Bloy y Greene

«El hombre tiene lugares en su corazón que todavía no existen, y donde el dolor entra para que existan».

Leon Bloy
Compré hace poco un libro de Graham Greene («The end of the affair»). Lo había leído hace mucho, tendría yo unos quince años…
Por aquellos tiempos me había causado alguna fugaz impresión —acaso no tan fugaz, quién sabe— «El poder y la gloria» y empecé a buscar otros libros de Greene (siempre me gustó conocer autores más que libros; empezando por Julio Verne y Agatha Christie). Esta novela («El fin de la aventura») era uno de los dos que tenía la biblioteca del barrio; y no me dejó marca, con su toque religioso -yo estaba alejándome del cristianismo por entonces…

Ahora, al abrir esta edición, encuentro que Greene lo ha encabezado con esa cita de Leon Bloy. Pequeña doble sorpresa: primero, porque creo recordar que Greene no gustaba de Bloy (he leído algún ensayo nada benévolo… y claro está que no son almas afines). Y segundo: hasta ahora yo creía haber conocido el nombre de Leon Bloy (cuyos diarios tuvieron un papel importante en mi «conversión», allá por mis 23 años) a través de alguna mención de Borges. Pero veo ahora que desde mi adolescencia, en algún rincón de mi cabeza, Graham Greene ya había registrado el nombre…

Y más (estos cruces librescos son una frivolidad, en el mejor de los casos; pero me gustan, qué vamos a hacerle): encuentro ahora que la cita es bastante popular; por ejemplo, veo que ha sido citado por Ives Congar (importante teólogo católico, tildado de modernista por los tradicionalistas, hecho cardenal por Juan Pablo II). Curioso.

Me gusta, como sea, que Greene cite a Bloy; es como si amigos míos se amigaran entre sí.
Recuerdo el caso de Chesterton y Unamuno: cuando los descubrí, cuando me hice amigos de ellos, no dejé de notar sus enormes diferencias -sólo los unía el cristianismo-; y me preguntaba si entre ellos podrían sintonizar, si se leerían o admirarían mutuamente .. y me respondía que probablemente no. (Mucho después, tuve la pequeña satisfacción de encontrar al menos un amigo-admirador común, en Mircea Eliade).
Bueno, Greene y Bloy también son de esos amigos que uno tiene, y que uno hubiera deseado amigar entre sí… Y si en este caso mi amistad por Bloy me hizo casi olvidar al otro, acaso no venga mal este descubrimiento. Nunca viene mal reanudar amistades.
# | hernan | 27-junio-2004