He recibido el bautismo esta mañana con una disposición interior que apenas me atrevía a esperar: nada de exaltación, pero sí un sentimiento de paz, equilibrio, esperanza, fe.
En el Luxemburgo me vino un pensamiento que quiero anotar.
En el fondo, el espacio y el tiempo son en cierta manera las formas de la tentación. En el hecho de reconocer la propia insignificancia con relación al infinito del tiempo y del espacio se hermanan el orgullo y la falsa humildad, puesto que en verdad se pretende coincidir idealmente con ese doble infinito, realizado como objeto del conocer.
Vertiginosa cercanía de Dios.
Retorno al aquí, al ahora, que recobran un valor y una dignidad sin par.
Esto habrá que profundizarlo. Estoy demasiado cansado esta noche para seguir.