Fui a visitar a Franz Kafka después de la primera vista del proceso
de divorcio de mis padres. Yo estaba agitado y transido de dolor,
así que me mostré injusto. Después de haber agotado mis quejas,
Kafka me dijo:
—Cálmese y tenga paciencia. Aguante tranquilamente todo lo malo y desagradable. No lo evite. Al contrario: obsérvelo con atención. Sustituya el estímulo reactivo por una comprensión activa y logrará situarse por encima de todas estas cosas. El hombre sólo puede alcanzar la grandeza a través de su propia pequeñez. …
De las «Conversaciones con Kafka», de G. Janouch.
—Cálmese y tenga paciencia. Aguante tranquilamente todo lo malo y desagradable. No lo evite. Al contrario: obsérvelo con atención. Sustituya el estímulo reactivo por una comprensión activa y logrará situarse por encima de todas estas cosas. El hombre sólo puede alcanzar la grandeza a través de su propia pequeñez. …
— La paciencia es la clave de cualquier situación.
Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo,
pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia
—me dijo un día el doctor Kafka mientras paseábamos
por el parque cubierto de hojas caídas
en una tarde diáfana de otoño—. No hay modo de doblar
ni de quebrar nada. Sólo hay una forma de superación que empieza
con superarse a sí mismo, es insoslayable. Salirse de está vía
siempre implica un desmoronamiento. Tenemos que absorberlo
todo pacientemente en nuestro interior y crecer.
Sólo el amor puede hacer saltar por los aires las limitaciones
del yo temeroso. Más allá de las hojas secas
que nos rodean con sus susurros hay que saber intuir
los brotes jóvenes y frescos de la primavera.
La paciencia es el único fundamento verdadero para la realización
de todos los sueños.
¿Podría haber alguna relación entre eso de que
«no doblar ni de quebrar nada» y lo de Isaías sobre Cristo
( «no quebrará la caña ni apagará la mecha que humea…»)?
Yo apostaría que sí.