable— de Sui Generis (Charly García) [audio]

  • Entre los comentarios más bien simpatizantes (y desde la zona atacada; que el resto casi no cuenta), uno decía que «Hace falta una cierta inocencia para vivir la tradición. Si esos usos, costumbres, ritos se vuelven parte de un Tradicionalismo, son cosas que utilizamos, no que vivimos.» Y otro —bastante a mi derecha— dictaminaba, con un guiño, que yo también en verdad soy «un tradicionalista, un poco tocado«.
    Algo debe haber, de las dos cosas. Y diría que, ya que en eso no puedo ser inocente, no me queda otra…

  • Del lado irreductible, no esperaba sintonía ni comprensión; hice bien.
    Igual me asombra un poco, el tenor de algunas reacciones… tan poco tradicionalistas, tan modernas (en el peor sentido de la palabra) y tan carnales. … Seguir leyendo

    Migajas

    Hoy es el aniversario de la muerte del padre Castellani. Me lo recuerda, curiosamente, esta efemérides gubernamental.
    Y bien está que lo recuerden… aunque de las tres obras que enumera dos no pertenecen —que yo sepa— al recordado.
     

    Dos enlaces católicos: un seudo blog que recopila textos de Abel, el de «El testigo fiel». Y un sitio personal colombiano.
    Y dos enlaces a blogs científicos y, sin embargo, nada cientificistas.
     

    —Lo que me hace falta, es disciplina.
    —Pedísela a Dios.
    —Pero para eso,entre otras cosas, para pedir, me hace falta disciplina.
     

    Pequeño propósito estílistico: prescindir de la palabra «supuestamente».
    También damos de baja a las expresiones «no tiene desperdicio» y «una perla» («muy interesante» y «patético» hace rato no forman parte del plantel… espero).
    Y (puesto que no podemos renunciar a los paréntesis)… a ver si al menos podemos restringir las comillas. Se aceptan para citas o similares usos; pero usarlas para vestir a una palabra de un matiz irónico o especial (como un guiño al lector) es un recurso deplorable, y generalmente denota miseria de pensamiento y expresión (como la mencionada palabra «supuestamente»). Podemos, al menos, tener la conciencia limpia del pecado ultra-deplorable (miseria al cuadrado) del entrecomillamiento mímico-oral (dedos índices y medios hacia abajo).
     

    EL ESTADO NO KIERE KE ESCRIBA EN LAS PAREDES
    Pintada anarquista, en una pared de Caballito.
     

    nacionalSOCIALISMO
    Así tal cual, con esas mayúsculas de un candor parejo a k-ismo de aquel anarquista, se lee la palabra, en un video aleccionador católico tradicionalista, dedicado a enumerar todos los malos hijos y nietos de la Ilustración.
     

    SE HACEN HECHURAS
    Cartel en una especie de sastrería, por Palermo.
     

    ¿Nunca sentiste … ? …esta polución… guerras… este mundo … ke te impusieron … esta sociedad…
    Palabritas sueltas, leídas de reojo, en el cuaderno de notas que escribía la chica inconformista semi-punk (muy joven, feíta, pelo tornasolado verdoso, ropa mayormente negra, medias largas con agujeros ostentosos), sentada a mi lado en el colectivo. Confieso que fui yo el que eligió sentarse a su lado, imaginando quién sabe qué riquezas o qué libertades en el cuaderno y en su autora. Ahí tenés…
     

    Al pasar la barca / me dijo el barquero…
    ¿Seguirán las niñas de hoy —y las de mañana— cantando estas cosas? Uno sale tan poco…

    Oración eterna

    Otra nota destacada de esa actividad característica de los días que preceden a la Semana Grande ha sido la redacción de un proyecto de bases por el antiguo Patronato de Semana Santa que ha sido sometido a la aprobación de la jerarquía eclesiástica, del Gobierno Civil, del Ayuntamiento y de las hermandades, Patronato que ha dado por terminada la primera fase de su actuación, hallándose ahora en un período transitorio pra resurgir con mayores bríos y una organización de máxima solidez y personalidad una vez haya sido aprobado por todos el proyecto redactado, constituyéndose para las tareas de reorganización en comisión gestora los integrantes del antiguo Patronato al que la ciudad vallense debe la realización de una labor celosa, entusiástica y fructífera, merced a la cual se estimuló la creación de las cofradías o hermandades del Santo Cristo de Lepanto, Virgen de los Dolores y Padre Claret, costeando la asistencia a las procesiones de dos bellísimos ‘pasos’, Jesús Nazareno y Descendimiento, mecanizándose los ‘pasos’ en beneficio de los mismos, corriendo a su cargo las orquestas que los acompañaban, gestionando la concurrencia a los cortejos religiosos de secciones del Ejército y llevando a cabo la edición de folletos de propaganda de la Semana Santa, repartidos profusamente, así como carteles murales, entre otras actividades cuya enumeración darían [sic] excesiva extensión a esta crónica.
    Lo transcribe Manuel Seco, en su «Diccionario de dudas», como ejemplo de abuso de gerundios y alargamiento desorbitado de una oración. Un poco increíble, si no trajera la fuente del texto (un diario de Barcelona de 1958); como un poco increíble es que la lectura de un diccionario me haya hecho reír.

    Fuerza y literatura

    Es una novelita extraña, una novelita no muy agradable, inacabada en apariencia; por sus personajes y su estilo y por su acción y por su ambiente; desagradable y sórdida; y sin embargo de una fuerza tremenda, que es la suprema cualidad en literatura.
    Lo dice Castellani, refiriéndose a «Memorias del subsuelo» de Dostoyevsky. Siempre me despertó curiosidad esa última afirmación, viniendo de quien viene. Me gustó, en realidad (creo que para ese entonces venía de leer a algún tomista de estrecha observancia que denostaba a «Adán Buenosayres» por no seguir no sé cuál norma aristotélica sobre la construcción de una novela), me pareció un signo más de libertad intelectual. No podría decir si estoy de acuerdo, de todas maneras. (¿En literatura? ¿Novela? ¿Novela moderna? ¿Y en otras artes?… Y recuerdo esto de Simone…)

    Coplas

    Conseguí hoy un Coplero popular, mil coplas del noroeste argentino recopiladas por nuestro estimado Jorge W. Ábalos. Ya voy agregando a nuestra sección de coplas. Copio acá algunas.

    Antes, cuando era chiquito,
    lo pasaba sin camisa,
    echadito en las conchanas*,
    el pupo lleno’i ceniza.

    Cuatro colores tiene
    la luna en l’agua:
    amarillo y celeste,
    blanco y rosada.

    Me enamoré jugando
    de una María.
    Cuando quise olvidarla,
    ya no podía.
    Yo no sé qué le dije
    qu’ella lloraba.
    Costumbres de mujeres,
    llorar por nada.

    Así es la vida,
    dijo ‘ña Rosa;
    uno se jode
    y otro la goza.

    ¿Para qué me preguntas
    qué estoy haciendo?
    Si me ves en la cama…
    ‘taré durmiendo.

    [*] conchanas: fogón, o piedras que lo rodean; pupo: ombligo

    Gambitos

    Mariano Grondona intenta poner su típico toque de pimienta cultural a una insípida nota de política local, y preludia explicando:
    En el juego del ajedrez, cuando alguien hace una movida que promete a su rival una ganancia sólo aparente porque ha preparado, por detrás de ella, una combinación ganadora, a esta iniciativa inesperada y engañosa se la llama gambito. Si el rival acepta el gambito irreflexivamente, perderá por no haber advertido a tiempo que le habían tendido una trampa.
    Sigue un poco de etimología… uno de sus lugares comunes, al punto que burlarse de eso es ya otro lugar común. Yo no me burlaré, puesto que en realidad me gustan las etimologías; y, en este caso, me gustó aprender que gambito comparte la raíz con gamba y gambeta. Pero si la etimología está bien, la definición está rotundamente mal. Esa definición corresponde más bien a un sacrificio aparente, a una celada; recurso de ajedrecista bisoño (diría Grau), indigno en general de jugadores que se respeten. Sin embargo, como puede comprobarse, muchas de las partidas de los grandes maestros comienzan con gambitos («Gambito de Dama», «Gambito escocés», «Gambito Marshall»). Extraño sería que en esos niveles se tendieran celadas, tan conocidas además como para tener nombres establecidos.
    En verdad, en la jerga del ajedrez, «gambito» es un sacrificio de material (generalmente pequeño: un peón) que sucede en la apertura (fase temprana del juego) y que, por lo mismo, es conocido por todos. No hay nada inesperado ni engañoso: la desventaja material se compensa por otro lado (posición, espacio, tiempos), y los dos jugadores lo tienen claro. Y por lo general la compensación es razonable, y es jugable para ambos bandos, sea que se acepte el gambito o se rechace (de otra manera, el gambito no tendría el honor de un nombre, y de ser practicado en los altos niveles).
    Con haberle preguntado a un ajedrecista cualquiera… o siquiera al DRAE

    Digamos, de paso, y para poner un toque de pimienta cultural a este insípido post, que también Chesterton parece hacerse una idea equivocada de lo que es un gambito. En La esfera y la cruz, relatando el comienzo de un duelo de espadas…
    …his hand made a sharp movement to his hip and his sword shone in the moon. As old chess-players open every game with established gambits, they opened with a thrust and parry, orthodox and even frankly ineffectual…
    Al menos Chesterton sabe que un gambito se presenta al comienzo de la partida, y que no tiene nada de «inesperado o engañoso». Pero —si no lo leo mal— parece que le gusta imaginar también una celada, en la que no espera que el adversario caiga, pero que se practicaría por una especie de rito deportivo, casi a modo de saludo o precalentamiento, sin mucha justificación racional u objetiva. Como creo haber explicado ya, de esto hay poco o nada, en realidad. Y —si uds. quieren— lamentablemente.

    Invisible

    La religiosidad auténtica —así como la omnipresencia de Dios se distingue por su invisibilidad— se distingue por no ser visible a los ojos humanos. El dios que puede ser señalado con el dedo es un ídolo; y la religiosidad que puede ser señalada con el dedo es una forma imperfecta de religiosidad.

    Sören KierkegaardApostilla acientífica conclusiva de las Migajas Filosóficas (2.2.4.2.A.3; 475)
    Son líneas que pueden resultar bastante claras. Quizás demasiado claras. Acaso, de esas que uno se siente tentado a archivar en el propio arsenal, para disparar, llegado el momento, en apoyo de algún argumento, y con todo el peso de la autoridad que semejante nombre confiere (y si uno escribe Sören así, con esa diéresis exótica… mejor todavía [1]); que el autor de la frase hubiera estado de nuestro lado en la disputa, no importa mucho.

    Dudoso beneficio, en verdad, el de atesorar líneas sueltas de un pensador, sin intimar con su pensamiento, sin atender al contexto y la intención de esas líneas (por no hablar de la calidad de la traducción o trascripción).

    Y aun con eso, aun viendo que, en particular, esta podría ser usada para apoyar cosas como el deshábito de las monjas [2]… ahí quedan copiadas, sin contexto, ni explicación ni mayores reparos.

    Como tantas otras veces.

    En parte, porque no me da el cuero para más. Y en parte, por la tenue esperanza de que (quizás no ahora; quizás cuando este blog ya no sea ni un recuerdo) puedan llevar un poco de luz a alguien. Tal vez a mí.

    [1] … y si uno lo escribe bien, mejor todavía. En realidad es Søren.
    [2] … o integrada a la lista de esas sentencias de sabiduría cristiana, tan inmediatas como sospechosas, que decía Tom; en particular, en la línea de aquella misma frase : «Predica el Evangelio siempre. De ser necesario, usa palabras».

    El miedo

    … Acabo de ver un desgraciado país enteramente entregado a esa especie de demonio: el miedo. Erraríais grandemente si os lo representarais bajo las apariencias de un diablillo pálido, vacío a fuerza de cólicos. Es que vuestra imaginación toma los primeros síntomas del mal por el mal mismo. El miedo, el verdadero miedo, es un delirio furioso. Entre todas las locuras de que somos capaces, el miedo es seguramente la más cruel. Nada le iguala en impulso, nada puede resistir su choque. La cólera, que se le parece, no es más que un estado pasajero, una brusca disipación de las energías del alma; además, es ciega. El miedo, por el contrario, una vez superada la primer angustia, forma con el odio uno de los compuestos psíquicos más estables que existen. Hasta he llegado a preguntarme si el odio y el miedo, especies tan próximas, no habrán llegado ya al último término de una evolución recíproca; si no llegarán a confundirse mañana en un sentimiento nuevo, aun desconocido, que parece asomar a veces en una voz, en una mirada…

    G. Bernanos, «Los grandes cementerios bajo la luna» (1938)

    Para quién canto yo entonces

    (Disculpas por este post indigerible. Cosas viejas que tenía que sacarme de encima, para poder ocupar la cabeza -y el blog, espero- en asunto más edificantes.)

    Saben… allá en nuestros lejanos comienzos —ya van para cinco añitos—, los blogueros éramos muy pocos. Y los católicos, o simplemente de temática religiosa… menos que pocos. A menos población, menos segmentación, y uno visitaba y era visitado por gente que —como dicen los chicos—… «nada que ver». Lo cual tenía sus pro y sus contra, claro. Por ejemplo, uno podía aspirar, si no a la comunión de ideas, al módico honor de hacerse notar, como un impresentable, un energúmeno o un payaso.
    En aquellos tiempos, un blogger-lector de aquellos, lejano en muchos aspectos, refiriéndose a algunos de mis amores o rechazos (y la energía puesta en expresarlos), me comentó que (cito de memoria) imaginaba que ciertas cosas sólo podían entenderse o explicarse dentro de la historia personal, en el contexto de una conversión o una apostasía.
    Me gustó eso, y siempre lo recuerdo.

    En todo caso, ya sé que no puedo esperar mucho eco o sintonía, con estos palos a la derecha. Unos ni entenderán de qué estoy hablando, a otros les parecerá una obviedad que no merece gastar diez líneas, a otros les parecerá una crueldad o una injusticia; o acaso la jactancia del crítico que no quiere ensuciarse las manos; y otro, aun sin conocerme, pretenderá interpretar el asunto, justamente, en el contexto de una conversión o apostasía…
    Qué vamos a hacerle.

    Si de hacer conocer mi historia se tratara, tendría que contar cómo, después de una adolescencia pasablemente agnóstico-zurdo-democrática fui a entrar a la Iglesia por la puerta derecha… hablando mal y pronto (ni «entré», propiamente; ni existe semejante puerta); Bloy, Castellani… y algún contacto con algún ambiente católico-de-derechas. Contacto modesto (aunque no efímero, ni interrumpido) y más bien libresco. Que conocí el Concilio II bastante tarde, con el libro de Malachi Martin (y con esos ojos!), y que leí varias cosas de Meinvielle y de Lefevbre, con esa confianza fervorosa del alumno. Tendría que contar mi muy gradual apartamiento (mi apostasía, si quieren) de ese mundo…
    Creo que consumé esa ruptura —o tomé conciencia de ella— con la lectura de un librito-folleto, hace casi diez años; su autor, con el aparato intelectual que es al uso, hacía un llamado a la unidad a los «católicos fieles», proponiendo una doctrina sobre la herejía de la iglesia post-conciliar (en qué sentido Pablo VI puede ser llamado hereje, etc), una especie de vía media o credo común para unir a esos católicos fieles: sedevacantistas, lefevristas, filo-lefebristas, comunión-y-liberación, algún opusdeísta… y hasta algún «cura de sensibilidad progresista, pero fiel» («los hay», llegaba a admitir, en un inaudito esfuerzo de generosidad ecuménica). La repulsión, inmediata y violenta, que me produjo este folleto (llegué a subrayar varias partes, y hasta pensé en poner por escrito algunas de mis protestas) me hizo tomar conciencia de que yo no era de ellos. Que sean uno, si quieren y pueden; conmigo, no cuenten.
    Y bien, ya he contado más de lo que pensaba contar; igual, es dudoso que esto amerite el nombre de conversión o apostasía. Y en todo caso, no me ha acercado lo más mínimo a la izquierda o el progresismo; como sabrán los que siguen el blog, la teología de la liberación, la librería San Pablo y las liturgias desacralizadoras me siguen cayendo tan simpáticas como antes. No es porque haya cambiado de vereda, entonces, que le hago la guerra a la derecha (yo también, en muchos sentidos, puedo decir que «soy de derecha»). Sí podría tratarse del sentido de urgencia que provoca la conciencia de un peligro cercano, una tentación afín, el mal recuerdo de quien ha dejado atrás una adicción triste y asfixiante.

    Como sea, me dicen varios: lo tuyo es desproporcionado; estás tirando un misil a una hormiga. Los tradicionalistas, me dicen (sea con desprecio o con afecto) hoy son/somos cinco tipos, sin ningún peso.

    Me lo han dicho muchas veces, y nunca me convence, aunque tampoco sé muy bien qué responder.

    En primer lugar, habría que saber delimitar eso que imprecisamente llamo «tradicionalismo católico» o «derecha católica»; esas denominaciones son demasiado estrechas y demasiado amplias. Se trata más bien de cierto espíritu, típico de esos grupos (pero no exclusivamente de ellos), y que tampoco son la esencia de esos grupos (hay una componente de «verdad parcial necesaria» -buena en sí; y una de «circunstancias humanas-no-espirituales» -neutras; podríamos acaso decir que el espíritu es la componente mala, y la que absolutiza esos componentes relativos). Los rasgos principales de este espíritu pueden encontrarse en otras religiones, en ideologías políticas, en tribus…; incluso también en la izquierda.
    (Digamos, muy de paso, que uno de estos rasgos parecería ser la impaciencia, la que decía el texto de Congar; la veo en la derecha católica como en la izquierda, aunque con focos distintos).

    Pero, dejando por un ratito estas caracterizaciones (demasiado pretenciosas para lo poco que uno conoce) ateniéndonos a ese impreciso pero reconocible «tradicionalismo católico». ¿Es verdad que es inofensivo por su misma insignificancia? No sé. Es cierto que numéricamente parecen pocos; pero en este mundo (internet y blogs) no parecen tan pocos. Casi más bien parecen mayoría. Y para que no digan que doy nombres, para no ser más críptico de lo indispensable: en los links del blog de Cruz y Fierro, a la derecha (en los dos sentidos de la palabra) pueden ver unos cuantos ejemplos del espíritu al que me refiero (los sitios «Panorama Católico Internacional»[*], «Ediciones católicas», «Radio cristiandad», sobre todo; y unos cuantos blogs como «El sacristán serrano», «La espada y la cruz», «El último alcázar» y otros…). Y cada vez son más… y como pueden ver, no hay casi nada del otro extremo. No sé qué quiere decir esto, pero ahí están.
    Por otro lado, aunque sean pocos… se me hace que —en el contexto del catolicismo argentino contemporáneo— un católico tradicionalista vale por cien progres; para bien y para mal. Porque, en ese contexto, ser progre es casi lo mismo que ser mundano, que es algo así como ser … nada (salvo los casos de los extremistas; pero estos son muy raros). Y, dicen por ahí, un poco de levadura fermenta la masa. Por esto mismo, me pueden parecer más peligrosos; y tienen especial poder de seducción para las personas más religiosas, para (digamos) las almas más grandes.
    Y es que, como intenté pobremente decir hace unos días, acaso el mayor perjuicio lo causen a la porción de verdad que quieren defender, y de la que se adueñan malamente. Es como la mala apologética, que a la corta o la larga resulta contraproducente. Así como muchos hombres ha perdido la fe al abrir un poquito los ojos y reconocer la insuficiencia, incosistencia o franca falsedad de tantas apologéticas fallutas que de niños tuvieron que tragar, parecidamente, me parece, muchos sienten rechazo (hacia tal aspecto tradicionalista, o incluso hacia la religión) al percibir el mal espíritu y las bajezas de tantos defensores ardientes de la religión. Así somos. Yo mismo siento (con razón o sin ella) algún resentimiento contra estos militantes, porque presiento que sus miserias destiñen -en mi modo de ver- con muchas verdades que quisiera conocer mejor, con cosas que me son relativamente lejanas y que quisiera amar más; desde el patriotismo hasta los cristeros mexicanos. Cuesta no despreciar lo que es presentado a nuestros ojos, casi exclusivamente, como objeto de aplausos despreciables.
    Igualmente, la acriticidad con que se manejan con sus esquemas de derecha, sin parecer advertir cuánto hay de simplemente humano (caracteres, ambiente, historia) en sus modos de sentir y razonar, resulta doblemente risible cuando estamos hablando en nombre del Cristianismo, al que pretendemos proclamar como la Verdad. El incrédulo tiene motivos para reafirmarse en su escepticismo, cuando ve a tantos defensores de la Verdad obrar y discurrir según esquemas que se dan idénticos (en tanto esquemas) en otras religiones, o partidos políticos, o clanes familiares, o clubs de fans… Unos mismas mecanismos psicológicos, afectivos y sociales; como álgebras, idénticas, cuyos resultados sólo difieren por la asignación de las variables (X=Jesucristo; Y=Marx; Z= …). Tiene motivos, digo, cuando percibe que el militante pretende absolutizar su resultado pero en verdad vive por y para su álgebra.

    Y bueno, me dirán los pocos que hayan llegado acá; tampoco podés estar contra todos. Te vas a quedar solo, como perro malo.
    No por nada había traído yo aquello de Bernanos, antes de lo que siguió. Pero no renegaré de la soledad, que siempre nos hemos llevado bastante bien. (Y no es que no haya peligros y aporías por acá, pero esto lo dejamos para otro día).
    Y al que le suene mal, como una jactancia, esto de criticar a la derecha pero no desde la izquierda; no estar a favor de estos, ni de aquellos, sino todo lo contrario; pretender exhibir un equilibrio inhumano (y asocial) a fuerza de pegar a los dos costados… qué puedo decirles, así se dieron las cartas; y espero poder escapar a las jactancias y a las soledades que me queden grandes. Y al que me recuerde aquello de que es preferible ser caliente o ser frío a ser tibio… le diré que no creo que la frase se me aplique (es lo que dicen todos los que son atacados con una sentencia bíblica, claro); y hasta le podría decir que, en todo caso, soy caliente y frío: la derecha católica me provoca una furia ardiente, y la izquierda progresista un desprecio helado. Ah, y el ayuno de jactancias… lo empiezo este lunes.


    [*No la leo, pero a veces tengo la mala suerte de caer… El otro día, por ejemplo, encontré por ahí una reseña pretendidamente objetiva de un cardenal argentino (en rigor, era de un libro autobigráfico); no siento especial simpatía por ese cardenal, pero la reseña era de una maledicencia y una bajeza tal, que no me costó adivinar la procedencia. Con un promedio de dos palos por párrafo -y en ese tono pomposo, ensayístico y amargo tan característico- quiero destacar dos de esos palos, que tantos amigos de PCI, previsiblemente habrán aplaudido en su interior.
    1. «Dime con quién andas». Pues… eso.
    2. Refiriendo algunos desaires que recibió de otros obispos argentinos, el cardenal relata un ataque en particular, y nuestro comentarista acota: «Ataque ante el cual no se defendió. Por algo será.»
    Ahora bien. Yo apuesto que este comentarista -¡y cuántos de sus lectores!- estará íntimamente convencido de que su trabajosa maledicencia está motivada en el ansia de defender al cristianismo. Y asimismo apuesto que no se le ocurrió pensar, si esas mismas acusaciones, no se podrían usar -si de hecho no se usaron- contra el mismo Cristo.
    Para peor, sospecho que si uno se los hace notar no les causará gran aprensión.]

    Viajando

    Librería de usados, grande. Examino minuciosamente —como si tuviera veinte años— varios sectores; entre ellos, la sección de Viajes. Suelo hacerlo, sólo por la vieja y cada vez más débil esperanza de encontrar aquel libro del P. Huc en Tartaria… En cambio, encuentro uno de León Bloy : «El peregrino de lo Absoluto».
    Y creo yo que a Bloy no le habría disgustado demasido la confusión del librero. Esos son viajes, y no otros…

    Digamos, ya que estamos, algunos libros leídos últimamente.
  • Pasemos rápidamente lo más humillante: como si no me hubiera bastado el primer libro de Ana de las Tejas Verdes (Lucy Montgomery), confieso que compré y leí (y con bastante gusto) tres más de la serie ; como atenuante sólo puedo decir que eran libros usados. Y no, no los recomendaré. (Sí a la serie de Takahata… pero estamos hablando de libros).
  • Conocí al fin a Ursula Le Guin, me prestaron los 5 libros de la serie de Terramar ( «Un mago de Terramar», «Las tumbas de Atuan», «La costa más lejana», «Tehanu», «En el otro viento») . Se leen con facilidad; será que yo no tenía muchas expectativas, pero me gustaron —sin llegar a entusiasmarme, ni a encariñarme— tiene su fuerza. No me suena desencaminada aquella opinión, de que Le Guin es mejor creadora de mundos que de historias; en cuanto a mí, suelo entrar a las novelas por un tercer elemento: los personajes; supongo que ese elemento habría que ponerlo como intermedio entre los otros.
  • «Nostalgia de Dios» (Diario de una conversión) de Pieter Van der Meer de Walcheren. Debería haber leído mucho antes este libro, común en librerías de usados, dado que el autor es un conocido convertido por León Bloy -quien además prologa el libro; pero no sé por qué, nunca me había atraído. Pasable. Menos devoto de lo que temía, sencillo; nada especiablemente recordable para mí (verdad es que lo leí muy rápìdo).
  • «Meditación sobre la Iglesia» (1953), de Henri de Lubac. Lo abrí con desconfianza. Esperaba algo más denso o difuso; por el contrario, me resultó bien claro e interesante. Citaremos o comentaremos.
  • «El libro negro» (1951), de Papini. No encontré al Papini de los relatos tempranos. Algunas ideas más o menos interesantes, puestas en bocas ajenas más o menos ficticias, con un ropaje literario un poco zonzo para mi gusto. Más bien decepcionante.
  • «Sobre la ciencia», de Simone Weil; editorial «El cuenco de plata«. Es bueno que otra editorial, además de Trotta, (y para mejor, argentina) edite a Simone. Son una colección de ensayos relacionados con (adivinen) la ciencia moderna; unas cuantas cosas sugerentes, como siempre (aunque debo decir que no me impresionan demasiado las notas geométricas o aritméticas de Simone). Lo más voluminoso es una obra temprana y técnica, su tesis sobre Descartes, que todavía no encaré. La edición está bien, cuidada; encuadernación pobre… pero, bueno, es argentina, vio…
  • «Cristianos en diálogo», de Yves Congar (eh! estás hecho un progre!) Una recopilación de escritos (1930-1960 aprox) relacionadas con el ecumenismo. Leí algunas partes sueltas; me ha resultado instructivo y nada ingrato de leer. A retomar.
  • «El caso del bailarín barbudo» (Have his carcase) de Dorothy Sayers Sí, está bien, pero… Después de tantos años y tantos libros, recién me empiezo a dar cuenta que no leo una novela policial como se supone (o como yo imagino) que un lector de novelas policiales debería hacerlo (prestando atención a los indicios, buscando contradicciones, tratando de anticiparse a los hechos); ni siquiera estoy seguro de me gusten, ahora que lo pienso.
  • «Father Malachy’s Miracle» y «El Papa» (Urban the Ninth), de Bruce Marshall. Dos novelas de temática religiosa. La primera es más joven, y se nota; un argumento imposible y atrayente, aunque el desenlace es poco logrado. La segunda ha perdido algo de libertad y de alegría (sí, ya sé el historial del tipo), y no deja un buen regusto; pero tiene lo suyo (me recordó en algunas cosas al Juan 24 de Castellani). Releí después «El mundo, la carne y el padre Smith», para comprobar si mi buena impresión inicial de esa novela sobrevivía; sí, sobrevive, y con buena salud.

    Y no he leído mucho más, que recuerde… Estos días se me han juntando demasiadas lecturas en paralelo (cosa que suelo hacer, pero no a tanta escala). Estoy leyendo, además de lo ya mencionado:
  • «La Odisea», de Homero (que??). Sí… Tenía la vaga idea de que la había leído, hace muchísimo tiempo (tal vez en otra vida). Pero ahora veo que no.
  • «Los grandes cementerios bajo la luna» y «El crepúsculo de los viejos», de Bernanos.
  • «El misterio de los santos inocentes», de Peguy.
  • «Ciencia, orden y creatividad», de D. Bohm y F. Peat
  • «Fe y filosofía», de Ricoeur (primer contacto).
  • «La tentación de existir», de Cioran (idem).
  • «Concluding Unscientific Postscript», de Kierkegaard. Lectura retomada a principios de año, e iniciada hace demasiado tiempo….

    Y como si esto fuera poco, conseguí el (casi) último libro de P. G. Wodehouse que me quedaba por leer: «Las noches de Mr Mulliner» (y en inglés y en castellano, con dos días de diferencia!). Pero ese me lo reservo para la Pascua.
    Comentaremos… si sacamos algo en limpio de este caos.