Tres años atrás, me decidí a hacer una de esas
peregrinaciones a pie a Luján. Un poco tarde, como es típico en uno.
Pero no demasiado tarde (también típico).
En su momento, me alegré de haber tomado la decisión.
Ahora, a la distancia, me alegro más. Porque veo que, en
algún sentido estuvo muy cerca de haber sido «demasiado tarde».
Digo… porque imagino que aquella debe haber sido la última peregrinación sin teléfonos celulares.