Una dama me ha escrito que le parezco encargado
de atraer a las ovejas descarriadas.
Le respondo que no me interesa atraer ovejas, sino más bien leones, o incluso hipopótamos extraviados.
Y que nunca podrán constituir un número demasiado grande.
Del diario de Leon Bloy (El viejo de la montaña, 12/12/1909).Le respondo que no me interesa atraer ovejas, sino más bien leones, o incluso hipopótamos extraviados.
Y que nunca podrán constituir un número demasiado grande.
Cinco meses después anota:
Recibo la visita de un ingeniero, provinciano; cristiano
suave y humilde que parece enteramente conquistado
por mí. Esto es una rareza de mi destino.
Yo no sé qué tengo para agradar a los ingenieros,
y empiezo a no poder contarlos más, tantos son los
que me han manifestado su afecto.
Y el 27 de abril de 1907 había anotado (en «El invendible») :
Aparición extraordinaria de otro ingeniero, amigo de Termier,
y apasionado por mis libros […] Se llama Felipe Raoux […] Mis
senderos son extraños y ásperos. Hasta el presente,
las personas que han venido a mi han sido seres
desdichados o llamados a sufrir […] Las almas
designadas para esta Escuela Superior —verdaderamente
politécnica— vienen a mí, sin saber adónde,
como los corderos que van a pacer … o al matadero.
No sé en qué categoría zoológica caerá el
que hace este blog
(que volvió al redil —empujón de Bloy mediante—una semana después de terminar
de estudiar ingeniería… ). Pero que
andaba descarriado, eso no se discute. Agradecido, pues.