… Ha salido hasta ahora muy virtuoso don Francisco,
y así espero en Dios lo será, porque es muy buen cristiano.
Plega a Dios oiga yo estas nuevas de V.M.*
Ya ve, mi hijo, que se acaba todo, y que es eterno y para sin
fin el bien o el mal que hiciéramos en esta vida.[…]
Por ha que estuvo aquí don Gonzalo… Mucho quiere a V.M. y otras personas que dejó engañadas en la buena opinión que le tienen, que yo mejor le quisiera ver.
… V. M. escribe muy corto para estar tan lejos. Harta misericordia de Dios ha sido topar tan bien y haberse casado tan presto, que según de temprano ha comenzado a ser travieso, trabajo tuviéramos. En esto veo lo que le quiero, que con ser cosa para pesarme mucho por la ofensa de Dios, de que veo se parece tanto a V. M. esta niña, no la puedo dejar dejar de allegar y querer mucho…
* V. M. = «Vuestra merced» = «Usted»
Muy cariñosa la tía, pero no escatima sus palos… Y eso que está viejita, y no le faltan problemas por otros lados…… V. M. escribe muy corto para estar tan lejos. Harta misericordia de Dios ha sido topar tan bien y haberse casado tan presto, que según de temprano ha comenzado a ser travieso, trabajo tuviéramos. En esto veo lo que le quiero, que con ser cosa para pesarme mucho por la ofensa de Dios, de que veo se parece tanto a V. M. esta niña, no la puedo dejar dejar de allegar y querer mucho…
* V. M. = «Vuestra merced» = «Usted»
Vaya a saber cómo cayó esto al muchacho, y qué fue después de su vida… Al menos sabemos que conservó la carta, lo que no hicieron muchos otros.
Se calcula que Santa Teresa (porque se trata de Santa Teresa de Ávila, se entiende) escribió unas treinta mil cartas, y se conservan menos de quinientas. Las estoy leyendo, en una edición anotada; topé con ellas poco ha y dudé en comprarlas… (para cada cosa hay un tiempo y una edad; quizás esto era para una edad más joven…); pero las encaré, y me alegro. Muchas cosas de interés, que me había perdido en la lectura sumaria de sus obras completas (con las cartas casi sin anotar y con poco contexto, uno no pesca mucho).
Impresiona la cantidad de problemas que le caían a esta monja… contemplativa. Con la mitad yo estaría abrumado (por no decir stressado; cuidemos algo el idioma, que anda la gran Teresa cerca). No sólo el sobrino travieso: el hermano desequibrado, la priora imprudente, el capellán inútil, el inquisidor temible… Todos los problemas típicos del -ay- mundo adulto: relaciones humanas -familia carnal y espiritual-, problemas de dinero, problemas de salud… Cada vez más.
Y si lo que no te mata te fortalece, pareciera que a los santos esas cosas no las hacen menos santos sino más. Y ya que de santidad hablamos, pueden venir bien estas cartas contra imágenes ilusorias: santidad no es impasibilidad, ni siquiera impecabilidad. Cuando Dios quiere -y pareciera que casi siempre quiere- hay que arremangarse, traspirar un poco, acaso ensuciarse un poco; cansarse, dudar, angustiarse y entristecerse.
Así, en los mismos tiempos que Teresa escribe (¡y recorre!) Las Moradas, se entera de que el sobrino aquel anda en líos… y con una hija no se sabe de quién; y debe interceder delicadamente en el matrimonio de la hermana Juana, que anda en problemas; y le llega el rumor de que en Avila una arpía anda anunciando a todo el pueblo que su marido la abandonó seducido por la otra sobrina de Teresa, y los padres que no hacen nada para salvar lo poco que queda de la honra de la muchacha (esto será una de las mayores amarguras de sus últimos años). Y eso no es todo: los monjes calzados andan diciendo que el padre Gracián anda en tratos deshonestos con las monjas del tal convento de descalzas; y Juan de la Cruz está preso no se sabe dónde; y el hermano de Teresa ha prestado dineros para una fundación y hay que pedir a la priora que hagan un esfuerzo para devolverlo; y que no haga como la otra vez, caramba, que mandó parte del dinero por donde no debía y lo interceptó otro acreedor… Y el hermano benefactor se muere, y la consuegra pleitea para que no vaya tanto dinero a las monjas. Y los bandos de aliados y enemigos que se están formando entre los mismo descalzos, y los malentendidos, los rumores y las envidias. Y aquella priora que se ha malquistado con ella no sabe por qué. Y el obispo tal, y el visitador cual, y el rey y el papa. Y aquella ricachona que se suponía iba a aportar para la otra fundación y ahora les está haciendo pasar hambre. Y las otras monjas que ingresaron de los calzado, y trajeron sus mañas y sus mortificaciones idiotas (¡bofetadas y pellizcos!). Y aquel capellán de Malagón, bueno pero corto, que no sirve y no hace bien a las monjas, que hay que darle el olivo con delicadeza… a ver… cómo se lo decimos… no le encajemos la autoría del lío -digamos que fue el demonio- pero sí la obligación de arreglarlo; y si no puede y eso le hace perder el sosiego, aunque lo lamentaríamos mucho, tal vez le convenga poner distancia… a ver…
… me dijo estotro día la presidente que no se habia vuestra merced tan bien con ella. Dio a entender que no creía V.M la trataba con llaneza. El no la tener con V.M. me parece muy mal. Yo la escribo sobre ello… Bien sería que le hablase V.M. con llaneza y se quejase de lo que hizo con Ana de Jesús; porque si V.M. no desmaraña lo que el demonio ha comenzado a urdir, ello irá de mal en peor y será imposible sufrirlo V.M. con sosiego en el alma; y aunque me pesara mucho de que falte de ahí, veo que está más obligado a su quietud que ha hacerme merced. Dénosla el Señor como puede. Amén.
(Carta al P. Gaspar de Villanueva, julio de 1577)
Y este cuerpo viejo y sus achaques… (Carta al P. Gaspar de Villanueva, julio de 1577)
…llevé de aquí por priora una hija de Beatriz de la Fuente. Harto buena parece; tan pintada para aquella gente como vuestra reverencia para el Andalucía. San Angel la de Malagón, es supriora allí en Villanueva; hácelo muy bien, y otras dos con ellas harto santas. Pidan a nuestro Señor que se sirva de estas fundaciones. Y quédese con El, que no estoy para decir más; que, aunque la calentura es poca, los accidentes del corazón y de la madre son muchos. Quizá no será nada. Encomiéndenme a Dios.
(A María de San José, abril de 1580)
(«madre» = matriz, útero)
Hay tres cositas para notar, se me ocurren, sobre Teresa y sus cartas.
Pero como esto ya está demasiado largo, lo dejo para mañana.
(A María de San José, abril de 1580)
(«madre» = matriz, útero)