Lorenzo estaba destinado  a  custudiar los  bienes   que   poseía la Iglesia. En aquella época  el  emperador Valeriano dictó pena de muerte  sin   juicio   previo,  contra  todos  los obispos,  sacerdotes  y  diáconos.  El  Papa  y  sus siete diáconos fueron hechos prisioneros  y decapitados de inmediato, excepto Lorenzo, al   que   dieron  cuatro   días   de   plazo para entregar los bienes de la iglesia.  Lorenzo  los  dio a  los  pobres, y  se  presentó  con un grupo  de ellos diciendo al procurador. «Estas son   nuestras  riquezas».  
Fue martirizado y condenado a morir en una parrilla, y su entereza se convirtió en legendaria por bromear con sus verdugos mientras estos le aplicaban la muerte.
… la recuerda Amy en su blog, y dice : 
«hay que seguir contando estas historias… porque
nos muestran la verdad, de una manera particularmente viva…«. Lo cual no viene mal, a propósito de 
esto que decíamos ayer.
					Fue martirizado y condenado a morir en una parrilla, y su entereza se convirtió en legendaria por bromear con sus verdugos mientras estos le aplicaban la muerte.