26 … También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra;
27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo…
No sabemos cómo. 27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo…
Estirando un poco la parábola, acaso, se me ocurre que esto niega aquello de que «el fin justifica los medios«.
Porque los hombres nos imaginamos conocer los mecanismos -aun morales- del mundo, los procedimientos capaces de producir tal o cual bien; creemos que disponer y accionar esos mecanismos (aunque a veces involucren actos turbios -el «mal menor»), eso es hacer el Bien.
Pero acción y efecto (estribillo de diccionario) son cosas distintas.
Y pareciera que el mundo nos dice que debemos apuntar al Bien como efecto (resultado), mientras que Cristo —digo yo— nos dice que se trata de un acto, nomás (nomás?). [*] Hacer el bien.
Sembrar. La planta crecerá, si Dios quiere, sin que sepamos cómo; (y es casi milagroso, a nuestros ojos, que la planta crezca). Si creemos saber cómo crece, nos engañamos. Lo único que sabemos es que es lo que a nosotros nos toca es sembrar.
Hacer el bien, esa es manera —la única manera— de producir Bien.
Es muy difícil de creer, si lo pensamos un poco (sobre todo si pensamos que el bien es infinitesimal —una semilla de mostaza; un hobbit—)
Y tal vez creerlo —creer que por alguna disposición providencial e incomprensible en este universo el árbol malo no puede dar frutos, y que sólo el bien produce el bien— no esté muy lejos de creer en Dios.
Simone Weil diría que son la misma cosa.
[* Naturalmente, el lector hará bien en presuponer que toda contradicción entre las afirmaciones del cristiano que escribe acá y las de este otro —que hoy recordamos— debe achacarse a una deficiencia de pensamiento y/o de expresión del primero. Pero también hará bien en no apresurarse a buscar contradicciones donde no las haya.]