Pero (y no lo hubiera mencionado acá de no ser por esto) le debo a esta antología el haberme hecho para mientes en este párrafo de Teresa, tan simpático y tan característico, y que se me había pasado por alto.
Se trata de una especie de consejo a un (gentil)hombre, con sus inquietudes espirituales, algunos escrúpulos y cierta tendencia a la melancolía (depresión, diríamos hoy, supongo).
La Madre era bien severa cuando topaba con monjas melancólicas, las de mucha imaginación (en el sentido malo de la palabra; a la Simone Weil), demasiado dispuestas a confundir la oración de quietud con «embebecimientos». A éstas les daba actividades, obediencia… y dosificar la oración y el ayuno: «…ocuparlas mucho en oficios para que no tengan lugar de estar imaginando, que aquí está todo su mal; y aunque no los hagan tan bien, súfranlas algunas faltas, por no las sufrir otras mayores estando perdidas, porque entiendo que es el más suficiente remedio que se les puede dar, y procurar que no tengan muchos ratos de oración, aun de lo ordinario; que, por la mayor parte, tienen la imaginación flaca y haráles mucho daño, y sin eso se les antojarán cosas que ellas ni quien las oyere no lo acaben de entender. Téngase cuenta con que no coman pescado, sino pocas veces; y también en los ayunos es menester no ser tan continuos como las demás…» (Fundaciones, Cap. 7).
A éste, en cambio, no le aconseja cuidarse de la «demasiada oración».
Y contra la melancolía, le da un remedio bien sencillo:
… De lo que vuestra señoría tiene del querer salir de la oración, no haga caso, sino alabe al Señor del deseo que trai de tenerla, y crea que la voluntad eso quiere, y ama estar con Dios. La melancolía congójase de parecer se le ha de hacer premio [apremio]. Y procure vuestra señoría algunas veces, cuando se vea apretado, irse adonde vea cielo y andarse paseando, que no se quitará la oración por eso, y es menester llevar esta nuestra flaqueza de arte que no se apriete el natural. Todo es buscar a Dios, pues por él andamos a buscar medios, y es menester llevar el alma con suavidad.
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Santa Teresa de Jesús
Segovia, 3 julio 1574
Carta a don Teutonio de Braganza, en Salamanca
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Santa Teresa de Jesús
Segovia, 3 julio 1574
Carta a don Teutonio de Braganza, en Salamanca