La dicha biografía de Santa Isabel cuenta que,
apenas después de su muerte, su cuñado Conrado
tuvo una conversión súbita y se transformó
de enemigo en fervoroso defensor de Isabel, y uno de los impulsores de su
canonización.
Cuentan que el tipo, con su pasado no muy ejemplar de violencias y lujos,
se cruzó un día en la calle con una prostituta; él le afeó su mala vida,
y ella se excusó por su miseria. Cuentan que esa noche
el hombre no podía dormirse, pensando en su propia vida, en la riqueza y sin Dios…
Se prometió entonces a sí mismo: «Mañana seré otro hombre»; y se durmió.
Lo original es que éste cumplió la promesa, y cambió radicalmente de vida;
según dicen, hasta entró
a la orden franciscana, como terciario -igual que Isabel.
Se me dirá que la historia no es muy interesante que digamos. Y -aparte de los reparos
históricos del Refutador de Leyendas que todos los modernos llevamos dentro-
se me dirá que ni siquiera es edificante; no hay una diferencia esencial
con el caso del fumador empedernido que un día se dice «desde mañana no fumo más»
y lo cumple… Cosas de psicología, más que de religión, me dirán.
Digan lo que digan, estas historias nos impresionan.
Esas conversiones
que no se han quedado en buenos propósitos… nos da un poquito de dolor y un
poquito de envidia; pero también un poquito de alegría,
y de aliento.
Qué más quisiera uno que poder decirse una noche: «Mañana seré otro hombre»,
y que así sea…
Aquí saltará algún racionalista a reclamar distingos: ¿esa «conversión»
es una cosa que sucede un día particular de la vida ? ; ¿o
es algo que sucede continuamente a lo largo de toda la vida ? ; ¿o (¿y?) esa conversión
«continua» se confunde con ese mismo anhelo de conversión «puntual»?
Bueno, es medianoche ahora, y no tengo ganas de distingos.
Yo,
en verdad y con toda seriedad les digo, de lo único
que realmente tengo ganas ahora es de ir a acostarme, y mañana
ser otro.
(Y ya que estamos en la fiesta de Cristo Rey, terminando el año
litúrgico, no es mala época para esos propósitos que otros se hacen
el 31 de diciembre… Año nuevo, vida nueva. Con una ayudita de allá arriba, eso sí; y también de acá abajo, si a eso vamos).