Un santo, o algo así

Y ya que es el día del niño:
…¿sabe si en Salzburgo se usan los flecos?, ¿mi hermana ya los lleva?, ¿sabe hacerlos ella misma o no? Constanza se ha adornado recientemente dos vestidos con ellos. Aquí son de última moda. Como sabe hacerlos ella misma, quería esperar a mi hermana con ellos; que le mande decir de qué color los quiere. Se llevan de todos los colores: blanco, negro, verde, azul, punzó. Un vestido de raso debe ser adornado naturalmente con flecos de seda, como uno que tiene ella. Pero un vestido informal de buen piqué sajón con flecos de hilo (los que apenas se diferencian de los de seda si no se los toca) queda muy bien, y además tiene la comodidad de que se puede hacer lavar con flecos y todo.
Es un fragmento de una carta de Mozart (con 27 años) a su padre.

A Mozart lo tengo como una especie de santo, en su plano. Sus cartas son una maravilla de sencillez, buen gusto, humor, equilibrio, fineza y alegría de vivir.
Un niño como suele decirse; sí, pero en el mejor sentido de la palabra.
Como decía Ignacio Anzoátegui: «Niño prodigio puede serlo cualquiera. La gracia es seguir siendo prodigio y niño. « Y se refería a Mozart.

Me dan ganas de copiar varios textos de las cartas. Vaya por hoy el anterior (muestra de su entusiasmo por las cosas más triviales…) y un par más.
De una a su padre enfermo:
…la muerte, para llamarla por su nombre, es la verdadera finalidad de nuestra vida. Por ello es que de unos años a esta parte he hecho relación con esta verdadera amiga del hombre, ¡de tal modo que su figura no sólo ya no me asusta sino que me tranquiliza y me consuela! Agradezco a Dios porque me ha concedido la gracia de darme oportunidad (¿me entiende, verdad?) de conocerlo y saber que El es la llave para nuestra verdadera felicidad.
Nunca me acuesto sin pensar que quizá no he de ver el día siguiente, a pesar de lo joven que soy, y no hay persona de cuantas me conocen que pueda decir que estoy gruñón o triste, y por esta dicha agradezco todos los días a mi Creador y se la deseo de corazón a todos mis prójimos.
Y de un mensaje a su esposa Constanza:
Tengo que ser breve -es la una y media y todavía no he comido-, quisiera poder mandar más. Aquí van 3 gulden, por el momento; mañana al mediodía tendrás más. Debes estar alegre y despreocupada, todo ha de ir bien, te beso mil veces, estoy agotado de hambre.
Tenía entonces 36 años, y moriría en menos de cinco meses en la pobreza completa.

Estos fragmentos de cartas los leí en el librito de Irma Hoesli, que se consigue barato en las librerías de Bs. As. y que no está nada mal. Varias veces contrapone a Mozart con Beethoven -clásico contra romántico- y naturalmente, el sordo resulta un poco ridiculizado, con toda su ampulosidad y sus desbordes anímicos y sentimentales.
Y, aunque yo tengo mi lado romántico, y siempre le he dado lugar a los artistas «desmesurados» (Leon Bloy, el mismo Beethoven)… ahora me encuentro dándole la razón a la autora. Será que me estoy poniendo viejo ? También puede tener que ver con esto que decía Simone Weil, sobre la pureza vs la fuerza.

P.S. Vía Mairena y por casualidad, encuentro este manuscrito de una carta de Mozart a Constanza. Figura entre los tesoros de la biblioteca de la Universidad de Glasgow: impresionante.
# | hernan | 8-agosto-2004