Mark Shea menciona el caso de una mujer, madre de una chica celíaca,
que está molesta porque la Iglesia no permite otra materia
que la harina de trigo para confeccionar las hostias [y porque siente o cree que
a su hija le falta algo en su vida de católica -en su Primera Comunión, para empezar. Y ha escrito a Ratzinger, nada menos, protestando].
«Por qué no darle a beber el Cáliz?» -dice Mark- «No entiendo estas historias lacrimógenas».
En verdad, dónde se ha visto: madres que actúan con una lógica no del todo perfecta en temas relacionados con la salud física y espiritual de sus hijas (y propia). Es inconcebible.
Previsiblemente, muchos de los comentaristas en el blog de Mark se ponen a juzgar expeditiva y severamente a la mujer:
Y peor:
Claro; evidentemente, lo que importa son las reglas.
Y si esas reglas te hacen la vida difícil, embromarse.
Y si te han explicado las reglas y no las entendiste, la culpa es tuya.
Y si pretendés que las reglas sean modificadas, entonces son una relativista obstinada y apestosa; y una candidata casi segura a dejar la Iglesia. Y bien estará: después de todo ¿quién quiere gente conflictiva en la Iglesia ?
Yo, si tuviera que elegir, personalmente, preferiría estar en una Iglesia con personas ignorantes y confundidas, con madres sobreprotectoras y conflictivas, antes de estar con hombres de buena catequesis e impecable teología que desprecian a los confundidos y a los ignorantes.
Pero, claro: no tengo esa elección. Sólo hay -me dicen- una Iglesia. Y lo que de última determina que yo personalmente pertenezco a esa Iglesia es el amor que tengo por los otros, por todos, incluidos los conflictivos y los auto-satisfechos.
Ahora bien, resulta que eso no lo cumplo muy bien que digamos. Por lo cual supongo que, o bien todos tendrán que volverse mucho más amables de lo que son; o bien que yo tendré que volverme mucho más amante.
«Por qué no darle a beber el Cáliz?» -dice Mark- «No entiendo estas historias lacrimógenas».
En verdad, dónde se ha visto: madres que actúan con una lógica no del todo perfecta en temas relacionados con la salud física y espiritual de sus hijas (y propia). Es inconcebible.
Previsiblemente, muchos de los comentaristas en el blog de Mark se ponen a juzgar expeditiva y severamente a la mujer:
-
«Este es el fruto de enseñar durante treinta años que la Eucaristía
es un memorial sentimental del «Evento de la Habitación Superior»
en el cual Cristo se hace actual entre nosotros a través de
nuestros sentimientos de solidaridad mutuos… »
«No se puede culpara a una mala catequesis: la opción de recibir la Sangre sola fue explicada y ofrecida. La madre de la chica es la que está en falta, no la Iglesia…»
«En serio: esta Madre necesita hacerse cargo de la realidad, de que su hija no es como el resto y acomodarse a lo que tiene…»
«Esa solución [recibir el Cáliz] parece ser bastante para la salud espiritual y física de la chica. A menos, claro, que mamá tenga otra agenda -más vocal- en mente…»
Y peor:
-
Apuesto que esta mamita abandonará
la Iglesia cuando su pedido sea rechazado por el
Siniestro Vaticano. Esta señora se da tanta importancia,
que apesta.
Claro; evidentemente, lo que importa son las reglas.
Y si esas reglas te hacen la vida difícil, embromarse.
Y si te han explicado las reglas y no las entendiste, la culpa es tuya.
Y si pretendés que las reglas sean modificadas, entonces son una relativista obstinada y apestosa; y una candidata casi segura a dejar la Iglesia. Y bien estará: después de todo ¿quién quiere gente conflictiva en la Iglesia ?
Yo, si tuviera que elegir, personalmente, preferiría estar en una Iglesia con personas ignorantes y confundidas, con madres sobreprotectoras y conflictivas, antes de estar con hombres de buena catequesis e impecable teología que desprecian a los confundidos y a los ignorantes.
Pero, claro: no tengo esa elección. Sólo hay -me dicen- una Iglesia. Y lo que de última determina que yo personalmente pertenezco a esa Iglesia es el amor que tengo por los otros, por todos, incluidos los conflictivos y los auto-satisfechos.
Ahora bien, resulta que eso no lo cumplo muy bien que digamos. Por lo cual supongo que, o bien todos tendrán que volverse mucho más amables de lo que son; o bien que yo tendré que volverme mucho más amante.