Leopardi


Reposarás por siempre,
cansado corazón. Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura
que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.


A se stesso (A sí mismo), de Giacomo Leopardi. Traducción de Antonio Gómez Restrepo

Por principio, yo debería repudiar a Leopardi, poeta de la desesperanza y la tristeza. Por algún motivo, me gusta. Me parece que, contrariamente a casi todo lo que uno ve por ahí, es una desesperanza noble y hasta (con todos sus desdenes y reniegos) más pariente del amor que del odio…
Tal vez por una especie de analogía poética con lo que decía Simone Weil, sobre cierto ateísmo purificador en contra de los consuelos imaginarios de la religión. («En los hombres en quienes lo sobrenatural no ha despertado, los ateos tienen razón y los creyentes se equivocan.»)

Por su parte, dice Francisco de Santis que «Leopardi produce el efecto contrario a lo que se propone. No cree en el progreso y te lo hace desear;no cree en la libertad y te la hace amar. Llama ilusiones al amor, la gloria, la virtud, y te enciende en el pecho un deseo inextinguible. Es escéptico y te hace creyente». Sí, está bien… aunque no estoy seguro de que Leopardi «se proponga lo contrario». Se me hace que un poeta no «se propone» una cosa ni la otra.
# | hernan | 10-febrero-2005