Sueños, visiones y realidad

Camassia debe ser una de las cabezas más racionales y más autocríticas del ambiente de los blogs cristianos; pocos desconfían tanto de sus propias pasiones a la hora de tratar de pensar con libertad; pocos logran combinar tanto interés ante las cosas (hechos e ideas) con tanto desinterés personal (llamo «interés» acá a ese vicio que nos tienta a torcer los hechos y los razonamientos para favorecer nuestras posiciones ideológicas y nuestra comodidad intelectual).
Por eso, lo de este post es doblemente notable a mis ojos.

Cuenta Camassia algunas «visiones» (o algo por el estilo) que a veces le vienen, y que la tienen algo perpleja.
Simple sueños, dirá un escéptico -o un freudiano- con moderna suficiencia (como si los sueños no fueran ya un misterio). Pero no es seguro que sean sueños, y si lo son, son de una categoría especial; muy vívidos, incalificables.
…Les doy un ejemplo, especialmente contundente y bíblicamente correcto (la mayoría no lo son). Fue un sueño extremadamente vívido que tuve cuatro años atrás, antes de que empezara a ir a la iglesia (ni siquiera sentía interés en tal cosa).
Soñé que era Eva en el exilio, que a su vez dormía y soñaba estar todavía en el Edén. Me recuerdo, especialmente, nadando en un río de agua muy clara y límpida, explorando las cosas bajo el agua con mucho interés. Los peces no me temían en absoluto, y se juntaban en torno mío, tan interesados como yo. Todo estaba en calma, no había miedo en ninguna parte; no había siquiera la idea del miedo.
Entonces me despertaba (como Eva, quiero decir; Camassia seguía durmiendo) y recordaba dónde me encontraba; y sentía la oscura y fatal certeza de que yo había estropeado aquello, y había perdido todo.
Qué tal. Ya quisiera uno semejantes sueños.

Pero lo que a Camassia la asombra no es el tema, sino la calidad de la visión, la sensación de realidad, no menor que la «realidad real», aunque al mismo tiempo muy distinta (radicalmente distinta) a cualquier otra experiencia de la vida normal, y por lo mismo muy difícil de describir (y de olvidar!).

Yo no sé nada de todo eso, ni por teoría ni por experiencia. Recuerdo sí algunos pocos casos librescos (lo de C. S. Lewis al sentir la presencia de su mujer muerta; lo de Andre Frossard en su conversión), pero no sé si serán cosas parecidas.

Pero, además de que ya el sueño en sí es notable, me parece enormemente sugestiva la conexión que hace Camassia con otro temita que se las trae, y -si no me equivoco- con alguna relación con aquello que decíamos ayer: los episodios del evangelio en los que aparece Jesucristo resucitado. Todos los detalles misteriosos de las apariciones, parecen sugerir a algo parecido: una realidad de un orden distinto, algo tan nuevo y tan diferente a todas las otras experiencias, que uno no puede relatar así nomás, con las palabras y las imágenes de siempre.

Y ya que mentábamos a C. S. Lewis, y ya que la Eva nadadora inocente del sueño de Camassia me hizo recordar a la dama de Perelandra, viene a cuento esta página del mismo libro.
… Ransom se dejó atrapar en un extenso interrogatorio al no poder ocultar que asociaba cierta idea muy definida a dicha expresión. Hasta llegó a decir -bajo extrema presión- que en aquella circunstancia, la vida se le presentaba como una «forma coloreada». Cuando le preguntaron «qué color», adoptó una expresión extraña y sólo pudo decir «¡Qué colores! ¡Sí, qué colores!…». Pero entonces lo arruinó todo al agregar, «…desde luego, no era realmente un color, en ningún sentido. Quiero decir, no lo que nosotros llamamos color», y no dijo una palabra más durante toda la noche. […]

…. estoy casi seguro de que pensaba en algo que había experimentado durante el viaje a Venus.
Aunque tal vez lo más misterioso que dijo sobre el mismo fue lo siguiente. Yo lo estaba interrogando sobre el tema (cosa que él no permitía con mucha frecuencia) y había dicho incautamente:
—Por supuesto me doy cuenta de que para ti es algo demasiado vago como para poder expresarlo en palabras
cuando me reprendió en tono bastante duro, para hombre tan paciente, diciendo:
—Por el contrario, lo vago son las palabras. El motivo por el que no puede ser expresado es que se trata de algo demasiado definido para el lenguaje…
# | hernan | 19-mayo-2005