La religiosidad auténtica —así como
la omnipresencia de Dios se distingue por su
invisibilidad— se distingue por no
ser visible a los ojos humanos.
El dios que puede ser señalado con el dedo
es un ídolo; y la religiosidad que puede ser señalada con el dedo es una forma imperfecta de religiosidad.
Sören Kierkegaard – Apostilla acientífica conclusiva de las Migajas Filosóficas (2.2.4.2.A.3; 475)
Son líneas que pueden resultar bastante claras. Quizás demasiado claras. Acaso, de esas que uno se siente tentado a archivar en el propio arsenal, para disparar, llegado
el momento, en apoyo de algún argumento, y con todo el peso de la autoridad que semejante nombre confiere (y si uno escribe Sören así, con esa diéresis exótica… mejor todavía [1]); que el autor de la frase hubiera estado de nuestro lado en la disputa, no importa mucho.Sören Kierkegaard – Apostilla acientífica conclusiva de las Migajas Filosóficas (2.2.4.2.A.3; 475)
Dudoso beneficio, en verdad, el de atesorar líneas sueltas de un pensador, sin intimar con su pensamiento, sin atender al contexto y la intención de esas líneas (por no hablar de la calidad de la traducción o trascripción).
Y aun con eso, aun viendo que, en particular, esta podría ser usada para apoyar cosas como el deshábito de las monjas [2]… ahí quedan copiadas, sin contexto, ni explicación ni mayores reparos.
Como tantas otras veces.
En parte, porque no me da el cuero para más. Y en parte, por la tenue esperanza de que (quizás no ahora; quizás cuando este blog ya no sea ni un recuerdo) puedan llevar un poco de luz a alguien. Tal vez a mí.
[1] … y si uno lo escribe bien, mejor todavía. En realidad es Søren.
[2] … o integrada a la lista de esas sentencias de sabiduría cristiana, tan inmediatas como sospechosas, que decía Tom; en particular, en la línea de aquella misma frase : «Predica el Evangelio siempre. De ser necesario, usa palabras».