Ya se ha dicho mil veces que esa categorización
de «izquierda-derecha» es insuficiente, grosera
o engañosa. Bien. Aunque hay que reconocer
que, dentro de ciertos límites, en un dado contexto,
puede ser útil y acaso válida. Por eso, la uso a veces.
Pero cuando uno empieza a mezclar religión, política, economía,
moral… y cuando se habla de distintos países o épocas,
es muy fácil tropezar con paradojas y cosas que no cierran.
Entendible. Algunos se plantean, en esos casos,
clasificaciones más complejas, añadiendo una o más coordenadas… Así, por ejemplo, en EEUU se
habla (en una de tantas categorizaciones posibles)
de cuatro géneros de personas: conservadores,
tradicionalistas, liberales y radicales. Cuidado: en
EEUU, insisto. Y hablando de política, sobre todo.
Bueno. No es que estos esquemas me interesen demasiado.
Pero es que leí hace poco este artículo de Kreeft. Tiene su interés. Como parábola, acaso.
De un grupo de cuatro amigos
que representan esas cuatro categorías, Kreeft (que se
asume como el «tradicionalista»; y que, en los aspectos «importantes» del mundo -religión, para empezar-
presumiblemente debería sintonizar más con el conservador
que con los otros) se encuentra coincidiendo
con el «radical» (y contra los otros) en una cierta cuestión puntual … de arquitectura. Y la coincidencia es menos
superficial de lo que parece (meras afinidades psicólogicas,
a contrapelo de las diferencias filosóficas, dirá uno; sí, pero no «meras»; hay más;
hay toda una manera de concebir la Belleza, por ejemplo).
Kreeft, como conclusión tentativa de su observación, plantea
que «por debajo de los alineamientos políticos actuales
de izquierda/derecha hay «líneas de falla» en la corteza
de la naturaleza humana que inevitablemente se abrirán
un día y producirán terremotos que cambiarán el
paisaje del mapa político…»
Conclusión un poco tímida, se me hace. Como si
nos interesara el mapa político, vamos. Todo lo
de Kreeft apunta a algo más serio que eso, creo yo.
En verdad, triste sería que las afinidades profundas
entre los hombres estuvieran determinadas por categorizaciones de ese tipo… Parece que no es así.
(No sólo en el sentido más alto…).
Y -creo yo, y me permito aconsejarlo
a militantes de uno y otro lado- sería bueno que hiciéramos
fuerza para tratar de ver eso; y alegrarnos de eso.