Cuando Roma dice algo, los diarios sienten la necesidad de opinar;
desinteresadamente; y si es en nombre de los católicos, mejor.
Página 12 presta una de las mismas a Ricardo Gerardi, La Nación ubica en su tribuna de doctrina
a
Mex Urtizberea.
«Si Dios es infinito, ¿por qué no pueden ser infinitas sus voces? » ;» … mi forma de desobediencia a alguien que está anulando las decisiones de un Concilio que quería que la Iglesia volviese a sus orígenes»…
Acaso no esté de más, entonces, una pequeña exhortación a mis lectores católicos, los que previsiblemente, al leer cosas como esas, me acompañarán en el sentimiento.
Calma, muchachos. Mantener la cabeza fría. No entregarse a los impulsos pasionales. Es grande la tentación de regodearse en el orgullo, en el contento que produce comprobar —una vez más— que las voces más audibles de los enemigos
son tan miserablemente imbéciles. Pero, ya queda dicho: la estupidez de mis contradictores no es prueba suficiente de mi acierto ni de mi inteligencia (o de la inteligencia de mis maestros); ni siquiera motivo suficiente para generalizar el desprecio.
Sí vale tomarlo como leve indicio confirmatorio, y acaso pequeño consuelo; pero tómese con moderación; más aún en Cuaresma.