Los hombres han visto el desierto como tierra de nadie, que cualquiera puede ocupar; pero la realidad es que cada colina y cada valle tenían un poseedor reconocido, dispuesto a afirmar con prontitud el derecho de posesión de su familia o clan contra las agresiones.
Hasta los pozos y los árboles tenían sus dueños; éstos permitían a los demás beber de uno o hacer leña del otro, según lo requiriera su necesidad, pero no toleraban que uno pretendiera asumir derechos de propiedad o explotar los bienes para lucro personal.
El desierto se basaba en un comunismo bárbaro, con la Naturaleza y sus elementos libremente disponibles para las personas conocidas, pero sólo para sus necesidades. Lógicamente, este trato privilegiado se fue acotando a las gentes del desierto, mientras que los extranjeros desprovistos de recomendaciones o garantías eran tratados con dureza; puesto que la seguridad común se apoyaba en la responsabilidad mutua de gentes que se conocían entre sí…
Yo no estoy seguro de que eso pueda ser llamado comunismo. En cualquier caso, no me cae mal.
Hasta los pozos y los árboles tenían sus dueños; éstos permitían a los demás beber de uno o hacer leña del otro, según lo requiriera su necesidad, pero no toleraban que uno pretendiera asumir derechos de propiedad o explotar los bienes para lucro personal.
El desierto se basaba en un comunismo bárbaro, con la Naturaleza y sus elementos libremente disponibles para las personas conocidas, pero sólo para sus necesidades. Lógicamente, este trato privilegiado se fue acotando a las gentes del desierto, mientras que los extranjeros desprovistos de recomendaciones o garantías eran tratados con dureza; puesto que la seguridad común se apoyaba en la responsabilidad mutua de gentes que se conocían entre sí…
En parte, por lo mismo que debe molestar a muchos liberales y conservadores —y, en un sentido apenas diferente, a muchos comunistas: la falta de lo que aquellos llamarían «reglas claras» – o sea una legislación (sobre el derecho de propiedad en este caso) simple, rígida, formalizada y formulizada, deshumanizada; la fundamentación ambigua e irritante (para ellos, y hasta cierto punto también para mí) de la ética social (y con ella, de la política y la economía) sobre cosas precisamente sociales, en el sentido más primario: lazos, amistades; conocimientos humanos.
Y en parte, por una especie de añoranza mía, recurrente y acaso vana, por la relativa simplicidad de la vida tribal. A la distancia, todo parece más claro, viviendo en una tribu; política, economía, ética… y hasta el sentido de la propia vida, de la alegría, la fiesta y el dolor. Ilusión de la distancia, tal vez. Pero no estoy seguro de que eso sea todo. No dejo de sospechar que cuando se trata de estos temas, uno debería tener aquello como referencia; si no como prototipo.