Hablando de Roma

Hubo una época a principios de los veinte en que se empleaba con frecuencia la palabra «bolchevique». Se utilizaba de manera indiscriminada para designar a los escolares obstinados, a los empleados que pedían un aumento de sueldo, a los criados impertinentes, a quienes pedían ampliación de los derechos de propiedad de los pobres, y a cualquier cosa o persona que el hablante desaprobara.
Su único propósito era impedir el debate razonado y la reflexión.

Creo que hoy corremos un peligro similar, con el uso del término «fascista». Hace poco los escritores ingleses recibimos una encuesta … en la cual se nos pedía que nos definiéramos por uno de dos bandos: los republicanos de España o «los fascistas». Una encarcelación de manifestantes se describe como una «sentencia fascista». Investigar la situación económica de alguien es fascista. La colonización es fascista. La disciplina militar es fascista. El patriotismo es fascista. El catolicismo es fascista. El buhcmanismo es fascista. El culto japonés al emperador es fascista. La caza del zorro es fascista… ¿Acaso será demasiado tarde para llamar al orden?
Se lo preguntaba Evelyn Waugh, en una carta enviada a un diario londinense. Año 1938.
Lo cita Joseph Pearce [*] en su libro sobre Tolkien. Y la cita porque también a Tolkien le han colgado el adjetivo.

Bueno, yo he llegado a escuchar (y más de una vez) que Platón era fascista. Y cualquiera puede traer centenares de ejemplos parecidos.
Creo recordar (aunque esto de segunda mano) que allá por los 1983 un político (Alfonsín?), al ser interrogado sobre el origen del financiamiento de su campaña proselitista fulminó al periodista respondiendo que esa era «una pregunta fascista». Y cómo no recordar, de aquellos mismo tiempos, el exitoso «enano fascista que todos llevamos dentro»; melancólica muestra del poder creador mítico de nuestros tiempos. (Uno empieza por descreer del ángel de la guarda y termina creyendo en cualquier cosa).

También recuerdo a Solzhenitsyn (¿en Archipiélago Gulag? ¿o en El primer círculo?) que evoca la puesta en circulación de un adjetivo de finalidad similar, con la misma carga «moral», y que durante unos cuantos años sirvió al gobierno para que todos los buenos ciudadanos soviéticos (él mismo incluido) la destinaran a la condena ideológica y la excomunión social. Y, de igual modo, cualquiera de sus usuarios (él mismo incluido) no habrían sabido definir el significado de esas palabra que manejaban con tanta facilidad (y sin la cual les hubiera sido muy difícil vestir sus pasiones borreguiles de convicciones).


[* Y él mismo contesta última pregunta: en efecto, era demasiado tarde; pues el mismo «orden» ya había sido incluido dentro de lo «fascista»]
# | hernan | 22-abril-2005