Archivo por meses: diciembre 2008

De nuevo

De Chesterton (estilo inconfundible), vía Bienvenidos a la fiesta (*).
El fin de las frías y duras definiciones del tiempo es prácticamente el mismo que el de las duras y frías definiciones de la teología: despertar a los hombres. Si un hombre cualquiera no fuese capaz de adoptar resoluciones de año nuevo, no sería capaz de adoptar resolución alguna. Si un hombre cualquiera no fuese capaz de empezar todo de nuevo, sería incapaz de hacer nada eficaz. Si un hombre no partiera de la extraña premisa de no haber existido jamás antes, resulta indudable que jamás llegaría a existir después. Si un hombre no fuera capaz de volver a nacer, jamás entraría en el Reino de los Cielos.

* «…mucho más que un blog», diría un publicista, Bienvenidos a la fiesta es un mina de información para los lectores; y últimamente viene reseñando casi todo lo de Chesterton.

Alabanzas de llenos

Descubro unos versos de una comedia de Tirso de Molina:

Serví luego a un clerigón
un mes (pienso que no entero)
de lacayo y despensero.
Era un hombre de opinión:
Su bonetazo calado,
lucio, grave, carilleno,
mula de veintidoseno,
el cuello torcido a un lado;
y hombre, en fin, que nos mandaba
a pan y agua ayunar
los viernes, por ahorrar
la pitanza que nos daba;
y él comiéndose un capón
(que tenía con ensanchas
la conciencia, por ser anchas
las que teólogas son),
quedándose con los dos
alones cabeceando,
decía, al cielo mirando:
¡­Ay, ama, qué bueno es Dios !
Dejéle, en fin, por no ver
santo que tan gordo y lleno,
nunca a Dios llamaba bueno,
hasta después de comer. …
… versos que al parecer glosó (por así decirlo) Castellani… No recuerdo dónde estaba su poema, pero sí que además del personaje (el cura glotón) tenía al menos un verso idéntico («Ay ama, qué bueno es Dios»).
Y está bien, el verso y la escena tiene una especie de valor ejemplar, eso de alabar la bondad de Dios tras haberse atracado de comida; como una parábola, casi; sencillita pero no sin filo.

Los que tienen razón

Curiosa locución, «tener razón». No sé si se da en otros idiomas. Cualquier hispano-hablante sabe lo que significa; al decir del DRAE: «estar en lo cierto»*. Aunque «cierto» en el sentido de «verdadero», sin más.

Yo diría que «tener razón» se aplica especialmente al que, en una cuestión disputada, que frecuentemente se reduce a una dicotomía, afirma (interna o externamente) el juicio correcto —verdadero.

Pero esto, sin ser poco, es bastante menos que «estar en la verdad».

Para empezar: uno puede arribar al juicio correcto por malos motivos, por premisas falsas y/o razonamientos rengos (hay malos prejuicios que aciertan); este tendrá razón, pero no estará en la verdad.
Para seguir: es de creer que «estar en la verdad» es algo profundo y orgánico, es cosa de toda el alma, no puede predicarse así nomás a propósito de tal juicio aislado (ni contabilizando juicios certeros vs juicios erróneos); algo parecido a lo que pensaban Sócrates y Santo Tomás sobre la virtud y las virtudes. Y también, estar en la verdad implica una organicidad no solo entre distintos juicios, sino entre los planos: niveles de interioridad-exterioridad, teoría-práctica…

El caso emblemático: los fariseos tenían razón; pero no estaban en la verdad.

Podríamos cerrar con una fórmula: la cuestión no es tener razón, sino estar en la verdad.

¿Suena a hueco? ¿No sirve para nada? Veamos.

Yo recuerdo a menudo, y la he citado varias veces, aquella sentencia intranquilizadora de Simone Weil: «A veces son los imbéciles los que tienen razón»; intranquilizadora, sobre todo cuando se piensa no en juicios aislados o imbéciles aislados, sino en grandes causas y bandos. Pero recién ahora, a cuento de lo dicho, se me ocurren un par de vueltas de tuerca; y en distintas coordenadas.
Primero: trasponer del plano intelectual al moral. A veces son los malos los que tienen razón (y en cuestiones de moral; práctica y teoría).
Segundo: invertir la dirección, poner el acento en el otro término. Me explico. Yo siempre leí la frase poniendo el acento en «tener razón», dando por supuesto que eso es lo decisivo. Esta lectura (la original, creo**) sirve de advertencia a los que se creen del lado de los inteligentes (o de consuelo a los que se sienten despreciados por la intelligentzia): ojo, que ser inteligente no es garantía (ni siquiera en las grandes cuestiones, cuando se forman bandos antagónicos), a veces los inteligentes se equivocan en masa, y tener razón es lo que importa.
Pero, en otra lectura, si pensamos que «tener razón» no es lo decisivo, si «ser inteligente/ser imbécil» lo tomamos en un sentido más alto (estar en la verdad/estar en el error)… la sentencia sigue siendo verdad, pero en una dirección muy distinta: ojo, no te des por contento con estar del lado de los que tienen razón; a veces son los imbéciles los que tienen razón; y por imbéciles… no merecen tenerla. Y no se salvarán por eso.

Combínese este cambio de acento con la trasposición al plano moral, y vuélvase considerar el caso de los fariseos (y piénsese, por ej, en las disputas por el aborto, etc).
Molestas paradojas para el pensamiento, decía la misma Simone. Pero no frívolas ni irrelevantes, digo yo. Sobre todo para un cristiano.


* «Tener razón», en la acepción común, no implica el recurso exclusivo a la razón. Que haya verdades no estrictamente racionales, y cómo se relacionan razón, verdad y fe, es cuestión que no nos concierne ( que se calle Unamuno por ahora). Reemplácese por «estar en lo cierto» en caso de duda.

** Si no recuerdo mal, Simone pensaba en las discusiones que tuvieron lugar en Francia en el ’30 sobre la responsabilidad social de los artistas, en particular si los literatos debían tener total libertad —en todos los planos— o si debía limitarse esa libertad en consideración a los efectos nocivos y desmoralizantes que podían tener ciertos libros (sobre todo cierta militancia pacifista disolvente en boga) sobre la patria de los franceses. Previsiblemente, el bando de los intelectuales estaba por lo primero. Pero, dice Simone, al final eran los imbéciles los que tenían razón.

Casi nada

Bueno… la semana pasada casi muere la partición Windows de mi PC (recuperé los archivos casi de casualidad), ayer hubo una caída grande de mi proveedor de hosting (24 hs!), y casi muere todo el sitio web.

No somos casi nada.

Y acá estamos, viendo que todo funcione como antaño (y proponiéndonos vanamente hacer backups más seguido).
Y ahí va un poema de Poe, traduccción de Carlos Obligado.

Silencio

Hay cualidades —entes incorpóreos—
que tienen doble vida. Ved su imagen
en la materia y la luz: dualismo
visible en cada sólido y su sombra.
Hay un Silencio doble —mar y orilla—
cuerpo y alma esencial. Habita el uno
los sitios solitarios que hace poco
la hierba recubrió. Tórnanlo leve
remembranzas de ayer, ciencia de lágrimas;
se llama «Ya no más», y siempre ha sido
el cuerpo del silencio: no lo temas.
No hay maleficio en él. Pero si acaso
un destino impaciente (¡oh, prematuro!)
te hace encontrar su sombra (elfo sin nombre
que reina en un desierto nunca hollado)…
encomiéndate a Dios.

Sueltos: de jesuitas y tradiciones

Al pasar frente a una mueblería vi expuesta una llamada Silla jesuita.
No sabía de su existencia, y por lo que veo en Google hay poquísimas menciones (sólo dos; de una de ellas extraigo la imagen, idéntica a la que yo vi). Si no hubiera ninguna, yo habría supuesto errata del mueblero; si hubiera muchas, simple ignorancia mía. En este caso, no sé qué pensar. ¿Alguien sabe si existen tales sillas, y el por qué de su nombre?
Y de paso: ¿alguno tiene experiencia de uso con la silla? ¿es recomendable, ergonómicamente hablando? (teológicamente, llegado el caso, sabré tomar las debidas precauciones).
 
Hablando de jesuitas: parece que en España —más precisamente en los medios católicos españoles que uno atisba por internet— hay una pequeña ola de descubrimiento de Castellani, provocada por unos artículos entusiastas y un libro recopilación de Juan Manuel de Prada: 1, 2, 3.
Bien está. Aunque el tufillo de esa derecha católica española, aunque distinto al de por acá, me guste tan poco como este; aunque aquella militancia «anti progre» me fastidie tanto como esas jactancias de rebeldía adolescente (ay, somos «políticamente incorrectos»!), a pesar de todos los previsibles maletendidos y manoseos, bien está. Si Castellani no cupo en las sectas de por acá, menos cabrá en las de por allá, es de creer.
Quizás sea buena ocasión para hacer unos posts a manera de «Introducción a Castellani», que me han pedido alguna vez; visto con mis ojos, claro está. Puede ser.
 
Y hablando de antiprogres y tradicionalistas a la española: leo en un blog de aquellos una especie de desagravio de Alejandro VI:
En el Vaticano todavía se sienten «molestos» con nuestro Alejandro VI, el Papa Borgia…
¿En el Vaticano? Ah, claro, es que allá discriminan a los españoles, claro. Pero, mire, no solo en el Vaticano nos sentimos molestos (y la palabra queda chica), le garanto. Pero lo más notable es esto: poner la existencia de un descendiente santo (San Luis de Gonzaga) como signo de aprobación divina:
La Divina Providencia se encargó de hacer una llamativa purificación de la memoria de los Borgia [sic] … un irreprochable santazo [sic] Borja, biznieto del Papa Borgia y prueba sagrada[sic] de que no estaría muy descontento con la familia ese Dios que castiga los pecados de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación.
¿Estará hablando en serio? ¿Alguien puede escribir -o leer- en serio esto? Debe ser broma ¿no? En todo caso, yo no le veo la gracia.
 
Y siguiendo en la madre patria, y en las tradiciones, pero ahora en un sentido más humilde y más sano de esta palabra, un pdf que recopila varios juegos tradicionales en España , escondida y rayuela incluidos (¿se siguen jugando? me dicen que ahora los niños se aburren si no festejan el cumpleaños en un pelotero, en mis tiempos era siempre en la casa del festejado, y no recuerdo haberme aburrido nunca; espero que las cosas no hayan cambido tanto) .
Y de yapa un post sobre Juegos de cordel con enlaces.