Eran tiempos turbulentos, con las nuevas leyes de separación Iglesia-estado, las fuertes tensiones entre católicos contra laicistas —o clericales contra anticlericales. Y también, más o menos superpuestas, las otras, las de siempre: tradicionalistas contra progresistas, anarquistas contra conservadores, etc.
Una de las preguntas que recibió el poco paciente Bloy era la siguiente:
¿Los intereses de la civilización cristiana pueden ser sacrificados en el afán de mantener la paz a toda costa?
Y me gusta su respuesta (pueden tratar de adivinarla antes), con todo lo que pueda tener de boutade:
–La cuestión planteada así resulta absolutamente ininteligible. Pero poco importa.
Yo estoy, ante todo, por la barbarie cristiana.
De yapa, un videito sobre Bloy; algunos textos recitados (en francés) y no mucho más.