A primera vista, resulta un poco arbitrario. Que haya gente que cree cosas distintas, es natural; lo que no se ve claro es la correlación. Y de afuera puede parecer que la devoción mariana es en el catolicismo una especie de bandera que le ha tocado por motivos más o menos azarosos, (esas repartijas de territorios, materiales o ideológicos) y que defiende por motivos de marketing interno o supervivencia.
¿Dónde está la correlación? Puede verse por el lado de la mediación. Exagerando, diríamos que el católico «cree en la Iglesia» (en el sentido dicho) por la misma razón de fondo que «cree en María» (en el sentido dicho): porque tiende a acoger de buen grado nociones como «mediación» o «cooperación» (en distintos niveles) mientras que el protestante tiende a rechazarlas como impurezas que atentan contra —digamos— el exclusivismo divino. Y De Lubac cita a Karl Barth (uno de los teólogos protestantes más importantes del último siglo; probablemente el más importante):
En la doctrina mariana y en el culto mariano es donde aparece manifiesta
la herejía de la Iglesia católica romana, y en ella se comprenden todas las demás.
La «Madre de Dios» del dogma católico romano es simplemente el principio,
el prototipo y el resumen de la criatura humana
que coopera a su salvación sirviéndose de la gracia que la previene,
y como tal, es también el principio, el prototipo y el resumen de la Iglesia.
… Y así, la Iglesia que rinde culto a María debe necesariamente comprenderse
a sí misma de la manera que lo ha hecho en el Concilio Vaticano (I);
es la Iglesia del hombre que, en virtud de la gracia, coopera a la gracia.
Y, dice Lubac, prescindiendo del juicio de valor, el católico puede suscribir
esto. «La fe católica en la Santísima Virgen
resume simbólicamente, en su caso privilegiado, la doctrina
de la cooperación humana a la Redención, ofreciendo de esta suerte
como la síntesis o la idea madre del dogma de la Iglesia.»
No traigo esto hoy -fiesta de la Asunción de la Virgen- en clave apologética mariana-anti-protestante, o anti-nada. Ni para jugar al teólogo o para cumplir con la fecha con una reflexión devota, edificante y satisfactoria (¡qué interesante! ¿no?). Tristes flores serían.
Me importa, ante todo, tenerlo en cuenta, si -como parece probable- ver la relación ayuda a ver los elementos relacionados Entender mejor lo que es el culto a María, y lo que es pertenecer a la Iglesia, y por qué las dos cosas van de la mano; y cuánto, y en qué sentido, uno está necesitado de cooperación. Y para que uno, puesto que ya que se considera católico en el sentido más débil del término, no pierda de vista la obligación de serlo en un sentido más fuerte.