Etica, que le dicen

Leía hace poco en Slashdot sobre unas variantes del experimento de Milgram: las víctimas no son ya humanos actores sino humanos virtuales: personajes forjados por algoritmos y chips, nomás; y los actores-torturadores lo saben. Dicen los -objetivos e impersonales- psicólogos experimentadores, que los actores sentían de todas maneras alguna inquietud (stress) al tener que torturar a esos seres virtuales, y tener que asistir a sus manifestaciones de dolor. Además del análisis y valoración del resultado, se plantea (como no!) también la pregunta sobre la ética del mismo experimento.
Y como suele pasar en Slashdot, los comentarios (seleccionados) son más interesantes (por agudos o por obtusos, por típicos o por atípicos) que el artículo comentado.

Uno confesaba:
Esto me recuerda algo personal. No sé cuántos de ustedes conocen aquel video-juego [X], yo solía jugarlo mucho; uno de sus atractivos era el de jugar el papel del villano. Sin embargo, por más que me gusta hacer de distintas personas, cada vez que tuve que hacer de malo terminaba sintiendo remordimientos por matar a tantos inocentes, por más que supieran que no eran personas reales.
Un científico con experiencia en estos temas, acota (negritas mías) que…
… los experimentos originales de Milgran fueron considerados faltos de ética por el trauma psicológico experimentado por los sujetos que recibieron la orden de aplicar las descargas eléctricas. Se los puso en la situación emocionalmente estresante de tener que optar entre seguir las órdenes del experimentador (o sea: el representante de la autoridad) y su propio código moral; semejante situación hoy día se considera inaceptable.
Por lo que puedo ver, este experimento puede resultar éticamente más justificable porque la «víctima» es explicitamente virtual -hecho que conocen los sujetos- y por lo tanto la situación, al no implicar (a los ojos del sujeto) daño a gente real, no es emocionalmente tan traumático.
Hay varios aspectos interesantes acá. Pero a mí, lo que más me llama la atención (y por enésima vez) es cuán tabú ha llegado a ser para nosotros, los civilizados, la palabra pecado. Y no sólo la palabra; y no sólo por su costado religioso. Aún parece que nos avergüenza e incomoda la elemental noción de que tal o cual cosa está mal, pura y simplemente. A lo más que llegamos es a la palabra ética; aún la palabra moral nos suena sospechosa, hablemos mejor de «códigos morales». Y como para ahogar cualquier tentación de trascendencia, enseguida aclaramos que se trata de una convención (más o menos social), que sólo podemos fundamentar hacia abajo: y tal o cual cosa está mal (perdón: no se considera ético) si y sólo si causa a otro algún trauma o algún stress.

Tal vez también tengamos necesidad de volver a ser niños en eso: volver a aprender a decir sin vergüenza, y sin necesidad de fundamentaciones psicológicas o sociológicas: esto está mal, cuando vemos algo que está mal.
Y, pues que unamunescos: nos estamos poniendo, qué lindo sería poder echar a los bachilleres a patadas del escuadrón:
…En marcha, pues. Y ten en cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados bachilleres, barberos, curas, canónigos o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan insulas; lo que debes de hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen de programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia dónde cae el sepulcro. Sigue a la estrella. Y haz como el Caballero: endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de ahora, y aquí lo de aquí.
¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino, mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! Luchar, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante!

(Miguel de Unamuno – Vida de Don Quijote y Sancho)
# | hernan | 23-enero-2007